27/06/2020, 20:18
(Última modificación: 27/06/2020, 21:22 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
Ayame pegó un salto ligero y empezó a subir las escaleras prácticamente de dos en dos. Tenía que darse prisa. Los médicos no la habían soltado hasta hacía unos pocos minutos, por muchas protestas, peticiones y lloriqueos, no estaban para atender las súplicas de la kunoichi, sino las heridas que había recibido en su combate contra Daigo. Pero ella deseaba con todas sus fuerzas salir de allí, y correr para ir a ver la gran final entre Amedama Daruu y Uchiha Datsue, dos de sus amigos más queridos. Y su cuerpo reaccionaba a ese deseo, curándose a una velocidad antinatural, impulsado por la energía de Kokuō que corría por sus venas y por su propia habilidad para recopilar el agua del ambiente y asimilarla para sí misma.
«Vamos, vamos, vamos... ¡Espero que no hayan terminado!» Rogó, entre renovados jadeos, mientras seguía corriendo, tan rápido como le permitían las piernas, hacia las gradas superiores del estadio. Estaba claro que no había terminado de recuperarse, aún las molestias de los golpes recibidos con cada paso que daba, pero no estaba dispuesta a esperar más tiempo.
Pero tuvo que detenerse en seco entre dos escalones cuando algo parecido a un desagradable cosquilleo la sacudió de arriba a abajo, poniéndole la piel de gallina y erizando su vello. Ayame se quedó momentáneamente congelada en el sitio, estremeciéndose, con la mirada puesta en el vacío.
«Q... ¿Qué ha sido eso...?» Pensó, con una gota de sudor frío resbalando por su sien.
Y entonces escuchó gritos, alaridos y llantos provenientes de las gradas del exterior. El caos se había desatado allí fuera. Y aquella vez no había sido por su culpa. Aquella vez no había sido ella quien había perdido el control sobre su bijū.
«E... ¡Espera! ¿No habrá sido...?» El terror la invadió de sólo pensarlo.
«No. El Uchiha no ha perdido el control. Mi Hermano y él ya se llevaban bien, no tendría por qué haber pasado algo así.»
Ayame quiso seguir avanzando, pero entonces alguien se cruzó en su camino y la kunoichi se tensó en un acto reflejo. Era una persona, no podría haber discernido si era hombre o mujer, que ocultaba su rostro tras una máscara.
—Algo no va bien —le escuchó decir.
Y Ayame se asustó aún más.
—¡Espere! ¿Qué ha pasado? —le exigió saber, con la urgencia temblando en su voz.
«Vamos, vamos, vamos... ¡Espero que no hayan terminado!» Rogó, entre renovados jadeos, mientras seguía corriendo, tan rápido como le permitían las piernas, hacia las gradas superiores del estadio. Estaba claro que no había terminado de recuperarse, aún las molestias de los golpes recibidos con cada paso que daba, pero no estaba dispuesta a esperar más tiempo.
Pero tuvo que detenerse en seco entre dos escalones cuando algo parecido a un desagradable cosquilleo la sacudió de arriba a abajo, poniéndole la piel de gallina y erizando su vello. Ayame se quedó momentáneamente congelada en el sitio, estremeciéndose, con la mirada puesta en el vacío.
«Q... ¿Qué ha sido eso...?» Pensó, con una gota de sudor frío resbalando por su sien.
Y entonces escuchó gritos, alaridos y llantos provenientes de las gradas del exterior. El caos se había desatado allí fuera. Y aquella vez no había sido por su culpa. Aquella vez no había sido ella quien había perdido el control sobre su bijū.
«E... ¡Espera! ¿No habrá sido...?» El terror la invadió de sólo pensarlo.
«No. El Uchiha no ha perdido el control. Mi Hermano y él ya se llevaban bien, no tendría por qué haber pasado algo así.»
Ayame quiso seguir avanzando, pero entonces alguien se cruzó en su camino y la kunoichi se tensó en un acto reflejo. Era una persona, no podría haber discernido si era hombre o mujer, que ocultaba su rostro tras una máscara.
—Algo no va bien —le escuchó decir.
Y Ayame se asustó aún más.
—¡Espere! ¿Qué ha pasado? —le exigió saber, con la urgencia temblando en su voz.