9/07/2020, 21:23
(Última modificación: 9/07/2020, 21:24 por Uchiha Datsue.)
Acercó el cuerno de guerra a los labios y sopló con fuerza. Trabajo hecho. Plan ejecutado. Se permitió saborear la victoria por unos breves segundos, antes de ver a Amekoro Yui, allá abajo, corriendo hacia su hermano. Demasiado tarde. Demasiado lenta. Eso le hizo verse a sí mismo en ella. Cuando hacía no tanto, él mismo tenía a su hermana muerta entre sus brazos. Inevitablemente sintió un pinchazo en el pecho. Negó con la cabeza; apartó aquellos pensamientos.
No se arrepentía. No iba a pedir perdón. Había hecho lo que tenía que hacer.
—Vámonos —pidió a Viento Blanco. No le apetecía escuchar aquellos gritos rotos por el dolor ni un segundo más.
A medio camino de vuelta, algo le heló la sangre. Un inmenso rayo de energía salió disparado de algún punto del estadio y se llevó por delante a cientos de vidas.
—¿Qué cojones…?
No podían haber sido ellos. Aquello no entraba en los planes. ¿Un Kage desquiciado, quizá?
—¡El chico de la espada! —rugió Viento Blanco—. ¡Me lanzó el mismo tipo de ataque antes!
Oh, claro. Tenía que haber sido él. Viento Blanco retomó el vuelo y sobrevolaron el cementerio de los Señores menores. Su corazón, muy lejos de allí, se contrajo de pronto, como si acabase de recibir una puñalada por sorpresa. No, aquel no era el cementerio de aquellos hijos de puta. ¡Aquel era el cementerio de decenas! ¡De cientos, incluso! Hombres, mujeres, ¡niños!
Quiso decir algo, pero balbuceó algo incomprensible. Fue tal el batacazo que sintió todo el cuerpo anestesiado, como cuando recibes un golpe tan tremendo que antes de sufrir el dolor, sientes la carne adormilada. No quería creerlo. No quería seguir mirando.
—No puede ser… No puede… ¡No, bastardo, NO! ¡NOOOO!
¿Qué habían hecho?
¿Qué habían hecho?
¡¿Qué habían hecho?!
¿¡Qué había hecho él!?
Sintió el peso de cientos de muertes sobre sus hombros. Huérfanos. Madres y padres que no volverían a ver a sus hijos. Viudos. Viudas. Tantas familias destrozadas. Se le encorvó la espalda; se miró las manos, que le temblaban. ¿Qué había hecho? ¿Qué había hecho? ¿¡Qué había hecho!?
—¡Zaide!
Viento Blanco llamaba su atención. Su ojo lo vio. Allí estaba. Brillando como un fuego incandescente entre el polvo y la ruina. Con un gesto, hizo que Viento Blanco bajase en picado y tendió una mano al aire...
No se arrepentía. No iba a pedir perdón. Había hecho lo que tenía que hacer.
—Vámonos —pidió a Viento Blanco. No le apetecía escuchar aquellos gritos rotos por el dolor ni un segundo más.
A medio camino de vuelta, algo le heló la sangre. Un inmenso rayo de energía salió disparado de algún punto del estadio y se llevó por delante a cientos de vidas.
—¿Qué cojones…?
No podían haber sido ellos. Aquello no entraba en los planes. ¿Un Kage desquiciado, quizá?
—¡El chico de la espada! —rugió Viento Blanco—. ¡Me lanzó el mismo tipo de ataque antes!
Oh, claro. Tenía que haber sido él. Viento Blanco retomó el vuelo y sobrevolaron el cementerio de los Señores menores. Su corazón, muy lejos de allí, se contrajo de pronto, como si acabase de recibir una puñalada por sorpresa. No, aquel no era el cementerio de aquellos hijos de puta. ¡Aquel era el cementerio de decenas! ¡De cientos, incluso! Hombres, mujeres, ¡niños!
Quiso decir algo, pero balbuceó algo incomprensible. Fue tal el batacazo que sintió todo el cuerpo anestesiado, como cuando recibes un golpe tan tremendo que antes de sufrir el dolor, sientes la carne adormilada. No quería creerlo. No quería seguir mirando.
—No puede ser… No puede… ¡No, bastardo, NO! ¡NOOOO!
¿Qué habían hecho?
¿Qué habían hecho?
¡¿Qué habían hecho?!
¿¡Qué había hecho él!?
Sintió el peso de cientos de muertes sobre sus hombros. Huérfanos. Madres y padres que no volverían a ver a sus hijos. Viudos. Viudas. Tantas familias destrozadas. Se le encorvó la espalda; se miró las manos, que le temblaban. ¿Qué había hecho? ¿Qué había hecho? ¿¡Qué había hecho!?
—¡Zaide!
Viento Blanco llamaba su atención. Su ojo lo vio. Allí estaba. Brillando como un fuego incandescente entre el polvo y la ruina. Con un gesto, hizo que Viento Blanco bajase en picado y tendió una mano al aire...