10/07/2020, 23:58
Pero seguía viva. Tenía que estarlo, pensó, al ver a Daruu inclinarse sobre ella y tomarla por los hombros. Tenía que estarlo, porque la alternativa era que ambos estarían muertos, si no.
—General de Kurama. Y Dragón Rojo —murmuró Daruu, igual de afectado que Ayame ante lo que estaba sucediendo—. Yui y Hanabi luchan contra ellos. Kaido. Akame. Gente poderosa y extra...
«Kaido y Akame... ¿También están aquí?» Resolló Ayame, con los ojos abiertos como platos.
—Escúchame, Ayame —continuó—. No sé lo que quieren, pero si Kurama está allí, quizás eres su objetivo. Sois sus objetivos. Si vas hacia allí, nuestra familia correrá más peligro. Debes irte. Usa el Chishio. Vete. Vete lejos.
Pero Ayame hiperventilaba, incapaz de articular palabra. Parte por la impresión, parte porque la coordinación de sus músculos seguía alterada por aquella condenada técnica. Daruu le pedía que no interviniera, pese a que su Kage y su propia familia estaba enfrentando a las dos mayores amenazas de Ōnindo. ¡Era algo imposible de concebir para ella! Pero si de verdad era ella su objetivo, tal y como parecía ser por los ataques que había recibido, y sólo les ponía en un mayor peligro...
«¿Qué... Qué debo hacer...?» Sollozó, terriblemente abrumada.
«Sé que es difícil para la Señorita... Pero creo que Daruu tiene razón.» Intervino Kokuō.
—Atacaron cuando acabó el combate —explicó Daruu—. Llevé a Datsue al Lago Partido. Está débil. Debo ayudarle. Debo salvaros. Si no quieres irte, al menos quédate con nosotros. Por favor. Confía en Zetsuo, Kōri y Kiroe. De hecho, mi madre podría habérselos llevado a todos. Y todos son duros de pelar. Por favor.
Daruu se levantó. Y cuando hizo el amago de echar a andar, el pánico la invadió. No supo cómo lo hizo, pero lo consiguió: lanzó su mano hacia delante y se aferró con fuerza a su tobillo.
—A... yu... da...
Tres simples sílabas le había costado una concentración inconmensurable, y tres sacudidas de dedos. Sentía que la técnica estaba perdiendo su efecto, pero aún perduraría durante algunos segundos más.
Ni aunque hubiese querido, podría haberse marchado con el Chisio.
—General de Kurama. Y Dragón Rojo —murmuró Daruu, igual de afectado que Ayame ante lo que estaba sucediendo—. Yui y Hanabi luchan contra ellos. Kaido. Akame. Gente poderosa y extra...
«Kaido y Akame... ¿También están aquí?» Resolló Ayame, con los ojos abiertos como platos.
—Escúchame, Ayame —continuó—. No sé lo que quieren, pero si Kurama está allí, quizás eres su objetivo. Sois sus objetivos. Si vas hacia allí, nuestra familia correrá más peligro. Debes irte. Usa el Chishio. Vete. Vete lejos.
Pero Ayame hiperventilaba, incapaz de articular palabra. Parte por la impresión, parte porque la coordinación de sus músculos seguía alterada por aquella condenada técnica. Daruu le pedía que no interviniera, pese a que su Kage y su propia familia estaba enfrentando a las dos mayores amenazas de Ōnindo. ¡Era algo imposible de concebir para ella! Pero si de verdad era ella su objetivo, tal y como parecía ser por los ataques que había recibido, y sólo les ponía en un mayor peligro...
«¿Qué... Qué debo hacer...?» Sollozó, terriblemente abrumada.
«Sé que es difícil para la Señorita... Pero creo que Daruu tiene razón.» Intervino Kokuō.
—Atacaron cuando acabó el combate —explicó Daruu—. Llevé a Datsue al Lago Partido. Está débil. Debo ayudarle. Debo salvaros. Si no quieres irte, al menos quédate con nosotros. Por favor. Confía en Zetsuo, Kōri y Kiroe. De hecho, mi madre podría habérselos llevado a todos. Y todos son duros de pelar. Por favor.
Daruu se levantó. Y cuando hizo el amago de echar a andar, el pánico la invadió. No supo cómo lo hizo, pero lo consiguió: lanzó su mano hacia delante y se aferró con fuerza a su tobillo.
—A... yu... da...
Tres simples sílabas le había costado una concentración inconmensurable, y tres sacudidas de dedos. Sentía que la técnica estaba perdiendo su efecto, pero aún perduraría durante algunos segundos más.
Ni aunque hubiese querido, podría haberse marchado con el Chisio.