Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Eri se mantuvo callada mientras Reiji y Datsue contestaban a Hanabi. Si bien el Uchiha encajó el pedido, el herrero no parecía haberlo cogido con buena mano. Eri se encogió de hombros, ella se comportaría, sin importar qué.
O eso esperaba.
Se giró a Datsue.
—Bueno, creo que es un buen momento para implantarnos el sello, ¿no crees, Datsue? —preguntó—. Antes de que se nos olvide, claro, ¿haces los honores? —pidió, sonriente. Y es que, aunque ella supiera sobre la técnica, seguro que él tendría más control sobre la misma.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
27/12/2020, 19:09 (Última modificación: 27/12/2020, 19:28 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Datsue asintió ante la sugerencia de Eri.
—Bien, manténgase un momento quieto —pidió, al Uzukage, antes de realizar una larga tanda de sellos que culminó con su dedo índice y corazón posándose suavemente tras la oreja derecha de Hanabi. Tras un brillo turquesa, el kanji de la hermandad se dibujó en su piel con el mismo aspecto de un inofensivo tatuaje. A un lado, y a modo de subíndice, apareció el número ocho.
Datsue tomó una gran bocanada de aire seguida de otras tres más pequeñas. Por mucho que estuviese en buena forma, aquel fūinjutsu siempre le quitaba el aliento.
—Recuérdeme quitárselo, si quiere, finalizada la misión. De lo contrario el sello permanecerá activo… Bueno, un porrón de tiempo. Más de un año y quizá más de dos. —El sello con Daruu y Ayame no había llegado a los dos años. Pero él tampoco era el mismo que aquel joven intrépido que había colocado el sello en sus dos amigos. Ahora tenía la cabeza un poco más amueblada y, porqué no decirlo, se sentía sensiblemente más poderoso.
Después de un par de minutos de reposo —aquel maldito fūinjutsu de verdad que le quitaba el aliento—, el Uchiha procedió a colocar el resto de sellos en sus compañeros. Primero, en Reiji, y luego, en Eri, allí donde ellos quisieron. Finalmente, Datsue se lo colocó a sí mismo tras la oreja derecha.
Dejé que Datsue me pusiera el sello detras de la oreja izquierda. Podia haberlo puesto al lado del otro, pero seguro que con lo bueno que yo era con los sellos, me equivocaba al usarlo. Lo bueno del Fuuinjutsu es que eran como tatuajes, y yo tenia pintado un brazo entero y la mitad del pecho, así que pesaba toda mas desapercibido.
—Descansa y luego cambiamos, si quiero ajustar vuestras armas, vas a tener que tomarme el relevo.
Mientras Datsue descana o lo que quiera que hiciese para relajarse, si es que se podía estar relajado despues de que el Kage te pidiera un sello para volver de entre los muertos, yo me dedicaria a mantener el rumbo del barco.
La verdad, y aunque me había puesto un poco nervioso, y había querido sobreplanear, si acabaramos nuestro camino como marineros, no me importaria. Había empezado como una broma, algo que hacía para mantener el coraje cuando Ni Katsudon ni Yuna se atrevían a manejar el barco. Una broma para ocultar lo nervioso que estaba y el miedo que tenia a cagarla y que acabaramos todos en el fondo del mar. Y sin embargo, ahora me gustaba, me relajaba. Me había costado aprender como manejar el barco, pero había mericido la pena todos y cado uno de los minutos que le había dedicado.
Todo esto, por supuesto, sin dejar atrás mi sueño de convertirme en una leyenda. Y para ello, estaba preparado. Quizas en el barco no tenia el espacio ni las herramientas necesarias para forjar un arma nueva, pero si me habia traido las que necesitaba para poner las armas a punto. Y no solo las mías. Como le había dicho a Hanabi, prepararía todas las armas que me dejasen para la posible batalla que estaba por venir.
En cuánto Datsue hubiese descansado y me sustituyese al timón.
¤ Camino del Herrero: Afilado perfecto - Requisitos:Destreza 50
No solo por ser el hijo del mejor herrero de Uzushiogakure, si no también por los años trabajando al lado de su padre, Reiji ha adquirido la capacidad de afilar el filo se un arma hasta casi la perfección.
Esto hace que la hoja corte mas de lo normal hasta que pierde el filo y tiene que volver a afiliarse.
Las armas afiladas por Reiji tienen un bonus de hasta +10 PV adicional a los daños por corte (El bonus no puede superar la mitad del daño mas alto del arma) , que se va perdiendo a razón de -2 PV por golpe o el uso de una técnica, aunque estas no ven modificado su daño, hasta que el arma recupera su daño original.
Para recuperar el bonus, el arma debe volver a afilarse.
El barco atracó en el puerto suavemente en el atardecer. Hanabi, sentado en la cubierta, se desperezó y ayudó a sus compañeros a echar el ancla y a atar el navío. El ruido de las gaviotas y la brisa marina dotaba al Uzukage, y también al puerto, de una calma externa que no existía más allá.
—¿Todo listo? —preguntó, y tras la confirmación de sus compañeros echó a caminar a paso resuelto hacia el palacio del nuevo Daimyō.
Era un edificio grandioso, de paredes blancas y tejados grises, al estilo tradicional. Estaba rodeado de un muro con una base de piedras dispuestas en mosaicos con forma de espiral, tan alto como tres hombres uno encima del otro.
Dos fornidos guardias esperaban a ambos lados del edificio. «Shinobi cedidos a Shiden. Me pregunto si seguirán siendo fieles al Remolino...», pensó Hanabi cuando pasó a su lado. Los guardias se cuadraron, dando a entender que, de hecho, así era. «Aunque no lo fueran, no habría manera de saberlo.»
—Uzukage-sama, le esperábamos dentro de un par de días —rezongó, quejica, un señor orondo con bigote que salió a recibir a Hanabi tras esperar junto a dos guardias diferentes en el recibidor de palacio.
—Bueno, es que nos hemos dado prisa, ¿verdad, chicos? —Hanabi se dio la vuelta para mirarles. Le guiñó un ojo a Reiji—. ¿Está ocupado el Señor Feudal, Gondu?
—¡Oh, sí, ocupado, muy ocupado! —Gondu saltó; parecía una albóndiga—. Deberían esperar... quiero decir, Hanabi-dono, si fuera usted tan amable de esperar a mañana por la mañana, el señor Shiden podrá recibirle con toda la calma del m...
—No.
La sala entera retumbó. Los cristales de las lámparas de araña del techo se revolvieron, inquietos. Los mosaicos de las paredes temblaron y el recepcionista se atragantó con una aceituna. Los papeles del escritorio se desmoronaron, y uno de ellos cayó al lado de Datsue.
Orden Señorial nº242
Por medio de la presente Orden, yo, Uzumaki Shiden, Señor Feudal del País de la Espiral, nombro a Senju Gara...
—¡Ah, ya te tengo, endiablado papelajo! —En un alarde de atletismo increíble, el recepcionista había saltado por encima del escritorio y se había dado de bruces con el suelo en un sonoro ¡plaf! Pero asía orgulloso el documento con una sonrisa ensangrentada. Se dio la vuelta y se alejó rápidamente, dando la vuelta, esta vez, a su mesa. Abrió una puertecilla tras la estancia y se perdió en su interior.
—Ah, bu-bueno, bueno, Hanabi-dono —balbuceó Gondu, temblando, sudando—. E-en ese caso, si fueran ustedes tan a-amables de esperar al menos u-unos minutos e-en la sa-sala de esp-espera de audiencias...
—¡Oh, sin problemas! —contestó Hanabi alegremente, e hizo una seña a Gondu para que les guiase—. ¡Vamos, chicos!
Gondu asintió y echó a caminar por un pasillo a mano izquierda. Hanabi esperó un poco antes de seguirle, y musitó:
»Vaya, la decisión de venir en barco ha resultado ser... esclarecedora.
Al tiempo que el barco atracó, Eri ya comenzaba a tener nociones de cómo llevar uno de esos gigantes cachibaches que se movían por agua, y también una clara respuesta a la pregunta: ¿Por qué no es buena idea tener un barco? ¿Cuál era? ¡Demasiada información! Que si anclas, que si babor, que si estribor... Era como si a la kunoichi le estuvieran hablando en un idioma inventado para que gente ajena a los barcos no entendiese nada de nada. Se limpió un poco la cara por la brisa marina y escuchó a Hanabi decir:
—¿Todo listo?
Eri asintió, asegurándose de que llevaba todo lo necesario para bajar del barco y aventurarse al hogar del nuevo Daimyō, que no escatimaba en gastos, el sitio donde vivía parecía un castillo demasiado majestuoso para Eri, quien se encogió de hombros ante tales vistas. ¿Para que querrían tanto espacio? A veces pensaba que lo hacían para imponer su estatus más que por necesidad.
Justo en la entrada, dos guardias les cortaron el paso, dos antiguos shinobi que, a simple vista, no parecían muy felices por ver de nuevo a quien fue, en su momento, su jefe. Eri no los reconoció al comienzo, y, siendo sincera, tampoco le hubiera gustado encontrarse con gente amiga allí, pues, por sus caras, ni contentos ni en fase de estarlo.
Y, por si fuera poco, le sugirieron amablemente a Hanabi que esperase un día para acordar la visita al Daimyō. Y su respuesta dejó a Eri helada en el sitio.
—No.
Todo tembló a su alrededor, ¿o fue ella? Aquel estallido desde su Kage la dejó temblando cual flan en el sitio, pero no fue la única pues, las paredes, los cuadros, e, incluso; todos los papeles que se encontraban en recepción volaron cerca de donde estaba Datsue. El recepcionista, veloz en la recolección de lo que había caído, lo recogió como pudo y se perdió del lugar.
Uno de los shinobi volvió a hablar, esta vez, como si el miedo lo hubiera hecho entrar en razón, guiándoles hacia la sala de espera durante un breve periodo de tiempo antes de ver al Daimyō.
Eri asintió ante la felicidad de Hanabi, intentando mantenerse serena, seria y calmada. Cosa que, a veces, le resultaba un poco difícil. Se colocó cerca del Uzukage y siguió al shinobi sin pronunciar palabra.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
El viaje, veloz y sin percances, terminó cuando los cuatro uzujines atracaron el barco en el puerto. Datsue, vestido con la indumentaria oficial y peinado para la ocasión con las dos coletas a ambos lados, descendió junto al grupo a los muelles con las manos sujetándose a cada lado de la parte superior del chaleco —abierto—, en una actitud aparentemente despreocupada.
Cuando llegaron al palacio, mientras Eri se encogía de hombros Datsue se quedó embobado, por unos segundos, ante tal derroche de poderío y majestuosidad. Quizá Datsue ya no fuese el mismo que antes. Quizá su gusto por el dinero y la fama había quedado relegado a un segundo plano, pero el pequeño intrépido que todavía llevaba dentro no podía evitar quedarse fascinado ante tal visión.
Sus ojos, luego, bajaron hasta los dos fornidos guardias que vigilaban la entrada al edificio. Estos se cuadraron a su paso, y los cuatro llegaron a una recepción donde un hombre llamado Gondu les recibió. Al parecer, los cuatro de Uzu habían aparecido antes de lo esperado. Le sorprendió, no obstante, que les animasen a esperar hasta mañana. Más le sorprendió la respuesta tan contundente de su Kage, que le arrancó una media sonrisa que apenas tardó en disimular.
«Hacer esperara a un Kage… ¿En qué demonios estaba pensando?»
La habitual fuga de chakra del Jincūriki de Uzu —el que había nacido como tal y no creado—, vino acompañado de temblores, cristales vibrando y papeles cayendo. Uno de ellos atrajo la vista de Datsue como lo haría el olor a miel al oso. Sus ojos leyeron casi de manera inconsciente. «Orden blablablá… Por medio de la presente Orden… Shiden…. Nombro a Senju Gara… ¡Ey!»
¡El cabrón del recepcionista le había interrumpido la lectura en el momento más importante! ¡Y menudo golpe se había llevado por el camino! «Mierda, tío. Me quedé con la intriga. ¿Qué demonios iba a nombrarle? ¿Escolta Personal, o algo así? ¿Y necesita una puta orden señorial para eso?» Trató de bucear entre su memoria en busca de alguna ocasión en el que hubiese escuchado el nombre de ese Senju, pero pronto Hanabi echó a caminar de nuevo y se vio obligado a centrarse en lo importante. Se colocó a su lado y le siguió.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
La verdad es que el viaje se hizo... Más corto de lo esperado. Es verdad que el hierro estaba a bastantes mas mares de distancia y el viaje había sido cuanto menos, ajetreado, pero aún así había sido MUY LARGO. O tal vez era solo una sensación por que no había pasado nada durante todo el trayecto. O la dura realidad: El pirata que había en mi habia vuelto a salir a la superficie, y quería aferrarse al timón del barco, navegar y cantar canciones pirata.
—El peor Pirata de Oonindo siempre esta preparado.
Contesté cuando Hanabi preguntó. Había preparado mis armas y todas las que me habían dejado los demas, y se las había devuelto poco antes de parar en el puerto. Así que, listos y preparados, caminamos hasta el edificio del señor feudal. Un sitio bastante grande, y eso que la casa de mis padres era enorme, y con unas paredes enormes. Y por los dos tipos que había en la entrada, bastante protegido. Normal, claro, hablábamos del mandamás del país, alguien incluso por encima del propio Uzukage.
Dentro, un señor grandote, aunque no tanto como Katsudon, y con bigote, se quejo de que nos esperaba más tarde, y Hanabi se giró para guiñarme un ojo. Estaba claro que, aunque Yuuna y Katsudon pensaban que era una locura, al final, adoptar el barco, había sido para bien.
Y enseguida, el caos. Al parecer querían hacer esperar a Hanabi hasta el día siguiente, y claro, Hanabi no estaba para tonterías. Yo ya había sentido eso dos veces. En el estadio, cuando se enfrentaba a los de Dragón Rojo, y en el puerto, cuando adoptamos al Bijuu como Shinobi de Uzushio. Aquello fue como un terremoto, las paredes temblaron, las bombillas de las lamparas del techo crujieron, como si fueran a romperse, e incluso cayeron al suelo los papeles del recepcionista, quien en un alarde de agilidad, salto, aunque bastante torpemente, a recuperarlos enseguida.
Con aquello Hanabi consiguió que, lo que iba a ser un día de espera, fuesen minutos de espera. Buen comienzo. Seguimos al gordinflón por un pasillo a la izquierda mientras Hanabi volvía a decir que la idea de ir en barco habia sido buena. Ojala tener a Katsudon y Yuuna para decirles "Os lo dije, era buena idea quedarme el barco" y cantarles una nueva version de la canción que terminase así: "El barco me quedé y una idea fascinante fue. Yojo yojo el peor pirata soy"
Gondu les condujo a través de varios pasillos y hacia arriba por las escaleras al último piso. Los funcionarios de Palacio les miraban con una mezcla de curiosidad y de terror. Los guardias, con una inquietud visible. Era evidente que se suponía que no deberían estar allí. El consejero del Señor Feudal les señaló una serie de sofás en una sala amplia y cómoda con una decoración exquisita, digna de un rey.
—¿Esperarían aquí mientras les preparo un té? —preguntó, haciendo hasta cuatro reverencias, que los muchachos pudieran contar.
—Claro, Gondu. Tranquilo, esperaremos lo que haga falta. Al té y a Uzumaki Shiden.
—Ahem, el Excelentísimo Señor Feudal desea que le llamen...
—Shiden.
—Ahem. —Contrariado, Gondu se dio la vuelta y se marchó a pasos acelerados.
Hanabi tomó asiento con un gesto adusto y les miró, uno a uno. Luego, dirigió la mirada con recelo y significativamente a hasta dos cámaras de seguridad que habían en las esquinas.
Luego volvió a mirarles.
—En fin, supongo que habrá que esperar —dijo, recostándose. A la izquierda se extendía un pasillo largo que acababa en una opulenta puerta de madera de roble con picaportes de oro. A ambos lados, dos guardias con sendas lanzas mantenían una postura marcial. Hanabi se inclinó hacia adelante y fingió preocupación poniéndose la mano frente a la boca—. Si habláis, tapáos la boca disimuladamente. Esas dos cámaras no me hacen ninguna gracia.
»¿Con quién está reunido Shiden? ¿De qué hablan? Si hallamos una manera discreta de averiguarlo mientras esperamos, mucho mejor. —Hizo una pausa—. Lamentablemente no tengo recursos para esto, y hay mucha vigilancia. Tendría que ser en un momento...
Hanabi se aclaró la garganta de golpe y se volvió a recostar. Gondu había venido muy rápido. Llevaba una bandeja de plata con cuatro pequeños vasos. Un té exquisito, de la Mediana Roja. Digno de un kage y de su séquito. Hanabi tomó el vaso con una radiante sonrisa y se lo quedó en el regazo.
—El favorito del Excelentísimo, Hanabi-dono.
—Estupendo, estupendo.
—Si me disculpan, ahora iré a informar de su llegada al Excelentísimo, señor.
—Adelante.
Gondu pasó la bandeja frente a los otros shinobi para ofrecerles también un poco de té. Después, avanzó a pasitos apresurados por el pasillo, y entró en el despacho del... Excelentísimo.
«Joder, nos miran como si fuésemos un grupo de kusajines o algo del estilo… Las preocupaciones de Hanabi parece que no son infundadas. Shiden debe estar tramando algo». ¿Destituirle, tal y como había sugerido Hanabi en la cena que habían hecho en su casa? ¿De verdad se atrevería a semejante barbaridad? «Bueno, si es cierto que planeaba matar a su padre y apoyaba a Zoku… Ese tipo es capaz de cualquier cosa. He de mantener los ojos bien abiertos».
Mantener los ojos bien abiertos, y en lo importante. No en la opulencia de los sofás y la ostentosa decoración, sino en las cámaras de seguridad que los ojos de Hanabi señalaban. El Uchiha tomó asiento y escuchó con atención las palabras de su Kage, que se tapaba la boa con una mano para evitar que le leyesen los labios.
Datsue se recostó hacia atrás, intentando adoptar una pose despreocupada, y se rascó la nariz. Mientras se rascaba, tapó disimuladamente la boca por unos instantes para decir:
—El sello espía —susurró, haciendo uso del sello de la hermandad momentáneamente para que los tres le oyesen con claridad. Si Hanabi quería escuchar a Shiden, esa era su mejor carta. La pregunta era cuándo usarla y con quién.
Todavía estaba pensando en ello cuando Gondu volvió junto a ellos, con una bandeja de plata y cuatro tés.
—El favorito del Excelentísimo, Hanabi-dono.
—Estupendo, estupendo.
—Si me disculpan, ahora iré a informar de su llegada al Excelentísimo, señor.
«¡Va a entrar a la sala!» ¡Era la oportunidad que estaban esperando!
—Adelante.
Cuando Gondu le acercó la bandeja, Datsue estiró la mano para coger su vaso y…
—¡Uy, qué torpe!
…y por el camino tocó el vaso de al lado para que cayese y salpicase con su contenido a Gondu, tratando de que pareciese un accidente. Una metedura de pata. Rezaba porque Eri aprovechase la distracción.
—¡L-lo lamento m-mmuchísimo, señor Gondu! —exclamó, muy nervioso, poniéndose de pie en el acto y realizando una reverencia de disculpa—. ¡Deben ser los nervios por al fin conocer al Excelentísimo Señor Feudal! Normalmente no soy tan patoso, se lo prometo… —dijo, rascándose la nuca y esbozando una sonrisa avergonzada y culpable.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
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11/01/2021, 00:22 (Última modificación: 11/01/2021, 01:07 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
Eri no se encontraba cómoda allí, no eran bien recibidos y se notaba a leguas. ¡Y ya comenzaba a hablar con terminologías de barcos! El caso era que Gondu les guió a una sala que ni en sueños Eri se hubiera imaginado allí sentada mientras se discutía con el Uzukage. Se rascó el cuello y tomó asiento cuando Hanabi lo hizo, sin dejar de mirarle.
Gracias a aquello, pudo encontrar con su mirada las cámaras de seguridad que él mismo les había señalado con la suya. Apretó ligeramente los labios, ni cómoda ni feliz.
«Esperar y encima evitar que nos pillen hablando...» No podía evitar sentirse nerviosa ante tal situación.
—¿Con quién está reunido Shiden? ¿De qué hablan? Si hallamos una manera discreta de averiguarlo mientras esperamos, mucho mejor. —Hizo una pausa—. Lamentablemente no tengo recursos para esto, y hay mucha vigilancia. Tendría que ser en un momento...
«Escuchar conversaciones ajenas...»
—El sello espía.
Le dio un vuelco al corazón al escuchar como su compañero proponía una de sus técnicas. ¡Pues claro! Se removió en su asiento, intentando acomodarse lo máximo posible y se llevó una mano a la boca para carraspear, luego, dijo a través del sello:
—Haré lo que pueda.
Nada más entrar Gondu a la sala, Eri echó una ojeada rápida al shinobi. ¿En la ropa? No, demasiado vistoso seguramente... «¡Piensa, Eri, piensa!» Solo veía lo que había: un shinobi y una bandeja con té.
...
¡La bandeja!
Hablaba con Hanabi sobre el té cuando ella comenzaba a preparar la técnica, solo necesitaba la oportunidad perfecta. «Cuando me de el té podría ser una buena oportunidad...» Entonces, como si Datsue pudiera leerle el pensamiento, alargó su mano y, como si de un accidente se tratase, derramó el contenido de uno de los vasos encima del shinobi.
—¡Uy, qué torpe!
Eri se levantó como si tratara de socorrer al shinobi sujetándole, con el dedo índice y corazón, la bandeja por su parte baja mirando con el ceño fruncido a Datsue. Con su otra mano, sujetaba uno de los vasos que llevaba encima.
—Discúlpale, señor, es un poco torpe, madre mía, Datsue, nunca vas a aprender... —miró la bandeja—. No se preocupe, yo esperaré sin té, sé que mi compañero es bastante aficionado a él y no quiero que se quede sin probar un sorbo.
Tomó el vaso y se lo dio a Reiji, intentando disimular. Luego se sentó y se apoyó sobre su mano, reposándola detrás de su oreja, poniendo el sello para poder escuchar.
¤ Shinjitsu no Supai ¤ Sellado del Espía - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos:Fūinjutsu 50 - Gastos: 30 CK (sello espía), 15 CK (sello altavoz; impide regeneración de chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: Permite escuchar todo lo que pasa a través del sello espía - Sellos: - - Carga: 3 - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: La distancia máxima entre la persona que escucha y el sello es de 20 metros
Esta técnica permite, a través del uso de técnicas de sellado, que el usuario sea capaz de escuchar todo lo que pueda ser escuchado alrededor del sello espía. El usuario, al tocar una persona, animal, objeto o superficie con los dedos índice y corazón, podrá colocar un sello espía que permanecerá invisible a ojos ajenos hasta que sea activado, el cual adoptará el kanji de oído (耳) y brillará levemente. El sello perdurará durante toda la trama en la que ha sido colocado, a no ser que se empleen métodos de contrasellado para quitarlo.
Sin embargo, éste solo podrá ser activado por el usuario, que tendrá que implantar un nuevo sello detrás de su oído o el de otra persona que adoptará el kanji de sonido (音). Para que esté activo, sin embargo, el usuario deberá dejar sus dos dedos corazón e índice sobre dicho sello, y permanecer concentrado, pudiendo escuchar durante (Inteligencia/10) turnos.
Cabe destacar que si en la zona en la que se encuentra el sello hay mucho ruido, las probabilidades para escuchar algo en concreto serán reducidas, por lo que es de vital importancia colocar el sello en lugares estratégicos.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
El sitio por dentro era bastante ostentoso, al contrario que la casa de mis padres, que aunque era grande, por dentro era bastante normalita. Pero claro, aquello era el palacio del señor feudal. Un pirata llenaría sus bolsillos y saciaria su sed de tosoros si abordaba aquel palacio, claro que... ¿Se podia abordar un palacio como si fuese otro barco? Si ¿No?
Dejando de lado mis delirios piratiles... me di cuenta de que la gente del palacio no nos miraba con buenos ojos. A ver, es normal que estuvieran nerviosos ante la presencia de...no de Hanabi no, DEL PEOR PIRATA DE OONINDO. Claro que la gente que trabaja allí tenia miedo, claro que los guardias estaban inquietos. ¿Como no estarlo ante tal eminencia de los mares?
¿Nervioso Reiji? No, claro que no, ni que sus locuras de piratería salieran a la luz cuando estaba hecho un flan por dentro.
No tardamos mucho en llegar hasta la sala de espera, donde nuestro nuevo amigo, gordito y con bigote, nos ofreció esperar por un té. Justo lo que necesitaba para calmar los nervios, té. No, evidentemente no. Y las palabras palabras de Hanbi sobre las cámaras tampoco me ayudaban a calmarme.
Encima, tampoco podia ayudar a Hanabi con lo de espiar al señor feudal. Mis habilidades se centraban en... En hacer armas y en utilizarlas. Así que apoyé mi espalda en una de las paredes y me crucé de brazos, intentando estar atento a lo que nos rodeaba, no se, quizas en la sala de esperaba alguien se había dejado algo de interes que indicase quién habia dentro reunido con el señor feudal. Eso era todo lo que podía hacer.
Mientras Eri y Datsue hablaban de lo del sello espía, algo que parecía que iba a servir para lo que necesitábamos, volvió a aparecer el hombreton con la bandeja de los tés, y entonces... Entonces Datsue le tiró un té encima. Esperaba que fuera resistente, por que un té recién hecho estaba muy caliente. Al menos Eri fue tan amable de sujetarle la bandeja y después me cedió el té.
—Gracias. —Oli un poco el aroma del té. —Vaya, parece que él Excelentísimo tiene un gusto exquisito para el té.
Hice como que pegaba un trago, pero en realidad no bebí nada. Ya estaba lo bastante nervioso como para meterme una buena dosis de té en el cuerpo.
13/01/2021, 16:24 (Última modificación: 13/01/2021, 16:25 por Amedama Daruu.)
¡Clonkrrongklon! El té derramado encima de Gondu hizo al funcionario esbozar una mueca de fastidio, tan breve pero tan dolorosa como el pinchazo de una aguja.
—¡¡Ahh!! No... no pasa nada, no se preocupe, señorita, estoy bien, estoy bien —le dijo a Eri. Se recompuso, se aclaró la garganta, y se quedó mirando a Hanabi. Parecía esperar alguna especie de reprimenda a sus subordinados. Pero esa reprimenda no llegó. El Uzukage, con el vaso de té en el regazo, observaba a Gondu con una sonrisa divertida.
—¿Va a avisar a Shiden o tengo que ir yo mismo?
Gondu refunfuñó.
—No, no, Hanabi-dono, no se preocupe, ya voy yo. —Malhumorado, Gondu se alejó por el pasillo. Al fondo, uno de los guardias, que se había asomado por el escándalo tuvo que recomponer su postura después haber estado riendo.
Hanabi se inclinó hacia Eri.
—Buen trabajo. Ahora, esperemos que tan solo sea una reunión de negocios.
Entretanto, Reiji había olfateado el té, y aunque su comentario fue amable, no fue sincero. No podía serlo. En el té había un aroma extraño.
Un aroma que no debía estar.
Gondu abrió la puerta del despacho...
«¿¡Qué significa esto, Gondu!? ¡Creí haber sido muy claro: no quería interrupciones!»
«Pero señor, tenemos un pro...»
«¡¡Me importa una mierda el problema que tengas!! ¿¡Qué pasa, se te ha caído el té y vienes a que te limpie!? ¿No ves que esto es importan...?»
«Vamos, Shiden, deja que hable...»
Hubo un instante de silencio. Y luego:
«¡Está aquí! ¡Hanabi está aquí! ¡Y trae a Uchiha Datsue y a otros dos shinobi!»
«¡Rápido, tienes que irte, Garadea!»
«¿Qué es esa mirada? ¡He dicho que te vayas! ¡Vete! ¡Es una orden!»
Silencio.
«Está bien. ¿El acuerdo está firmado, verdad?»
«¡Sí, sí! ¡Serás Uzukage, ahora déjame lidiar con él! ¡Gondu, entreténlos un momento, ahora les haré pasar!»
«¡Shiden, no me refería a eso! ¡Lo quiero a é...!»
¡BAM!
La puerta del despacho se abrió de par en par y Gondu se acercó corriendo como lo haría una croqueta si tuviera piernas. Sonrió, con evidente nerviosismo, que se limpió de la frente con la manga.
—N-no se lo ha t-tomado bien, señor, Hanabi, señor —tartamudeó—. V-voy a... u-un momento. ¿No les gusta el té?
—Es que quema un poco. Personalmente estoy esperando a que se enfríe.
¿Qué haría Eri con la información ahora en su poder?
Eri
Sama-sama (de nuevo)
Reiji
Datsue
Esta cuenta representa a la totalidad de los administradores de NinjaWorld.es
13/01/2021, 17:02 (Última modificación: 19/01/2021, 13:45 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
Para su alivio, Gondu pareció no darse cuenta del sello que había justo debajo de su bandeja. Dejó escapar el aire que retenía en su interior despacio mientras se colocaba en su asiento, sujetando su cabeza con la mano, la cual puso de forma que los dedos necesarios para activar el sello quedasen justo debajo de su oreja. Tapó parcialmente su boca mientras Hanabi le dijo:
—Buen trabajo. Ahora, esperemos que tan solo sea una reunión de negocios.
Ella también lo esperó.
Se empezó a escuchar el duelo entre dos voces.
«¿¡Qué significa esto, Gondu!? ¡Creí haber sido muy claro: no quería interrupciones!»
«Pero señor, tenemos un pro...»
«¡¡Me importa una mierda el problema que tengas!! ¿¡Qué pasa, se te ha caído el té y vienes a que te limpie!? ¿No ves que esto es importan...?»
—Están discutiendo, tanto Shiden como Gondu. No parece feliz de que hayan interrumpido su reunión —explicó la Uzumaki a través del sello comunicador para que todos pudieran escucharla.
«Vamos, Shiden, deja que hable...»
—Hay una mujer... —dijo al escuchar la nueva voz que se unía a la discusión, miró a Hanabi mientras esperaba, impaciente y con el corazón latiéndole a mil por hora por escuchar conversaciones ajenas de un Daimyō; a que volvieran a hablar.
«¡Está aquí! ¡Hanabi está aquí! ¡Y trae a Uchiha Datsue y a otros dos shinobi!»
—Acaba de anunciar que estamos aquí, Hanabi-sama.
«¡Rápido, tienes que irte, Garadea!»
Eri repitió el nombre en su cabeza, no sabía quién era.
—...Le ha dicho que se vaya a alguien, una tal... ¿Garadea? —Sin dejar de mirar a Hanabi, escuchó como reprochaba a la susodicha que no le mirase de aquella manera y se fuera de allí, pero hubo un momento de silencio antes de:
«Está bien. ¿El acuerdo está firmado, verdad?»
«¡Sí, sí! ¡Serás Uzukage, ahora déjame lidiar con él! ¡Gondu, entreténlos un momento, ahora les haré pasar!»
«¡Shiden, no me refería a eso! ¡Lo quiero a é...!»
Eri casi se atraganta por lo último.
—¡D-dice que la va a nombrar Uzukage, señor! —Se giró a Hanabi, alarmada, justo antes de...
¡BAM!
La puerta del despacho se abrió de par en par y Gondu salió del despacho hecho un manojo de nervios, dirigiéndose rápidamente a ellos.
—N-no se lo ha t-tomado bien, señor, Hanabi, señor —tartamudeó—. V-voy a... u-un momento. ¿No les gusta el té?
Eri no dijo nada, solo se mantuvo los dedos pegados al sello, esperando por más, por si acaso mientras miraba a su Uzukage, al de verdad.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
A Hanabi se le cayó el té sobre las piernas. Se había quedado blanco como la leche. Sus ojos, de pupilas dilatadas, miraban más allá de Gondu. Más allá de la puerta cerrada del fondo del pasillo.
—Gara... de... a... —balbuceó, temblando.
Y entonces, con un grito de guerra más parecido al chillido de un jabalí enfurecido, Gondu se abalanzó sobre el Uzukage, empuñando un kunai escondido en la manga de su muñeca derecha. Derrumbó a Hanabi sobre el sofá, que se volcó y cayó al suelo. Con firmeza, trató de hundir el cuchillo en la garganta del Sarutobi.
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En cuanto el sirviente del señor feudal se fue, dije aquello mientras me pasaba la manga por la boca para secarme los restos de té, aunque no había nada que secar, por que no había bebido nada, por suerte.
Mientras tanto, el plan de Eri y Datsue parecía haber funcionado correctamente, de tal modo que Eri estaba escuchando y retrasmitiendonos lo que sucedía dentro del despacho del señor feudal. Al parecer, como el propio Hanabi se temía, el señor feudal iba a nombrar a otra persona Uzukage. Un nombre desconocido para mí. Pero de momento él Uzukage seguía siendo Hanabi, y a nosotros nadie nos había informado de lo contrario. ¿Que por que recalco esto? Por lo que iba a suceder después.
La puerta se abrió de golpe y el shinobi regordete salió bastante nervioso y se dirigió a Hanabi, a preguntarle por el té concretamente, pero aunque Hanabi había dicho que no había bebido té, de repente derramó el que tenía en la mano sobre si mismo mientras se ponía pálido. Cosa que el gordinflón aprovecho para abalanzarse sobre Hanabi Kunai en mano, dispuesto a rajarle la garganta. Por desgracia, Hanabi no estaba solo, y seguía siendo legítimo Uzukage.
Así pues, en vez de quedarme de brazos cruzados, y aún sabiendo que Hanabi tenía el sello de Datsue, decidí actuar. Aún no era el momento de desperdiciar el sello. ¿Que hice? Simple: aún tenía el té caliente en mis manos, té que procedí a lanzarle en la cara a Gondu, a la altura de los ojos, antes de abalanzarme sobre él, ahora con las manos libres, para quitárselo de encima a Hanabi, usando mis manos para sujetar las de él. No, no estaba atacando a Gondu, mi única intención era pararle los pies y que no se cargase al Uzukage.
Y esperaba que Datsue, Eri o ambos me ayudasen de alguna manera.