1/07/2020, 23:22
Si había una palabra para describir al Daruu de hoy, sería resolutivo. Ni el estrés post combate, ni la presencia de tantos criminales juntos fue suficiente para extinguir esa llama de supervivencia que le hizo actuar ipso facto. No hubo ni un destello de duda. Ni una pizca de temor: de inmediato se puso al resguardo de una pantalla de bruma oscura y compacta, muy similar al Kirigakure; pero que ocupaba un espacio considerablemente menor. Eso daba igual, no obstante, porque su objetivo no fue otro sino el de poner en resguardo a un amigo. Quizás, intuyendo que la vida de Datsue estaba en mayor peligro que la suya propia, en ese instante. Tal vez tenía razón, o tal vez no. Pero lo hecho hecho está, y gracias a la pronta respuesta de Akame, no había obstáculo que impidiera descubrir, finalmente, cuales habían sido las verdaderas intenciones de Amedama Daruu desde un principio.
Daba igual, Kaido no estuvo muy interesado en verlo más allá de su saludo inicial, pues tenía un papel que cumplir en el gran Esquema de los objetivos de Dragón Rojo.
Lo que sucedió luego, no obstante, resultó ser una consecución de eventos que pondrían en perspectiva lo bien preparados que estaban los Ryūtos para la ocasión. Después de todo, habiendo estudiado el Estadio con precisión y al haber elegido sus posiciones en el campo tras un análisis estratégico donde cuatro pares de ojos pudieran ser capaces de cubrir los flancos más susceptibles en la inmensidad de aquella arena, era prudente pensar que cualquier peligro exterior podía ser suprimido sin que conllevara a un sobre esfuerzo. Así sucedió con la primera gran pieza del tablero de los héroes: Amekoro Yui, que aparentemente en clandestinidad, trataba de escabullirse por la retaguardia de los Ryūto para, posiblemente, liarla sin que se dieran cuenta. Que Kaido fuera capaz de descubrirla en su lento acecho, fue gracias al chillido de un gran aliado, que navegaba los cielos, vigilante: Viento Blanco había dado el aviso que alertó a los Dragones y permitió, así, una respuesta inmediata antes de una tragedia.
—Zaide —y le indicó con la mirada que debía virar a su espalda.
¿Habíamos dicho que Amedama Daruu era un hombre resolutivo? pues digamos que, por razones muy diferentes, Umikiba Kaido también lo fue.
La posterior aparición de Hanabi —hombre al que no creía haber tenido el placer de conocer en persona, más allá de lo que le hubieran podido contar Akame durante la planificación de la invasión—. supuso ser la luz verde que permitiría al gyojin actuar en circunstancia según lo creyese conveniente. Y lo conveniente, en ese instante, era tocarles un poco los huevos. Y aunque Kaido podría admitir luego que tocar los huevos hubiese sido más sencillo si se tratara de otra persona —y no ese monstruo que explayaba su colosal reserva de chakra ante todos los presentes, con la clara intención de intimidarlos con la exaltación de su presencia—. lo cierto es que, esta vez, no iba a dejar amedrantarse por nadie. Ya Yui se había jactado de ello: no iba a permitir que otro cabrón con sombrero se la metiera dos veces.
— Podéis venir los tres a por mi a la vez o po...
¡Fiúsj, Fiúsj! dos balas de agua emergieron de los dedos índice de ambas manos del gyojin, que avanzarían mortíferas hacia los pechos de Daruu y Hanabi.
Daba igual, Kaido no estuvo muy interesado en verlo más allá de su saludo inicial, pues tenía un papel que cumplir en el gran Esquema de los objetivos de Dragón Rojo.
Lo que sucedió luego, no obstante, resultó ser una consecución de eventos que pondrían en perspectiva lo bien preparados que estaban los Ryūtos para la ocasión. Después de todo, habiendo estudiado el Estadio con precisión y al haber elegido sus posiciones en el campo tras un análisis estratégico donde cuatro pares de ojos pudieran ser capaces de cubrir los flancos más susceptibles en la inmensidad de aquella arena, era prudente pensar que cualquier peligro exterior podía ser suprimido sin que conllevara a un sobre esfuerzo. Así sucedió con la primera gran pieza del tablero de los héroes: Amekoro Yui, que aparentemente en clandestinidad, trataba de escabullirse por la retaguardia de los Ryūto para, posiblemente, liarla sin que se dieran cuenta. Que Kaido fuera capaz de descubrirla en su lento acecho, fue gracias al chillido de un gran aliado, que navegaba los cielos, vigilante: Viento Blanco había dado el aviso que alertó a los Dragones y permitió, así, una respuesta inmediata antes de una tragedia.
—Zaide —y le indicó con la mirada que debía virar a su espalda.
¿Habíamos dicho que Amedama Daruu era un hombre resolutivo? pues digamos que, por razones muy diferentes, Umikiba Kaido también lo fue.
La posterior aparición de Hanabi —hombre al que no creía haber tenido el placer de conocer en persona, más allá de lo que le hubieran podido contar Akame durante la planificación de la invasión—. supuso ser la luz verde que permitiría al gyojin actuar en circunstancia según lo creyese conveniente. Y lo conveniente, en ese instante, era tocarles un poco los huevos. Y aunque Kaido podría admitir luego que tocar los huevos hubiese sido más sencillo si se tratara de otra persona —y no ese monstruo que explayaba su colosal reserva de chakra ante todos los presentes, con la clara intención de intimidarlos con la exaltación de su presencia—. lo cierto es que, esta vez, no iba a dejar amedrantarse por nadie. Ya Yui se había jactado de ello: no iba a permitir que otro cabrón con sombrero se la metiera dos veces.
— Podéis venir los tres a por mi a la vez o po...
¡Fiúsj, Fiúsj! dos balas de agua emergieron de los dedos índice de ambas manos del gyojin, que avanzarían mortíferas hacia los pechos de Daruu y Hanabi.