24/07/2020, 00:42
Umikiba Kaido agachó la cabeza, agobiado por las palabras de Zaide. Mantuvo los ojos clavados al suelo mientras le daba vueltas al asunto. ¿Y si tenía razón? ¿Y si...
Alzó la vista y trató de mantenerla bien puesta en Hanabi. Le era condenadamente difícil, pero no era tiempo de mostrar sus flaquezas. No cuando seguía librando una lucha interna entre el bien y el mal, esa que podía perder en cualquier momento, y en la que solo había tomado ventaja gracias a Amekoro Yui. Sin ella allí presente, todo era muy incierto. Su voluntad, lo quisiera o no, seguía siendo frágil como un espejo, y el sello era ventarrón que buscaba romperlo.
»Umikiba. Las palabras de ese hombre...
—No le voy a mentir, Uzukage. Después de todo lo que ha pasado, no le puedo asegurar nada. Ahora mismo no confiaría ni en mi propia sombra —dijo. Luego empezó a rebuscar algo en su portaobjetos. Eran unas esposas supresoras de chakra. Se ancló la primera en una de sus muñecas—. lo mejor será que me tengan en custodia hasta saber qué está pasando conmigo. Yui-sama se fue hacia all...
—Kaido —el mundo se le vino encima, con aquella voz atizándole a la espalda. Kaido se viró con temor y vergüenza a partes iguales, sabiendo de quién se trataba. Le miró, en silencio... y terminó de ponerse a sí mismo el grillete que faltaba. Kaido sonrió. Ver a Daruu con aquél sombrero —ese mismo que llevaba Yui cuando le ayudó a salir del control del sello—. le alumbró un poquito su oscuro corazón. Al menos ellos habían hecho las cosas bien. Al menos alguien había sido un buen hijo de la Tormenta.
—Daruu —dijo. Su voz era también triste como la de su amigo, con matices de arrepentimiento—. qué bueno verte, viejo amigo —miró el sombrero y pensó en Yui—. ¿ella está bien?
Alzó la vista y trató de mantenerla bien puesta en Hanabi. Le era condenadamente difícil, pero no era tiempo de mostrar sus flaquezas. No cuando seguía librando una lucha interna entre el bien y el mal, esa que podía perder en cualquier momento, y en la que solo había tomado ventaja gracias a Amekoro Yui. Sin ella allí presente, todo era muy incierto. Su voluntad, lo quisiera o no, seguía siendo frágil como un espejo, y el sello era ventarrón que buscaba romperlo.
»Umikiba. Las palabras de ese hombre...
—No le voy a mentir, Uzukage. Después de todo lo que ha pasado, no le puedo asegurar nada. Ahora mismo no confiaría ni en mi propia sombra —dijo. Luego empezó a rebuscar algo en su portaobjetos. Eran unas esposas supresoras de chakra. Se ancló la primera en una de sus muñecas—. lo mejor será que me tengan en custodia hasta saber qué está pasando conmigo. Yui-sama se fue hacia all...
—Kaido —el mundo se le vino encima, con aquella voz atizándole a la espalda. Kaido se viró con temor y vergüenza a partes iguales, sabiendo de quién se trataba. Le miró, en silencio... y terminó de ponerse a sí mismo el grillete que faltaba. Kaido sonrió. Ver a Daruu con aquél sombrero —ese mismo que llevaba Yui cuando le ayudó a salir del control del sello—. le alumbró un poquito su oscuro corazón. Al menos ellos habían hecho las cosas bien. Al menos alguien había sido un buen hijo de la Tormenta.
—Daruu —dijo. Su voz era también triste como la de su amigo, con matices de arrepentimiento—. qué bueno verte, viejo amigo —miró el sombrero y pensó en Yui—. ¿ella está bien?