12/07/2020, 12:36
Amekoro Yui escuchó el sonido del cuerno de guerra que lo había comenzado todo. La Tormenta levantó una mirada cargada de rencor, odio y dolor, y clavó sus ojos muertos, apagados, anegados en lágrimas, en aquél hijo de la gran puta, allá en su maldito pájaro. ¡Maldito él, maldito su pájaro, maldita toda su familia y todos los que le acompañaban! Yui levantó un brazo tembloroso, apuntándole con los dedos tal y como había hecho en el estadio. Y entonces... Y entonces...
...bajó el brazo, lentamente, junto a con una mirada que se perdió en la hierba del valle. ¿Qué conseguiría con eso? ¿Qué había conseguido ella ese día? Nada.
Dos de sus shinobi enmascarados acudieron a ella corriendo. Uno de ellos se arrodilló al lado del cadáver de Amekoro Jinzaemon.
—¡Arashikage-sama! ¡Arashikage-sama! ¿¡Está usted bien!? ¿¡Qué ha sucedido!?
A la mujer le costó un momento reponerse. No quería que su voz sonara rota, y aún así, lo hizo. Tomó el semicalcinado sombrero de Daimyo de su hermano. Con la otra mano, se quitó el suyo propio, el de Arashikage. Y vistió el de Jinza, mientras sus rodillas la alzaban casi sin que ella quisiera.
—Yo ya no soy tu Arashikage, Koro-kun —Yui echó a caminar hacia un punto determinado a la izquierda del estadio—. Soy Amekoro Yui, única heredera viva en la línea de sucesión. Soy Amekoro Yui, Señora Feudal del País de la Tormenta.
»Volved al estadio y salvad todas las vidas que yo no he sido capaz de salvar por estar cegada en matar a estos cabrones, hacedme el favor. Evacuad a todos los civiles y ninjas heridos que podáis y hablad por mi ante los que puedan moverse todavía. Cuando todo haya pasado, volved a Amegakure lo más pronto posible.
Mientras Yui se alejaba, al ANBU le costó algo de tiempo contestar. Echó la mirada atrás a su compañero, que inspeccionaba a Jinzaemon. Éste se encogió de hombros.
—¿Y usted?
—No te preocupes por mí. Estaré en las mejores manos, si es que las encuentro.
...bajó el brazo, lentamente, junto a con una mirada que se perdió en la hierba del valle. ¿Qué conseguiría con eso? ¿Qué había conseguido ella ese día? Nada.
Dos de sus shinobi enmascarados acudieron a ella corriendo. Uno de ellos se arrodilló al lado del cadáver de Amekoro Jinzaemon.
—¡Arashikage-sama! ¡Arashikage-sama! ¿¡Está usted bien!? ¿¡Qué ha sucedido!?
A la mujer le costó un momento reponerse. No quería que su voz sonara rota, y aún así, lo hizo. Tomó el semicalcinado sombrero de Daimyo de su hermano. Con la otra mano, se quitó el suyo propio, el de Arashikage. Y vistió el de Jinza, mientras sus rodillas la alzaban casi sin que ella quisiera.
—Yo ya no soy tu Arashikage, Koro-kun —Yui echó a caminar hacia un punto determinado a la izquierda del estadio—. Soy Amekoro Yui, única heredera viva en la línea de sucesión. Soy Amekoro Yui, Señora Feudal del País de la Tormenta.
»Volved al estadio y salvad todas las vidas que yo no he sido capaz de salvar por estar cegada en matar a estos cabrones, hacedme el favor. Evacuad a todos los civiles y ninjas heridos que podáis y hablad por mi ante los que puedan moverse todavía. Cuando todo haya pasado, volved a Amegakure lo más pronto posible.
Mientras Yui se alejaba, al ANBU le costó algo de tiempo contestar. Echó la mirada atrás a su compañero, que inspeccionaba a Jinzaemon. Éste se encogió de hombros.
—¿Y usted?
—No te preocupes por mí. Estaré en las mejores manos, si es que las encuentro.