27/06/2020, 19:33
(Última modificación: 27/06/2020, 19:34 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
El Byakugan de Daruu penetró a través de los jirones de niebla que aún quedaban y a través del cuerpo de Datsue, maltrecho. La pequeña llama no era más que un ascua mortecina. El corazón del Hyūga se aceleró, incapaz de creer lo que acababa de pasar. Cosa curiosa, porque lo cierto es que se había empleado al máximo para ganar. «¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué te sientes mal ahora, idiota?»
Por Datsue, claro. Al fin y al cabo, eran amigos. Muy buenos amigos, aunque eso también seguía sin creérselo, en parte.
El muchacho se levantó haciendo caso omiso a los vítores del público. Se acercó con pasos renqueantes a donde estaba el uzujin, y se arrodilló a su lado.
—He perdido… He perdido... —murmuró él.
—No, Datsue —contestó Daruu. Tomó su mano levantada, y unió sus dedos índice y corazón con los suyos. El Sello de la Reconciliación. Miró hacia las gradas. A Hanabi. Especialmente a Yui. Y por último, un breve vistazo a Kintsugi. Bien sonriente. Luego, desvió de nuevo la atención a su compañero—. Hemos ganado. Hemos subido el nivel. La Alianza Tormenta-Espiral ha enseñado al mundo quiénes son los que llevan las riendas. ¿Ves a algún kusareño aquí, en la final? No, ¿verdad? Pues eso.
»Ven, levántate. Compartamos la alegría de esta gente. —Amedama agarró a Datsue por debajo del hombro y, con muchísimo esfuerzo, le puso en pie junto a él. Cogió su mano y la levantó, bien feliz.
«Mamá, Chiiro. Kōri-sensei. Zetsuo. Yui... Miradme bien.»
Entonces volvió a buscar la mirada de Yui.
«Pronto, le devolveré la mirada a la Tormenta.»
Por Datsue, claro. Al fin y al cabo, eran amigos. Muy buenos amigos, aunque eso también seguía sin creérselo, en parte.
El muchacho se levantó haciendo caso omiso a los vítores del público. Se acercó con pasos renqueantes a donde estaba el uzujin, y se arrodilló a su lado.
—He perdido… He perdido... —murmuró él.
—No, Datsue —contestó Daruu. Tomó su mano levantada, y unió sus dedos índice y corazón con los suyos. El Sello de la Reconciliación. Miró hacia las gradas. A Hanabi. Especialmente a Yui. Y por último, un breve vistazo a Kintsugi. Bien sonriente. Luego, desvió de nuevo la atención a su compañero—. Hemos ganado. Hemos subido el nivel. La Alianza Tormenta-Espiral ha enseñado al mundo quiénes son los que llevan las riendas. ¿Ves a algún kusareño aquí, en la final? No, ¿verdad? Pues eso.
»Ven, levántate. Compartamos la alegría de esta gente. —Amedama agarró a Datsue por debajo del hombro y, con muchísimo esfuerzo, le puso en pie junto a él. Cogió su mano y la levantó, bien feliz.
«Mamá, Chiiro. Kōri-sensei. Zetsuo. Yui... Miradme bien.»
Entonces volvió a buscar la mirada de Yui.
«Pronto, le devolveré la mirada a la Tormenta.»