27/06/2020, 19:49
Ese algo era...
Un hombre fuerte, alto y fornido. Musculoso, a diferencia de las otras dos piezas del tablero que a pesar de lucir físicamente más insulsos, no dejaban de ser dos seres poderosos. Azul, azul como el cielo mismo. O como el mar. Su descenso fue ligeramente más abrupto: levantó una estela de polvo, sus cabellos se azotaron con el fulgor del viento, y el haori se meneó al ritmo de las olas rompientes que adornaban su tela oscura. Ese algo era Umikiba Kaido.
A medida de que fue recuperando la compostura tras la abrupta entrada en el evento principal, su sonrisa fue curvándose, como de costumbre. Aquél manojo de dientes afilados volvió a relucir, brillante, y un suspiro abandonó su morada; reflejando la nostalgia que le causaba el panorama. Daruu, Datsue. Un vencedor, y un perdedor. Y al parecer, su querida Amegakure había prevalecido esta vez. No obstante, ambos se tomaban de la mano y compartían la gloria de la gran demostración de poder y gloria durante lo que imaginaba Kaido que había sido un portentoso y vistoso combate. Qué ingenuos...
El cuerno que anunciaba lo que estaba por venir sonó, y su moral se elevó hasta los cielos que surcaba el águila de Uchiha Zaide.
Su mirada se paseó por la conspicua figura de un derrotado Datsue. Luego, se meneó lasciva hacia un viejo conocido.
—Daruu-kun...
Para él, la consigna era aún más clara: Hacer historia, la muerte no era una opción.
Un hombre fuerte, alto y fornido. Musculoso, a diferencia de las otras dos piezas del tablero que a pesar de lucir físicamente más insulsos, no dejaban de ser dos seres poderosos. Azul, azul como el cielo mismo. O como el mar. Su descenso fue ligeramente más abrupto: levantó una estela de polvo, sus cabellos se azotaron con el fulgor del viento, y el haori se meneó al ritmo de las olas rompientes que adornaban su tela oscura. Ese algo era Umikiba Kaido.
A medida de que fue recuperando la compostura tras la abrupta entrada en el evento principal, su sonrisa fue curvándose, como de costumbre. Aquél manojo de dientes afilados volvió a relucir, brillante, y un suspiro abandonó su morada; reflejando la nostalgia que le causaba el panorama. Daruu, Datsue. Un vencedor, y un perdedor. Y al parecer, su querida Amegakure había prevalecido esta vez. No obstante, ambos se tomaban de la mano y compartían la gloria de la gran demostración de poder y gloria durante lo que imaginaba Kaido que había sido un portentoso y vistoso combate. Qué ingenuos...
El cuerno que anunciaba lo que estaba por venir sonó, y su moral se elevó hasta los cielos que surcaba el águila de Uchiha Zaide.
Su mirada se paseó por la conspicua figura de un derrotado Datsue. Luego, se meneó lasciva hacia un viejo conocido.
—Daruu-kun...
Para él, la consigna era aún más clara: Hacer historia, la muerte no era una opción.