7/07/2020, 23:06
Muéstrate débil cuando seas fuerte, y muéstrate fuerte cuando seas débil. La sabiduría de Akame resonó en su cabeza como esa antigua canción de verano que tan buenos recuerdos trae. El menor de los Uchihas había aprendido varias cosas de él —incluyendo cierto pacto con las serpientes—, pero no se podía decir que el beneficio no había sido mutuo.
«Ahora o nunca», pensó, cuando Yui desapareció del rango de su visión. Por un momento, había creído que todo se iba a ir a la mierda. Que volvería a fracasar. Que se quedarían a medias con el plan. Pero por una vez el mundo le sonreía y le decía: ahí lo tienes, vía libre para cambiar la historia.
La única pega era que le habían disparado en el centro del pecho. Una putada, ¿huh? Para la mayoría eso significaba también el último de los problemas. Claro que él se llamaba como se llamaba. Zaide…
… el que no se muere.
La triqueta negra giró sobre sí misma como un molino en un río de sangre, convirtiendo aquella herida mortal, la propia sangre que manchaba sus ropas y la parálisis en un sueño del pasado. ¿Izanagi? Oh, no, no. No se trataba de convertir la realidad en ilusión, se trataba de que él era la ilusión. La máxima expresión de lo que significaba ser un Uchiha. El poder de un ojo que el mismísimo Ryū había tratado de poseer.
Silbó al ver un gigantesco muro alzándose frente a Akame y él mismo. No fue un silbido de admiración o asombro, sino de llamada.
«Es la hora».
La hora de hacer historia. De cambiar su curso. La anterior llamada fue correspondida con un chillido. Viento Blanco jamás le había dejado tirado, y no iba a empezar a hacerlo aquel día. Los pies de Zaide desaparecieron del ring para saltar sobre el águila harpía, que batió las alas para elevarse más y más alto.
—Dime que no has perdido a tu presa de vista, amigo.
—¡No mientras tenga ojos!
¡¡¡BOOOOOOOOAAAAAAAMMMM!!!
Casi les pilla de improviso. Dos enormes explosiones al unísono. Una, tan destructiva que envolvió en llamas uno de los laterales del estadio, en su parte exterior, y que levantó una montaña de humo negro. La otra, en el lado opuesto, un gigantesco tornado que reventó techo, paredes y parte de la estructura del estadio. Un ataque que había ido de dentro hacia afuera, tan colosal que debía medir cuarenta metros de diámetro.
Y ahora su mano, envuelta en el rayo más poderoso que la humanidad había visto jamás, para dar el golpe final. Aquel Kirin iba dedicado a alguien muy concreto. A ese y a nadie más.
Uchiha Zaide se dejó caer al vacío, y apuntó con un dedo...
........¿A quién?
.....¿A quién?
......................................................................¿¡A quién!?
....................¿¡A QUIÉN!?
.............................................¿¡A QUIÉN!?
..........................................................................................................¿A HANABI?
.................................... ¿A KINTSUGI?
.....¿¡A YUI!?
A la mayor lacra que Ōnindo había tenido nunca. Al cáncer que había ido matando el continente, muy poquito a poco, sin que nadie se diese cuenta. Uno de esos tumores era Amekoro, pero no Yui. Tenía sangre de la Arashikage, mas sobre su cabeza había un sombrero distinto. Ese alguien era…
¡¡¡Zzzzzzssssssssssssssssssttttt!!!
… el Señor Feudal de la Tormenta.
Hacer historia...
... y derrocar el feudalismo.
![[Imagen: Uchiha-Zaide-eyes2.png]](https://i.ibb.co/gwnNShR/Uchiha-Zaide-eyes2.png)