4/07/2020, 01:49
(Última modificación: 4/07/2020, 01:51 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.
Razón: Faltas ortográficas tras una revisión rápida.
)
Quizás Kaido tenía razón. Quizás Daruu no era ese shinobi impulsivo, que no habría dudado ni un instante en ayudar a Hanabi a enfrentarlos. A Yui a matar a ese cabrón. A traer al tiburón de vuelta a la normalidad y dar caza a la alimaña de Uzushiogakure como el matarratas que un día quiso. Tal vez no lo fuera. Y eso le molestaba. Porque al final, a la hora de la verdad, Daruu se olvidó de su Kage, de su aldea, de su país. Todas esas cosas se habían difuminado. Sólo de preocupaba por los suyos. Y eso, quizás, era otorgarle algo de razón al Dragón Rojo.
El muchacho se disolvió entre el gentío. Y desactivó su Ojo Blanco, en pos de recuperar energías. Quizás habría sido buena idea mantenerlo activo aunque fuera un poco más, porque el estallido de aquella bomba de energía le cogió por sorpresa, y le hizo agacharse asustado como a todos los demás. Dirigió una breve mirada al palco de dónde había venido, pero desde allí era imposible discernir lo que pasó. De modo que trató de mezclarse mientras subía a la parte exterior del estadio, pasando por al lado de uno de los palcos, resguardándose entre el caos. Se apoyó en el murete y lo pasó por encima.
El Hyūga se deslizó por la pared del estadio de forma segura, vislumbrando el prado más allá. El ataque de Sekiryū y de los Generales parecía concentrarse en el lugar del evento. A Daruu, de hecho, le hacía falta dicha paz. Quizás pareciera que estaba huyendo.
Bueno, de hecho, estaba huyendo. Como una rata, ironía del destino. Pero también con una buena razón.
Echó a correr, con los ojos puestos en el bosque del Lago Partido. Y rezó, tan sólo rezó por que el destino le concediese un poco más de tiempo. Por que no llegase tarde.
El muchacho se disolvió entre el gentío. Y desactivó su Ojo Blanco, en pos de recuperar energías. Quizás habría sido buena idea mantenerlo activo aunque fuera un poco más, porque el estallido de aquella bomba de energía le cogió por sorpresa, y le hizo agacharse asustado como a todos los demás. Dirigió una breve mirada al palco de dónde había venido, pero desde allí era imposible discernir lo que pasó. De modo que trató de mezclarse mientras subía a la parte exterior del estadio, pasando por al lado de uno de los palcos, resguardándose entre el caos. Se apoyó en el murete y lo pasó por encima.
El Hyūga se deslizó por la pared del estadio de forma segura, vislumbrando el prado más allá. El ataque de Sekiryū y de los Generales parecía concentrarse en el lugar del evento. A Daruu, de hecho, le hacía falta dicha paz. Quizás pareciera que estaba huyendo.
Bueno, de hecho, estaba huyendo. Como una rata, ironía del destino. Pero también con una buena razón.
Echó a correr, con los ojos puestos en el bosque del Lago Partido. Y rezó, tan sólo rezó por que el destino le concediese un poco más de tiempo. Por que no llegase tarde.