27/06/2020, 19:55
Ese algo era Ryūnosuke, y por partida doble.
El Heraldo del Dragón aterrizó sobre el ring como lo haría un meteorito sobre un lago helado. Fue tal el impacto que se generó un cráter a su alrededor y la madera se levantó hecha trizas. Sus ojos dorados buscaron por un momento las figuras de los tres Kages. Luego bufó, como el hombre de negocios que al inspeccionar los dientes de un caballo decide que es demasiado viejo para invertir en él.
Mientras el águila de Zaide continuaba el vuelo al otro lado del ring, con otro Ryūnosuke a la espalda, él corría a las puertas del estadio. Allí por donde entraba y salía cada participante.
Abrió las puertas…
… y entró sabiendo que tan solo había una opción.
Ese algo era Ryūnosuke, y por partida doble.
El segundo Heraldo del Dragón aterrizó al otro lado del ring como lo haría un hipopótamo en una piscina. Fue tal el impacto que el suelo vibró —quizá también ayudado por las miles de personas que de repente se habían levantado, asustadas—, y la madera del ring se hundió bajo su peso. Sus ojos dorados buscaron por un momento las figuras de los Tres Kages. Luego dejó escapar un bufido, como si esperase encontrarse a leones y en su lugar obtuviese gatos.
Mientras el águila de Zaide ascendía hasta perderse en las nubes, Ryūnosuke corría a las puertas del estadio. Allí por donde entraba y salía cada participante.
Abrió las puertas…
Hacer historia o morir.
El Heraldo del Dragón aterrizó sobre el ring como lo haría un meteorito sobre un lago helado. Fue tal el impacto que se generó un cráter a su alrededor y la madera se levantó hecha trizas. Sus ojos dorados buscaron por un momento las figuras de los tres Kages. Luego bufó, como el hombre de negocios que al inspeccionar los dientes de un caballo decide que es demasiado viejo para invertir en él.
Mientras el águila de Zaide continuaba el vuelo al otro lado del ring, con otro Ryūnosuke a la espalda, él corría a las puertas del estadio. Allí por donde entraba y salía cada participante.
Abrió las puertas…
… y entró sabiendo que tan solo había una opción.
* * *
Ese algo era Ryūnosuke, y por partida doble.
El segundo Heraldo del Dragón aterrizó al otro lado del ring como lo haría un hipopótamo en una piscina. Fue tal el impacto que el suelo vibró —quizá también ayudado por las miles de personas que de repente se habían levantado, asustadas—, y la madera del ring se hundió bajo su peso. Sus ojos dorados buscaron por un momento las figuras de los Tres Kages. Luego dejó escapar un bufido, como si esperase encontrarse a leones y en su lugar obtuviese gatos.
Mientras el águila de Zaide ascendía hasta perderse en las nubes, Ryūnosuke corría a las puertas del estadio. Allí por donde entraba y salía cada participante.
Abrió las puertas…
Hacer historia o morir.
![[Imagen: S0pafJH.png]](https://imgfz.com/i/thumbnail/S0pafJH.png)