1/07/2020, 20:56
Tal y como era de esperar, el caos se adueño del Estadio. Mientras en el graderío los civiles y demás espectadores poco doctos en las artes ninjas corrían atropelladamente por sus vidas, algunos de los nobles presentes eran evacuados por sus guardias personales. Akame le dedicó apenas una fugaz mirada a los palcos de Uzu y Kusa, que ya habían comenzado a desalojarse. Entornó la vista y luego la devolvió a lo que les ocupaba: el ring, y quienes estaban en él.
Antes de que pudiera hacer nada, Amedama Daruu reaccionó creando una especie de bruma pálida con uno de sus jutsus. Akame no lo pensó dos veces: sus manos formaron una corta secuencia de sellos y sopló con fuerza. Una ráfaga de aire salió expelida de sus labios, llevándose por delante aquella niebla y disipándola en cuestión de unos instantes. Sin embargo, el Uchiha no tardó en comprobar que ya era tarde: Datsue había desaparecido. Chasqueando la lengua, Akame le dirigió una mirada molesta a Daruu.
A su costado escuchó un aviso proveniente del bueno de Kaido; al parecer la Arashikage estaba tratando de cogerles por sorpresa... En mitad de una arena de treinta metros de diámetro, y sin ningún obstáculo visual. El Uchiha esbozó una sonrisilla traviesa, sin apartar su atención del joven Amedama y de la sombra anaranjada que se aproximaba hacia ellos, desde las gradas, a toda velocidad.
—Bueno, esto demuestra que se puede llegar a Arashikage aun habiendo hecho pellas en las clases de Sigilo e Infiltración.
Estando donde estaba la pulla podía salirle cara, pero ¿qué era de la vida sin un poco de riesgo?
Y entonces llegó hasta ellos. Akame supo lo que iba a ocurrir nada más ver a aquella antorcha de chakra descender de las gradas y acercarse al ring. Sarutobi Hanabi era como una maldita avalancha de chakra ígneo que amenazaba con devorarte como si las llamas que evocaba fuesen reales. Aquellos débiles de mente o pusilánimes de corazón podían verse fácilmente arrollados por la inconmesurable fuerza de su chakra, pero Akame supo aguantarle el tipo. En parte porque su propio chakra era suficientemente intenso como para resistir, y en parte porque... Bueno, en Uzushiogakure todos gustaban de considerar a Hanabi un monstruo, el Kage con el chakra de un bijū. El ninja con el Ninjutsu más poderoso de Ōnindo. Tiempo atrás Akame también lo había creído. Pero, ¿ahora? Ahora Akame sabía que si Hanabi era un volcán, Kurama era el mismísimo Sol.
—Uzukage-sama —saludó el exjōnin, no sin cierta sorna—. Se conserva usted bien. ¿Ya ha dejado las pastillas?
Antes de que pudiera hacer nada, Amedama Daruu reaccionó creando una especie de bruma pálida con uno de sus jutsus. Akame no lo pensó dos veces: sus manos formaron una corta secuencia de sellos y sopló con fuerza. Una ráfaga de aire salió expelida de sus labios, llevándose por delante aquella niebla y disipándola en cuestión de unos instantes. Sin embargo, el Uchiha no tardó en comprobar que ya era tarde: Datsue había desaparecido. Chasqueando la lengua, Akame le dirigió una mirada molesta a Daruu.
A su costado escuchó un aviso proveniente del bueno de Kaido; al parecer la Arashikage estaba tratando de cogerles por sorpresa... En mitad de una arena de treinta metros de diámetro, y sin ningún obstáculo visual. El Uchiha esbozó una sonrisilla traviesa, sin apartar su atención del joven Amedama y de la sombra anaranjada que se aproximaba hacia ellos, desde las gradas, a toda velocidad.
—Bueno, esto demuestra que se puede llegar a Arashikage aun habiendo hecho pellas en las clases de Sigilo e Infiltración.
Estando donde estaba la pulla podía salirle cara, pero ¿qué era de la vida sin un poco de riesgo?
Y entonces llegó hasta ellos. Akame supo lo que iba a ocurrir nada más ver a aquella antorcha de chakra descender de las gradas y acercarse al ring. Sarutobi Hanabi era como una maldita avalancha de chakra ígneo que amenazaba con devorarte como si las llamas que evocaba fuesen reales. Aquellos débiles de mente o pusilánimes de corazón podían verse fácilmente arrollados por la inconmesurable fuerza de su chakra, pero Akame supo aguantarle el tipo. En parte porque su propio chakra era suficientemente intenso como para resistir, y en parte porque... Bueno, en Uzushiogakure todos gustaban de considerar a Hanabi un monstruo, el Kage con el chakra de un bijū. El ninja con el Ninjutsu más poderoso de Ōnindo. Tiempo atrás Akame también lo había creído. Pero, ¿ahora? Ahora Akame sabía que si Hanabi era un volcán, Kurama era el mismísimo Sol.
—Uzukage-sama —saludó el exjōnin, no sin cierta sorna—. Se conserva usted bien. ¿Ya ha dejado las pastillas?