27/06/2020, 20:41
«Algo no va bien.»
Los gritos de las gradas no eran de júbilo, ni eran de protesta. Las caras no anunciaban alegría, sino el comienzo de un acontecimiento funesto.
—Algo no va...
Un rayo cayó del cielo e impactó contra el ring, cegándoles momentáneamente. Daruu se tapó la cara con el antebrazo e instintivamente empujó a Datsue al suelo, interponiéndose entre lo que fuera aquello y el Uchiha. Estaba terriblemente herido.
«¿¡Kurama!?»
No, no era Kurama. Ese algo era...
...un inesperado pero conocido enemigo. O al menos, en parte. A los otros Daruu los conocería en ese preciso instante. Sekiryū. El Dragón Rojo, como se hacían llamar. Tanto Uchiha Akame como Umikiba Kaido, acompañados de otros tantos más, acababan de hacer acto de aparición en escena. La mirada de Daruu estaba fija, sin embargo, en quien antaño fue su compañero.
—Vosotros... ratas... ¿qué habéis venido a...?
El corazón le bombeaba a mil por hora. Pensó en su madre, en su recién adoptada hermana pequeña, en su maestro, incluso en Zetsuo. Pensó en Ayame, que debía estar en la enfermería, pensó en sus compañeros. Pensó en Yui. Pensó en sus compatriotas de Amegakure. Pensó en todos... menos en sí mismo.
Hacía mucho tiempo, justo después de otra pelea contra Datsue, se había encontrado a sí mismo como shinobi. Había comprendido que un sólo ninja podía cambiar el destino de Oonindo. Que un sólo ninja podía desviar el curso de la historia en el sentido correcto con un sólo y minúsculo movimiento.
Los ojos de Daruu lo veían casi todo, pero no lo veían todo. Era imposible predecir qué iba a pasar en el estadio. Era imposible predecir si saldrían bien parados, y había que tomar una decisión YA.
Pero si había algo con muchas probabilidades... algo que estaba en su mano evitar... algo...
Formuló el sello del Carnero sin mediar palabra y escupió una pequeña esfera al suelo, por sorpresa. Una densa niebla les envolvió, a él y a Datsue. Daruu saltó hacia atrás y se colocó al lado de su amigo. Formuló el sello de la técnica del clon de sombras, y su copia se abrazó al Uchiha con todas sus fuerzas.
—Sobrevive.
Clon y Datsue desaparecieron con un destello rojizo.
Daruu retrocedió, asustado, abrumado por el caos que se extendía a su alrededor. Se introdujo una píldora de soldado en la boca, y masticó.
«Cambiar la historia, salvar a un amigo. Incluso si tengo que morir.»
Lejos, y a la vez cerca. El Kage Bunshin de Daruu y Uchiha Datsue cayeron sobre una refrescante superficie de agua. Los gritos y el jaleo se oían, si bien amortiguados por al distancia, cuando el clon llevó a Datsue a nado hasta la orilla del Lago Partido, al noreste. Lo depositó con cuidado y se arrodilló frente a él.
—Lo siento... lo siento, pero ibas a ser el próximo Uzukage. Uzushiogakure te necesita... vivo. Nosotros te necesitamos vivo. —balbuceó el Hyūga, con un ataque de ansiedad—. Lo siento...
»Sobrevive. —¡Puff! El Kage Bunshin desapareció, dejándolo a él tumbado sobre la arena.
Los gritos de las gradas no eran de júbilo, ni eran de protesta. Las caras no anunciaban alegría, sino el comienzo de un acontecimiento funesto.
—Algo no va...
Un rayo cayó del cielo e impactó contra el ring, cegándoles momentáneamente. Daruu se tapó la cara con el antebrazo e instintivamente empujó a Datsue al suelo, interponiéndose entre lo que fuera aquello y el Uchiha. Estaba terriblemente herido.
«¿¡Kurama!?»
No, no era Kurama. Ese algo era...
...un inesperado pero conocido enemigo. O al menos, en parte. A los otros Daruu los conocería en ese preciso instante. Sekiryū. El Dragón Rojo, como se hacían llamar. Tanto Uchiha Akame como Umikiba Kaido, acompañados de otros tantos más, acababan de hacer acto de aparición en escena. La mirada de Daruu estaba fija, sin embargo, en quien antaño fue su compañero.
—Vosotros... ratas... ¿qué habéis venido a...?
El corazón le bombeaba a mil por hora. Pensó en su madre, en su recién adoptada hermana pequeña, en su maestro, incluso en Zetsuo. Pensó en Ayame, que debía estar en la enfermería, pensó en sus compañeros. Pensó en Yui. Pensó en sus compatriotas de Amegakure. Pensó en todos... menos en sí mismo.
Hacía mucho tiempo, justo después de otra pelea contra Datsue, se había encontrado a sí mismo como shinobi. Había comprendido que un sólo ninja podía cambiar el destino de Oonindo. Que un sólo ninja podía desviar el curso de la historia en el sentido correcto con un sólo y minúsculo movimiento.
Los ojos de Daruu lo veían casi todo, pero no lo veían todo. Era imposible predecir qué iba a pasar en el estadio. Era imposible predecir si saldrían bien parados, y había que tomar una decisión YA.
Pero si había algo con muchas probabilidades... algo que estaba en su mano evitar... algo...
Formuló el sello del Carnero sin mediar palabra y escupió una pequeña esfera al suelo, por sorpresa. Una densa niebla les envolvió, a él y a Datsue. Daruu saltó hacia atrás y se colocó al lado de su amigo. Formuló el sello de la técnica del clon de sombras, y su copia se abrazó al Uchiha con todas sus fuerzas.
—Sobrevive.
Clon y Datsue desaparecieron con un destello rojizo.
Daruu retrocedió, asustado, abrumado por el caos que se extendía a su alrededor. Se introdujo una píldora de soldado en la boca, y masticó.
«Cambiar la historia, salvar a un amigo. Incluso si tengo que morir.»
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Lejos, y a la vez cerca. El Kage Bunshin de Daruu y Uchiha Datsue cayeron sobre una refrescante superficie de agua. Los gritos y el jaleo se oían, si bien amortiguados por al distancia, cuando el clon llevó a Datsue a nado hasta la orilla del Lago Partido, al noreste. Lo depositó con cuidado y se arrodilló frente a él.
—Lo siento... lo siento, pero ibas a ser el próximo Uzukage. Uzushiogakure te necesita... vivo. Nosotros te necesitamos vivo. —balbuceó el Hyūga, con un ataque de ansiedad—. Lo siento...
»Sobrevive. —¡Puff! El Kage Bunshin desapareció, dejándolo a él tumbado sobre la arena.