8/07/2020, 02:41
(Última modificación: 8/07/2020, 02:42 por Amedama Daruu.)
Aquél día, Amekoro Yui lloró tres veces.
La primera, cuando sintió que su hijo todavía estaba allí, preso de aquella técnica, y creyó que podría traerlo de vuelta. La Arashikage se aferró a él, consciente de que si no lograba llegar hasta él, sería la última cosa que haría.
—Lo siento, Yui-sama, lo siento. Espero pueda perdonarme algún día.
La segunda, cuando lo consiguió. Cuando Kaido regresó. Se apoyó sobre la madera y lloró, de simple felicidad. Y negó con la cabeza. Sus ojos miraron a Kaido, a su Kaido.
—Pase lo que pase, tú, Umikiba Kaido, no hiciste nada. Nada. Te obligaron a hacerlo. Te doblegaron. Que no vuelvan a hacerlo, Kaido.
»Ya tienes mi perdón. Ahora, Kaido. Vuelve a unir tus lazos con tus compañeros. Ellos te...
¡¡¡BOOOOOOOOAAAAAAAMMMM!!!
Las tremendas explosiones hicieron que se levantase inmediatamente.
—¡Kaido, lucha a mi lado! ¡Cumple tu mi...!
¡¡¡Zzzzzzssssssssssssssssssttttt!!!
Otro estruendo. La Tormenta cayendo al otro lado del estadio. La sospecha. El terror.
Salió corriendo, ignorando a todos y a todo. Saltó sobre escombros, a través de llamas. Nada le importó. Salió fuera del estadio, nada de lo que encontrase en su camino le importaría más que...
—¡¡HERMANOOOOOOOOOOOOO!! ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!
La lluvia envolvía los desgarradores gritos de Amekoro Yui.
»¡¡¡JINZAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
Yui tropezó y se arrastró sobre la hierba. Agarró la ropa medio calcinada de su hermano.
»¡¡HIJOS DE PUTAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!
Aquella fue la tercera y última vez que Amekoro Yui lloró aquel día.
Acarició el cabello chamuscado de Amekoro Jinzaemon, y lo miró una última vez. Luego, se vio obligada a apartar la mirada.
«Que la lluvia de Amegakure te cobije, hermano.»
La primera, cuando sintió que su hijo todavía estaba allí, preso de aquella técnica, y creyó que podría traerlo de vuelta. La Arashikage se aferró a él, consciente de que si no lograba llegar hasta él, sería la última cosa que haría.
—Lo siento, Yui-sama, lo siento. Espero pueda perdonarme algún día.
La segunda, cuando lo consiguió. Cuando Kaido regresó. Se apoyó sobre la madera y lloró, de simple felicidad. Y negó con la cabeza. Sus ojos miraron a Kaido, a su Kaido.
—Pase lo que pase, tú, Umikiba Kaido, no hiciste nada. Nada. Te obligaron a hacerlo. Te doblegaron. Que no vuelvan a hacerlo, Kaido.
»Ya tienes mi perdón. Ahora, Kaido. Vuelve a unir tus lazos con tus compañeros. Ellos te...
¡¡¡BOOOOOOOOAAAAAAAMMMM!!!
Las tremendas explosiones hicieron que se levantase inmediatamente.
—¡Kaido, lucha a mi lado! ¡Cumple tu mi...!
¡¡¡Zzzzzzssssssssssssssssssttttt!!!
Otro estruendo. La Tormenta cayendo al otro lado del estadio. La sospecha. El terror.
Salió corriendo, ignorando a todos y a todo. Saltó sobre escombros, a través de llamas. Nada le importó. Salió fuera del estadio, nada de lo que encontrase en su camino le importaría más que...
—¡¡HERMANOOOOOOOOOOOOO!! ¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!
La lluvia envolvía los desgarradores gritos de Amekoro Yui.
»¡¡¡JINZAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
Yui tropezó y se arrastró sobre la hierba. Agarró la ropa medio calcinada de su hermano.
»¡¡HIJOS DE PUTAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!
«Que Amenokami os maldiga...»
Aquella fue la tercera y última vez que Amekoro Yui lloró aquel día.
«Que Amenokami os maldiga, para toda la eternidad...»
«Los Hijos de la Tormenta os lo harán pagar...»
«Os lo haré pagar...»
«Os lo juro...»
«Os lo juro.»
Acarició el cabello chamuscado de Amekoro Jinzaemon, y lo miró una última vez. Luego, se vio obligada a apartar la mirada.
«Que la lluvia de Amegakure te cobije, hermano.»