5/07/2020, 20:48
Pero, repentinamente, la tormenta llegó hasta él sin previo aviso, embistiéndolo con la fuerza unísona de cientos de huracanes. La bala de agua salió despedida hacia el cielo y, en plena revuelta; madre e hijo se batieron en una riña que acabó finalmente con la Arashikage sometiendo a ese retoño travieso que, joven e ingenuo, era incapaz de controlar el porvenir de sus propios actos.
Así pues, Umikiba Kaido y Amekoro Yui cruzarían miradas por primera vez en casi dos años.
Resultó extraño, muy extraño. Fue como si dos océanos chocasen en algún punto de ōnindo, pero no acabasen juntándose. Eran mares de distinta densidad y profundidad. Uno más cálido que el otro, quizás, pero mares al fin y al cabo. Agua. De la más pura. Fluyendo de un lado a otro. De mirada en mirada. Sólo entonces, lo entendió. Lo entendió verdaderamente. Su manos luchaban por librarse de la presa. Sus piernas pataleaban como un niño malcriado. Era un movimiento con apenas esfuerzo que se sentía mecánico, porque no era él sino su instinto el que trataba de sobrevivir. Entendible. Cualquiera temería por su vida si Amekoro Yui, esa mujer indomable y decidida, te tenía reducido en el suelo. Los traidores, para ella, pagaban caro, ¿verdad? ¡Era Yui, después de todo! ¡esa Kage que era capaz de eliminar a cientos de vidas sin pestañear! ¡de cortar la cabeza de sus súbditos cuando se atrevían a mofarse de ella! ¡la que, por enseñar obediencia, ahogaba a su hija una y otra vez en los lagos de Amegakure! ¡ella... ella... Ella. Ella no le veía así. Al contrario, Kaido encontró, contra todo pronóstico, un rostro cansado, pero a su vez compasivo. Débil, pero también asertivo. El rostro de una madre que se desvive por los suyos y que quizás no siempre toma las mejores decisiones, pero que al fin y al cabo lo hace todo por ellos. Por ellos y por nadie más.
La voz de Amekoro Yui rompió entonces todos los esquemas. Cuando la escuchó, por alguna razón, Kaido dejó de moverse. En cambio, navegó la mirada cristalina de Yui y no impidió que cada una de sus palabras se adentraran más y más hasta lo más profundo de su ser, donde la débil proyección de su yo más antaño vivía encerrada, voluntarioso a las demandas del Kaido que ahora habitaba en la superficie. Allá arriba, donde existía luz. Es que no había querido ver en tanto tiempo.
. . .
—Kaido. Kaido. Estoy aquí. Te prometí enseñarte. Te prometí hacerte más fuerte. Y tú me prometiste que acabarías con ellos.
«Lo intenté. Eso quería. Dejé Amegakure pensando que lo podría lograr, pero luego... luego todo cambió. Recuerdo un sueño. Muy profundo. Tú me traicionabas... tú... acababas conmigo cuando ya no era útil. Después de todo, así somos las herramientas. Desechables»
»¡¡KAIDO!! ¡¡UMIKIBA KAIDO!! ¡¡BUSCASTE A TU VERDADERA FAMILIA TODA TU VIDA, Y JAMÁS LA ENCONTRASTE!! ¡¡PERO SIEMPRE ESTUVO AHÍ!!
«La busqué, la busqué tanto que me perdí. Quedé a la deriva, como una botella perdida en la legua mil de un océano lejano, frío y oscuro. ¿Está ahí? ¿en dónde? no, estoy solo. Siempre lo he estado»
»¡¡Kaido!! ¡¡Kaido!! ¡¡Kaido!! ¡¡Nosotros somos tu familia!! ¡¡Yo soy tu familia!! ¡¡Yo soy tu madre, madre de todos!! ¡¡Y TÚ ERES MI HIJO!! ¡¡UN HIJO DE LA TORMENTA!!
«¿Recibirías a un hijo con los brazos abiertos, después de todo lo que he hecho? he matado gente inocente. Decenas. He pecado y sin ninguna justificación para ello ¿Recibirías a un hijo con los brazos abiertos... si...?»
»¡¡KAIDO!! ¡¡KAIDO!! ¿¡VAS A SER TAN DÉBIL PARA DEJARTE MANIPULAR POR OTROS!? ¿¡ESE ERES TÚ!? ¿¡ESE ES EL HIJO DEL MAR ENFURECIDO QUE YO CONOZCO!? ¿¡EL QUE SE RÍE DE LA MUERTE, DE LAS DESGRACIAS, DE LAS DIFICULTADES!?
«No. ¡No! ¡ese no soy yo!»
»¡Kaido, eres mi HIJO! ¡KAIDO, VUELVE A CASA!
»¡Kaido, Kaido, KAIDO, KAIDO!
Recuerda quién eres. Te necesitan.
. . .
Lágrimas. Lágrimas contenidas. Un millar de sentimientos que emergieron a la superficie. Era él. Era Kaido, el Tiburón de Amegakure. Eso sí, destruido. Agobiado por los recuerdos y avergonzado por sus acciones. Oh, por tantas de ellas. Pensó en su primera víctima en nombre de Dragón Rojo. Un chico de apenas quince años, de su misma edad. ¿Qué culpa tenía? luego en la segunda, luego en la tercera. Crack. Quiebre. El sello se rompía, el Bautizo perdía el pulso.
Lágrimas. Lágrimas contenidas.
Arrepentimiento.
Miró a Yui, luego al cielo, con temor.
Resignación.
—Lo siento, Yui-sama, lo siento —dijo, con el sentir de su corazón. Vaya que lo sentía, sí, porque ya era muy tarde. Nada, ni ese inmenso muro que se alzó frente a ellos y que le ensombreció la mirada, iba a ser capaz de detener la tempestad que estaba a punto de ceñirse sobre todos y cada uno de ellos—. espero pueda perdonarme algún día.
Y entonces, sucedió...