24/06/2020, 22:09
¿Oyen eso? Es el orgullo de un Uchiha haciéndose añicos.
Datsue no lo oyó. Como tampoco oyó su propio chillido, desgarrador, cuando la tormenta se descargó sobre su cabeza. Ni oyó al público estallar en vítores y silbidos de admiración. Ni a su propio cuerpo cuando lamió el suelo. Ni siquiera, como ya habíamos dicho, el sonido metálico del ōkunai desplomándose en el tatami. No, estaba demasiado confuso, demasiado aturdido. Daruu estaba allí, al jodido frente, y de repente lo estaba a su espalda. Dónde se suponía que el Susano’o más le protegía. Donde se suponía no tenía puntos ciegos.
La oscuridad le empañó la vista. El chakra no relucía en el cuerpo de Daruu. La sangre de sus ancestros no respondía a su llamada. Incluso le costaba mantener los párpados abiertos, que le pesaban toneladas. ¿Qué había pasado? ¿Qué estaba ocurriendo?
Sí oyó a Shukaku. La voz atronadora del Padre del Desierto retumbó en su cabeza como si fuesen las nueve de la mañana y él con resaca. Pero lo que decía no tenía ningún sentido. ¿Tres? ¿A qué venía aquel número?
«¿¡Pero dos de qué!? ¿¡Qué kusañada me estás contando!?»
«¡Hostia! ¡¡La cuenta!!»
Ni siquiera llegó a levantarse. Saltó en dirección a Daruu, dando una voltereta sobre el suelo pese a quedar en una posición vulnerable. No le importó, porque a media voltereta…
… el sello sonoro que llevaba pegado al abdomen, bajo el chaleco, estalló. Datsue no lo oyó, claro, como no había oído absolutamente nada de lo anterior. En sus ojos brillaban de nuevo el Sharingan, y en su mano, una esfera color turquesa. Datsue la estampó en el pecho de Daruu, pues así había hecho con todos sus contrincantes anteriores, y no quería hacer distinciones. Les repartiría el amor de Uzu por igual.
—¿Decías algo? —preguntó, llevándose una mano al chaleco y tirando lo suficiente como para que se viese el principio del pectoral. Eso, y el Sello de los Cuatro Sentidos. El mismo que le había colocado al propio Daruu y Ayame hacía no tanto. Bueno, casi el mismo. Porque en vez de suprimir el tacto, se había suprimido el sentido del oído.
Datsue padecía de una sordera pasajera más gorda que la de un kusareño cuando le retan a un combate.
Datsue no lo oyó. Como tampoco oyó su propio chillido, desgarrador, cuando la tormenta se descargó sobre su cabeza. Ni oyó al público estallar en vítores y silbidos de admiración. Ni a su propio cuerpo cuando lamió el suelo. Ni siquiera, como ya habíamos dicho, el sonido metálico del ōkunai desplomándose en el tatami. No, estaba demasiado confuso, demasiado aturdido. Daruu estaba allí, al jodido frente, y de repente lo estaba a su espalda. Dónde se suponía que el Susano’o más le protegía. Donde se suponía no tenía puntos ciegos.
La oscuridad le empañó la vista. El chakra no relucía en el cuerpo de Daruu. La sangre de sus ancestros no respondía a su llamada. Incluso le costaba mantener los párpados abiertos, que le pesaban toneladas. ¿Qué había pasado? ¿Qué estaba ocurriendo?
«¡Tres!»
Sí oyó a Shukaku. La voz atronadora del Padre del Desierto retumbó en su cabeza como si fuesen las nueve de la mañana y él con resaca. Pero lo que decía no tenía ningún sentido. ¿Tres? ¿A qué venía aquel número?
«¡Dos!»
«¿¡Pero dos de qué!? ¿¡Qué kusañada me estás contando!?»
«¡La cuenta, pedazo de im…!»
«¡Hostia! ¡¡La cuenta!!»
Ni siquiera llegó a levantarse. Saltó en dirección a Daruu, dando una voltereta sobre el suelo pese a quedar en una posición vulnerable. No le importó, porque a media voltereta…
¡¡¡¡BAAAAAAAAMMMMM!!!!
… el sello sonoro que llevaba pegado al abdomen, bajo el chaleco, estalló. Datsue no lo oyó, claro, como no había oído absolutamente nada de lo anterior. En sus ojos brillaban de nuevo el Sharingan, y en su mano, una esfera color turquesa. Datsue la estampó en el pecho de Daruu, pues así había hecho con todos sus contrincantes anteriores, y no quería hacer distinciones. Les repartiría el amor de Uzu por igual.
—¿Decías algo? —preguntó, llevándose una mano al chaleco y tirando lo suficiente como para que se viese el principio del pectoral. Eso, y el Sello de los Cuatro Sentidos. El mismo que le había colocado al propio Daruu y Ayame hacía no tanto. Bueno, casi el mismo. Porque en vez de suprimir el tacto, se había suprimido el sentido del oído.
Datsue padecía de una sordera pasajera más gorda que la de un kusareño cuando le retan a un combate.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado