10/07/2020, 17:29
El panorama que envolvía a Umikiba Kaido era deprimente e inhumano. Estando allí en el centro el ring era como si estuviera dentro del ojo del huracán. Una tensa y exasperante calma le envolvía, a pesar de que todo a alrededor era caos y destrucción. El calor de las llamas. El azote del viento. Los gritos de lamentos y desesperación de las víctimas. Las órdenes y demandas de los ninjas que aún luchaban por salvar a alguien. Lo sentía, la voluntad de vivir de algunos, y el último suspiro de otros, no tan afortunados, que sucumbieron al ataque.
Miró a Hanabi y a Kintsugi por un instante. Suspiró. No, no se había olvidado de ellos. Ahora debía protegerlos como si fueran su propio kage y respetar la Alianza que les unía, por muy fracturada que estuviese.
Un nuevo estruendo llamó su atención en dirección a una de las puertas. O lo que quedaban de ellas, después de que una inmensa roca las destrozara. De la polvoreada emergió la portentosa figura del hombre al que estaba esperando. Era él. Ryūnosuke. El guerrero de Ébano. La persona que, durante casi año y medio, había sido su mentor en los caminos de la perdición. Allí donde lo vio, cansado y endeble; Umikiba Kaido no dudó ni por un segundo. Dio un paso, luego otro.
—Kaido.
—Ryūnosuke —dijo, con una curiosa monotonía. Kaido recordó lo último que le prometió el Dragón en su viaje al Palacio del Hielo antes de quedar en coma durante un par de meses: que le enseñaría, a su imagen y semejanza, a abandonar su más grande debilidad—. Akame se ha ido, me dejó a la deriv...
«Si no eres lo suficientemente fuerte, deshazte de las cosas que te vuelven débil» ¡Fiusj! «Si tu cuerpo no es lo suficientemente duro, corta las partes blandas»
Un parpadeo. El cuerpo de Umikiba Kaido desapareció en lo que pareció ser un movimiento ultrarápido. Se apoyó allá en un escombro, y utilizó el efecto sorpresa del shunshin para aparecer arriba de su antiguo maestro Dragón. Nokomizuchi en mano, su fiel amiga, ayudándole a recobrar su honor. Blandiendo su último esfuerzo para volver, definitivamente, a casa.
Miró a Hanabi y a Kintsugi por un instante. Suspiró. No, no se había olvidado de ellos. Ahora debía protegerlos como si fueran su propio kage y respetar la Alianza que les unía, por muy fracturada que estuviese.
Un nuevo estruendo llamó su atención en dirección a una de las puertas. O lo que quedaban de ellas, después de que una inmensa roca las destrozara. De la polvoreada emergió la portentosa figura del hombre al que estaba esperando. Era él. Ryūnosuke. El guerrero de Ébano. La persona que, durante casi año y medio, había sido su mentor en los caminos de la perdición. Allí donde lo vio, cansado y endeble; Umikiba Kaido no dudó ni por un segundo. Dio un paso, luego otro.
—Kaido.
—Ryūnosuke —dijo, con una curiosa monotonía. Kaido recordó lo último que le prometió el Dragón en su viaje al Palacio del Hielo antes de quedar en coma durante un par de meses: que le enseñaría, a su imagen y semejanza, a abandonar su más grande debilidad—. Akame se ha ido, me dejó a la deriv...
«Si no eres lo suficientemente fuerte, deshazte de las cosas que te vuelven débil» ¡Fiusj! «Si tu cuerpo no es lo suficientemente duro, corta las partes blandas»
Un parpadeo. El cuerpo de Umikiba Kaido desapareció en lo que pareció ser un movimiento ultrarápido. Se apoyó allá en un escombro, y utilizó el efecto sorpresa del shunshin para aparecer arriba de su antiguo maestro Dragón. Nokomizuchi en mano, su fiel amiga, ayudándole a recobrar su honor. Blandiendo su último esfuerzo para volver, definitivamente, a casa.
Mizu Ryū...
¡¡¡¡¡ UMI-KIRI !!!!!
¡¡¡¡¡ UMI-KIRI !!!!!