25/06/2020, 19:20
Por primera vez, Daruu se creía ganador. Ganador frente al candidato a Uzukage. No se lo podía creer, estaba en una nube. Y lo que pasa cuando uno está en las nubes es que se la suelen colar, ya os digo. Y Datsue era un experto en colarlas, ya sabéis. El Uchiha dio una voltereta hacia él, exponiéndose por completo, y Daruu estaba a punto de volverle a alejar con el Hakke Kushō cuando un horrible chirrido le obligó a encogerse y taparse los oídos.
¿Lo siguiente? Lo siguiente pasó sin que supiese muy bien que pasó, por así decirlo. Sintió un terrible dolor en el abdomen, justo bajo la herida anterior. Sintió que sus pies se despegaban del suelo y que todo daba vueltas. Aterrizó de mala manera sobre la madera, malherido. Y lo supo.
Supo que el combate acabaría pronto. Es un instinto que un shinobi con algo de experiencia desarrolla. Sin embargo, no podía asegurar cuál de los dos acabaría en pie y cual mordiendo el polvo. Eso es algo que ni la experiencia te aseguraba.
«Me cago en las putas bombas de luz, las putas bombas de sonido, las putas bombas de humo y eso que las he usado yo, me cago en todas las putas bombas macho.»
Datsue le dijo algo, en la distancia, pero no pudo oírlo. Los oídos le pitaban. Se conformó con leerle los labios. «Hijo de puta». Ese maldito sello. ¡Ese maldito sello! No sabía si estaba más cabreado por el ataque que había encajado por culpa de él o por el mal rato que le había hecho pasar aquél otro día. Probablemente fuera por aquello, sí. «¿Se ha insensibilizado el oído con él?» La última vez, Datsue les quitó el sentido del tacto, dejándoles flotando como en una nube. El resultado había sido el contrario al que había pretendido. Pero eso es una historia que no merece la pena contar ahora.
Daruu avanzó renqueando hacia Datsue, formulando un único sello del Carnero. Escupió un denso chorro de niebla que giró alrededor de él y se lo tragó, expandiéndose cada vez más, inundando el campo de batalla, comiéndose también al Uchiha... y dejándolo también sin el sentido de la vista.
Poco después, cuatro agujas de colores dispares surcaron la niebla buscando clavarse en el torso, sendos brazos, y abdomen del uzujin.
E inmediatamente, el Uchiha volvió a sentir algo pasarle por el costado. A la espalda, un quejumbroso Daruu trató de golpearle con la palma de la mano en la nuca. Una ráfaga de chakra que atravesaría la columna y se dirigiría a la tráquea, buscando cortarle momentáneamente la respiración.
Y mientras tanto, claro, en el estadio había estallado la indignación —aunque Datsue era incapaz de escuchar el jaleo—. Al fin y al cabo, Amedama acababa de robarles un trocito más de espectáculo. Otra vez. Porque ya había pasado en otros combates.
—¡JODER, VALE YA CON LA PUTA NIEBLA, HIJOS DE PUTA!
—¡YA ESTÁ BIEN HOMBRE, YA ESTÁ BIEN!
¿Lo siguiente? Lo siguiente pasó sin que supiese muy bien que pasó, por así decirlo. Sintió un terrible dolor en el abdomen, justo bajo la herida anterior. Sintió que sus pies se despegaban del suelo y que todo daba vueltas. Aterrizó de mala manera sobre la madera, malherido. Y lo supo.
Supo que el combate acabaría pronto. Es un instinto que un shinobi con algo de experiencia desarrolla. Sin embargo, no podía asegurar cuál de los dos acabaría en pie y cual mordiendo el polvo. Eso es algo que ni la experiencia te aseguraba.
«Me cago en las putas bombas de luz, las putas bombas de sonido, las putas bombas de humo y eso que las he usado yo, me cago en todas las putas bombas macho.»
Datsue le dijo algo, en la distancia, pero no pudo oírlo. Los oídos le pitaban. Se conformó con leerle los labios. «Hijo de puta». Ese maldito sello. ¡Ese maldito sello! No sabía si estaba más cabreado por el ataque que había encajado por culpa de él o por el mal rato que le había hecho pasar aquél otro día. Probablemente fuera por aquello, sí. «¿Se ha insensibilizado el oído con él?» La última vez, Datsue les quitó el sentido del tacto, dejándoles flotando como en una nube. El resultado había sido el contrario al que había pretendido. Pero eso es una historia que no merece la pena contar ahora.
Daruu avanzó renqueando hacia Datsue, formulando un único sello del Carnero. Escupió un denso chorro de niebla que giró alrededor de él y se lo tragó, expandiéndose cada vez más, inundando el campo de batalla, comiéndose también al Uchiha... y dejándolo también sin el sentido de la vista.
Poco después, cuatro agujas de colores dispares surcaron la niebla buscando clavarse en el torso, sendos brazos, y abdomen del uzujin.
E inmediatamente, el Uchiha volvió a sentir algo pasarle por el costado. A la espalda, un quejumbroso Daruu trató de golpearle con la palma de la mano en la nuca. Una ráfaga de chakra que atravesaría la columna y se dirigiría a la tráquea, buscando cortarle momentáneamente la respiración.
Y mientras tanto, claro, en el estadio había estallado la indignación —aunque Datsue era incapaz de escuchar el jaleo—. Al fin y al cabo, Amedama acababa de robarles un trocito más de espectáculo. Otra vez. Porque ya había pasado en otros combates.
—¡JODER, VALE YA CON LA PUTA NIEBLA, HIJOS DE PUTA!
—¡YA ESTÁ BIEN HOMBRE, YA ESTÁ BIEN!