1/07/2020, 23:41
(Última modificación: 2/07/2020, 00:32 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
«Akame, bastardo, me dijiste que Hanabi era un tío con chakra. ¡No que fuese el puto Ryū en persona!»
Lamentablemente, tuvo que apartar la vista de aquel espectáculo visual exclusivo para gente con dōjutsu. Primero por un familiar y agudo chillido proveniente del cielo. Miró a la izquierda, luego a la derecha, donde vio los ojos de Kaido apuntando a su punto ciego al mismo tiempo que sentía la urgencia en su voz y la preocupación en el tono. Manteniendo los pies quietos, torció el cuello y ladeó la cabeza hacia atrás y un lado, justo a tiempo para ver cómo una mujer de dientes de piraña le apuntaba con el dedo de una mano.
En el pasado, había visto al difunto de Shaneji con exacta postura corporal.
Hacía no tanto, el mismo Kaido le había apuntado de igual modo en la prisión del Yermo.
La bala mortal atravesó el acero de un ōkunai y lo envió volando muy lejos dando vueltas sobre sí misma. Zaide, ahora a siete metros de Yui, a un lateral suyo —el resto de enemigos se encontraba a su izquierda, más lejos—, la miró a los ojos. No, mirar no era la palabra adecuada. Más bien, clavó su ojo en el de ella como el de una daga afilada y oxidada.
Ah, sí, conocía aquellos ojos. Kaido le había hablado de ella. De lo imponente de su presencia. De su indoblegable alma. Había conocido a muchos como ella, que no temían a la muerte. Pero la gente siempre se equivoca con una cosa: todos, incluso los hijos de puta más locos, tienen miedo a algo.
Zaide creía saber a lo que temía una tormenta. No habló. No hizo gesto alguno. Dejó que su chakra y su facilidad para sugestionar la mente hablasen por él. Dejó que la electricidad recorriendo su brazo y el sonido de mil pájaros chirriando acompañasen a su mensaje.
¿Qué teme la tormenta?
«La tormenta se teme a sí misma», pensó Zaide. Teme el día en que arrase con lo que más quiere sin darse cuenta. Teme el día en que alguien querido salga herido por estar demasiado cerca de uno de sus rayos. Teme el día en que por culpa de uno de sus actos, alguien a quien ama muera.
Zaide le quiso decir con esa sola mirada que ese día había llegado.
Entonces sintió el poder de un bijū —casi se podía decir que no era una metáfora— no muy lejos y supo que la oportunidad que había tratado de crear ahora era más grande. A algunos cabrones como el propio Ryū les gustaba exhibir su chakra sin miramientos. Hanabi parecía igual de bruto e igual de necio, solo que incluso con más energía que derrochar, si cabe. ¡Incluso salían llamas del propio suelo, que ardía! El problema era que el poder bruto y descontrolado no distinguía a amigos de enemigos. A aliados de contrarios. Y, si no tenías lo suficiente como para contrarrestarlo…
… entonces te exponías a quedar paralizado en el sitio mientras un Uchiha cabrón recortaba la distancia a cuatro metros y te atravesaba el pecho con una lanza hecha de Raiton puro. Con Ryū había apuntado con la mano mala y le había atravesado el pulmón. Craso error. Por eso esta vez se aseguró de que fuese al maldito corazón, e hizo que acto seguido surgiesen múltiples cuchillas adicionales para rematar la faena.
Su ojo sano se desvió un breve instante hacia arriba. Viento Blanco le sobrevolaba a por lo menos unos veinte metros del suelo, en continuos círculos, vigilante, y los nubarrones negros ya habían cubierto todo el cielo azul.
Nota: Si Daruu se fija en Zaide, puede ver, gracias al Byakugan, que hay una técnica activa afectándole todo el cuerpo. Dicha técnica parece surgir del propio Mangekyō, activado en todo momento.
Lamentablemente, tuvo que apartar la vista de aquel espectáculo visual exclusivo para gente con dōjutsu. Primero por un familiar y agudo chillido proveniente del cielo. Miró a la izquierda, luego a la derecha, donde vio los ojos de Kaido apuntando a su punto ciego al mismo tiempo que sentía la urgencia en su voz y la preocupación en el tono. Manteniendo los pies quietos, torció el cuello y ladeó la cabeza hacia atrás y un lado, justo a tiempo para ver cómo una mujer de dientes de piraña le apuntaba con el dedo de una mano.
En el pasado, había visto al difunto de Shaneji con exacta postura corporal.
Hacía no tanto, el mismo Kaido le había apuntado de igual modo en la prisión del Yermo.
¡¡BOOMM!!
La bala mortal atravesó el acero de un ōkunai y lo envió volando muy lejos dando vueltas sobre sí misma. Zaide, ahora a siete metros de Yui, a un lateral suyo —el resto de enemigos se encontraba a su izquierda, más lejos—, la miró a los ojos. No, mirar no era la palabra adecuada. Más bien, clavó su ojo en el de ella como el de una daga afilada y oxidada.
Ah, sí, conocía aquellos ojos. Kaido le había hablado de ella. De lo imponente de su presencia. De su indoblegable alma. Había conocido a muchos como ella, que no temían a la muerte. Pero la gente siempre se equivoca con una cosa: todos, incluso los hijos de puta más locos, tienen miedo a algo.
Zaide creía saber a lo que temía una tormenta. No habló. No hizo gesto alguno. Dejó que su chakra y su facilidad para sugestionar la mente hablasen por él. Dejó que la electricidad recorriendo su brazo y el sonido de mil pájaros chirriando acompañasen a su mensaje.
¿Qué teme la tormenta?
Carisma 100 + 20 (Poder 100) = 120
vs
Voluntad 80
Diferencia de 40 puntos. Se considera que una diferencia de 20 puntos ya otorga una pequeña ventaja, pero si el Carisma supera a la Voluntad en al menos 40 puntos, el efecto es abrumador.
vs
Voluntad 80
Diferencia de 40 puntos. Se considera que una diferencia de 20 puntos ya otorga una pequeña ventaja, pero si el Carisma supera a la Voluntad en al menos 40 puntos, el efecto es abrumador.
«La tormenta se teme a sí misma», pensó Zaide. Teme el día en que arrase con lo que más quiere sin darse cuenta. Teme el día en que alguien querido salga herido por estar demasiado cerca de uno de sus rayos. Teme el día en que por culpa de uno de sus actos, alguien a quien ama muera.
Zaide le quiso decir con esa sola mirada que ese día había llegado.
Entonces sintió el poder de un bijū —casi se podía decir que no era una metáfora— no muy lejos y supo que la oportunidad que había tratado de crear ahora era más grande. A algunos cabrones como el propio Ryū les gustaba exhibir su chakra sin miramientos. Hanabi parecía igual de bruto e igual de necio, solo que incluso con más energía que derrochar, si cabe. ¡Incluso salían llamas del propio suelo, que ardía! El problema era que el poder bruto y descontrolado no distinguía a amigos de enemigos. A aliados de contrarios. Y, si no tenías lo suficiente como para contrarrestarlo…
Poder 140 de Hanabi vs Poder 40 de Yui
Un personaje de (Poder 140) es capaz de proyectar la fuerza de su chakra hacia el exterior, haciendo que personajes con (Poder 40) o menos queden blancos como la leche y rígidos, paralizados en el sitio sin mover ni un dedo.
Un personaje de (Poder 140) es capaz de proyectar la fuerza de su chakra hacia el exterior, haciendo que personajes con (Poder 40) o menos queden blancos como la leche y rígidos, paralizados en el sitio sin mover ni un dedo.
… entonces te exponías a quedar paralizado en el sitio mientras un Uchiha cabrón recortaba la distancia a cuatro metros y te atravesaba el pecho con una lanza hecha de Raiton puro. Con Ryū había apuntado con la mano mala y le había atravesado el pulmón. Craso error. Por eso esta vez se aseguró de que fuese al maldito corazón, e hizo que acto seguido surgiesen múltiples cuchillas adicionales para rematar la faena.
Su ojo sano se desvió un breve instante hacia arriba. Viento Blanco le sobrevolaba a por lo menos unos veinte metros del suelo, en continuos círculos, vigilante, y los nubarrones negros ya habían cubierto todo el cielo azul.
Nota: Si Daruu se fija en Zaide, puede ver, gracias al Byakugan, que hay una técnica activa afectándole todo el cuerpo. Dicha técnica parece surgir del propio Mangekyō, activado en todo momento.