8/07/2020, 16:59
—Gracias a ti también... —escuchó decir a Hanabi tras su espalda.
Y ella inclinó la cabeza en un mudo asentimiento. Ya tendrían tiempo para las palabras. Ahora mismo, se encontraban demasiado ocupados en el ojo del huracán.
Cerca de allí, Yui se enzarzó con el Dragón de escamas azules. Desconocía cuáles eran las intenciones de la Arashikage con aquel movimiento, pero lo dejó estar. No parecía que necesitara ninguna ayuda por el momento, mientras que el Uzukage...
Pero nada de eso importó cuando dos violentas explosiones se sucedieron en ambos extremos del estadio. Fuego y viento, infierno y huracán. Y, segundos después, la matraca final en forma de trueno, más allá del estadio. Y entonces la Arashikage echó a correr con todas sus fuerzas, lanzando alaridos llenos de maldiciones y de dolor rotos.
—Kintsugi —la llamó Hanabi, y ella ladeó la cabeza hacia él—. Esto es una distracción. Han ido a por los Señores Feudales. Hemos perdido. Hemos...
La Morikage siseó entre dientes y retiró las manos. Pero no retiró el muro. Mientras Reiji hablaba con su Kage, se llevó una mano al oído y murmuró un par de preguntas. Terminó asintiendo, y entonces lanzó un suspiro cargado de alivio.
—El Señor Feudal del Bosque está a salvo. Mis shinobi se han encargado de ello —informó, volviéndose hacia ellos, analítica. Al otro lado del muro aún quedaba algún Dragón suelto, pero sólo había que ver el deplorable estado en el que se encontraba el Uzukage, la inminente inestabilidad emocional de la Arashikage, la debilidad del chico de la espada y sus propias escasas reservas de chakra como para darse cuenta de su situación—. Tu Kage tiene razón. Hemos perdido esta batalla. Pero no la guerra.
»Hanabi-dono, solicito una nueva reunión a tres.
«Hay muchas cosas de las que hablar.»
Y ella inclinó la cabeza en un mudo asentimiento. Ya tendrían tiempo para las palabras. Ahora mismo, se encontraban demasiado ocupados en el ojo del huracán.
Cerca de allí, Yui se enzarzó con el Dragón de escamas azules. Desconocía cuáles eran las intenciones de la Arashikage con aquel movimiento, pero lo dejó estar. No parecía que necesitara ninguna ayuda por el momento, mientras que el Uzukage...
Pero nada de eso importó cuando dos violentas explosiones se sucedieron en ambos extremos del estadio. Fuego y viento, infierno y huracán. Y, segundos después, la matraca final en forma de trueno, más allá del estadio. Y entonces la Arashikage echó a correr con todas sus fuerzas, lanzando alaridos llenos de maldiciones y de dolor rotos.
—Kintsugi —la llamó Hanabi, y ella ladeó la cabeza hacia él—. Esto es una distracción. Han ido a por los Señores Feudales. Hemos perdido. Hemos...
La Morikage siseó entre dientes y retiró las manos. Pero no retiró el muro. Mientras Reiji hablaba con su Kage, se llevó una mano al oído y murmuró un par de preguntas. Terminó asintiendo, y entonces lanzó un suspiro cargado de alivio.
—El Señor Feudal del Bosque está a salvo. Mis shinobi se han encargado de ello —informó, volviéndose hacia ellos, analítica. Al otro lado del muro aún quedaba algún Dragón suelto, pero sólo había que ver el deplorable estado en el que se encontraba el Uzukage, la inminente inestabilidad emocional de la Arashikage, la debilidad del chico de la espada y sus propias escasas reservas de chakra como para darse cuenta de su situación—. Tu Kage tiene razón. Hemos perdido esta batalla. Pero no la guerra.
»Hanabi-dono, solicito una nueva reunión a tres.
«Hay muchas cosas de las que hablar.»