23/06/2020, 21:58
«Oh, ¡de eso nada! ¡No pienso dejar que me conviertas en un puto erizo!», pensó, enrabietado, cuando el humo inundó su visión. En un erizo o en algo mucho peor. Con más de un sentido anulado —el humo le dejaba sin visión ni olfato—, Datsue era un blanco de lo más fácil. Más incluso que con la niebla. Pero si el público creía que los Hyūgas eran los únicos que podían usar sus ojos con los párpados cerrados, se equivocaban. Estaban a punto de descubrir cuánto.
Akame hablando de honor. La sonrisa de Yui. Aiko en un lago. Akame hablando de deber. Kintsugi. Bakudan. Akame hablando de lealtad. Kurama. Akame, Akame, Akame…
Sus entrañas se llenaron de un odio visceral, alimentando unos ojos que lloraron sangre. Oh, cuánto dolía. La pérdida. La traición. El Mangekyō. Ya había dado media vuelta cuando sus pies le desplazaron hacia adelante, en dirección contraria a la última posición de Daruu, lo suficiente como para salir de la nube de humo por un par de zancadas. Quizá el público con ojo avizor pudo ver, más no él, los senbons incrustados a un costado de sus nuevas costillas turquesa.
Sin pensárselo ni un segundo, llevó la mano que portaba la bolita de papel a un bolsillo del chaleco. Guardó la bolita y sacó un pergamino. Soltó la espada, que cayó al suelo con un tintineo metálico. No lo oyó. Estaba demasiado concentrado en abrir el pergamino frente a él y dejar que las llamas se abriesen paso por el humo.
El Susano’o desapareció lo justo para que la bola de fuego saliese limpia del pergamino, pero luego volvió a cubrir con su manto protector a su pupilo más avezado. Datsue soltó el pergamino y se tomó una píldora.
—¡¡Daruu!! —llamó, mirando a uno y otro lado esperándose un Kawarimi o un nuevo Sunshin para evadir las llamas y contraatacarle al mismo tiempo—. ¡¡Es hora de subir el nivel!!
Y que el mundo entero viese de qué pasta estaba hecha la Tormenta-Espiral.
«¡JIA JIA JIA! Ya era hora, Hijo…»
Akame hablando de honor. La sonrisa de Yui. Aiko en un lago. Akame hablando de deber. Kintsugi. Bakudan. Akame hablando de lealtad. Kurama. Akame, Akame, Akame…
Sus entrañas se llenaron de un odio visceral, alimentando unos ojos que lloraron sangre. Oh, cuánto dolía. La pérdida. La traición. El Mangekyō. Ya había dado media vuelta cuando sus pies le desplazaron hacia adelante, en dirección contraria a la última posición de Daruu, lo suficiente como para salir de la nube de humo por un par de zancadas. Quizá el público con ojo avizor pudo ver, más no él, los senbons incrustados a un costado de sus nuevas costillas turquesa.
Sin pensárselo ni un segundo, llevó la mano que portaba la bolita de papel a un bolsillo del chaleco. Guardó la bolita y sacó un pergamino. Soltó la espada, que cayó al suelo con un tintineo metálico. No lo oyó. Estaba demasiado concentrado en abrir el pergamino frente a él y dejar que las llamas se abriesen paso por el humo.
El Susano’o desapareció lo justo para que la bola de fuego saliese limpia del pergamino, pero luego volvió a cubrir con su manto protector a su pupilo más avezado. Datsue soltó el pergamino y se tomó una píldora.
—¡¡Daruu!! —llamó, mirando a uno y otro lado esperándose un Kawarimi o un nuevo Sunshin para evadir las llamas y contraatacarle al mismo tiempo—. ¡¡Es hora de subir el nivel!!
Y que el mundo entero viese de qué pasta estaba hecha la Tormenta-Espiral.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado