Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
6/09/2018, 20:47 (Última modificación: 6/09/2018, 20:48 por Aotsuki Ayame.)
Para su absoluto alivio, Shanise le restó importancia sacudiendo una mano en el aire.
—Está bien, está consciente y está en el barco. Podrás hablar con él todo lo que quieras en cuanto estemos allí, Ayame —Shanise se acercó a ella, agachándose para colocarse a su mismo nivel. Sus ojos esmeraldas, solicitantes y firmes, se encontraron con los ojos castaños de Ayame, confundidos y temerosos—. Ayame. Hablarás con Daruu. Ahora, volvamos al barco. Lo antes posible. No-estamos-seguros-en-Uzushiogakure, ¿me entiendes? Le han dejado inconsciente, y cuando te teletransportaron al hospital no se dignaron a decirme nada.
Ayame temblaba. Se sentía una niña. Una niña incapaz de comprender qué era lo que estaba sucediendo a su alrededor. Apenas un peón en una partida de ajedrez... aunque en su interior pudiera guardar un poder como el del caballo, siempre estaba entre los alfiles y las torres. Siempre estaba protegida.
»No hablaremos con ningún uzujin. Y menos con uno cuyo nombre empiece por Uchiha, Ayame. Hanabi y Akame aparecieron con Daruu inconsciente y esposado, Ayame. Esto no es un juego. Esto es casi la guerra. Vámonos.
Cada vez que repetía su nombre se sentía como un nuevo martillazo sobre el cráneo. Durante un instante deseó no estar despierta. Deseó seguir en el mundo de los sueños, donde todo era mucho más fácil y sencillo... Pero no podía quedarse en el mundo de los sueños siempre. Debía regresar cada mañana.
—Además... ¿Sabes lo que me ha costado que tu familia se quedara también en el barco?
—Papá... Kōri... —Los ojos se le llenaron de lágrimas inevitablemente.
—Ayame, por favor, no es el momento. Pregunta lo que quieras cuando estemos con ellos. Estamos solos con un montón de ninjas cuyas intenciones no están claras. VAMOS. AL. BARCO.
Ella volvió a temblar y miró a su alrededor, desesperanzada y sintiéndose estúpida a partes iguales.
—¿Pero cómo es posible...? ¿Han intentado secuestrarme... como los Kajitsu? Pero... si me han estado curando... Han cuidado de mí mientras estaba inconsciente... Si hubiesen tenido malas intenciones...
«Daruu. Esposado y con la nariz rota.» Le recordó su cerebro, y se le encogió el corazón de forma terriblemente dolorosa cuando pronunció las siguientes palabras.
—Debe ser un malentendido... Si... ¡Si hablo con el Uzukage todo se resolverá! —resolvió, y se llevó una mano al pecho—. ¡Todo esto ha sido culpa mía! ¡Debo ir a hablar con él! ¡Déjame hacerlo, por favor, Shanise-senpai!
Shanise apretó la mano sobre el pomo de la puerta, ya a medio girar. Todo su cuerpo tembló un momento.
—¿Recuerdas cuando te dije que eras una ninja de Amegakure y no sólo un jarrón? —dijo—. ¿Qué crees que hacía Daruu inconsciente y esposado? Sólo planeaban tenerte de rehén, Amenokami sabe para qué. Como un objeto con un chakra enorme dentro.
»Tú no sabes lo que ha pasado aquí, y no puedes entender la situación. Volverás al barco conmigo, y no te separarás ni un milímetro de mi hasta que lo hagas.
Ayame pudo percibirlo incluso antes de que sucediera. Sintió la tensión en el brazo de Shanise, que sostenía un pomo a medio girar, subiendo por su antebrazo hasta su hombro y extendiéndose por todo su cuerpo. Sintió su ira vibrando en cada poro de su piel. Y sintió miedo.
—¿Recuerdas cuando te dije que eras una ninja de Amegakure y no sólo un jarrón? —preguntó—. ¿Qué crees que hacía Daruu inconsciente y esposado? Sólo planeaban tenerte de rehén, Amenokami sabe para qué. Como un objeto con un chakra enorme dentro.
—Pero...
—Tú no sabes lo que ha pasado aquí, y no puedes entender la situación —la cortó la Jōnin, tajante como el filo de su katana—. Volverás al barco conmigo, y no te separarás ni un milímetro de mi hasta que lo hagas.
—¡Pero...!
—Es una orden.
Ya estaba. Las palabras mágicas. Las palabras que la ataban como la genin que era a su superiora. Ayame, alicaída, dejó caer los hombros con un pesado nudo en el pecho.
—Sí, Shanise-senpai... —accedió al fin, a regañadientes. Sin embargo, antes de salir a toda prisa necesitaba hacer una última pregunta cuya respuesta de verdad necesitaba saber—. Shanise-senpai... cuando... cuando perdí el control... Hubo... ¿Hubo... heridos...? ¿Hubo...?
«¿"Muertos"?» Fue su mente la que completó las palabras que sus labios no se atrevieron siquiera a formular.
Shanise rechinó los dientes, cada palabra que iba a decir costándole más que la anterior:
—No. Lanzaste un láser de energía pero Datsue lo absorbió con una técnica del Sharingan.
Las dos salieron de la habitación y caminaron por el pasillo del hospital. Sin prestar atención a otros enfermos, ni a médicos, ni a enfermeros. Bajaron las escaleras, todo esto agarradas de la mano: Shanise estaba más segura de esta manera.
Abandonaron el hospital y se dirigieron a toda prisa y por el camino más rápido hacia el puerto. No tardaron más de unos diez minutos en alcanzar el embarcadero. Ya se veía a lo lejos el puente de entrada al barco que les llevaría de vuelta al hogar.
—No sabes lo que me alegro de que no te pasara nada. Después de lo que me costó cogerte cariño, no sabes lo que me habría dolido perderte.
No. Yo no había hablado bajito para nada. Me estaban haciendo el vacío. Todos y cada uno de ellos. Había lanzado la pregunta al aire, con el que parecía el líder de Kusa incluso allí delante. Ni uno de ellos se giró para responderme, pero es que ni siquiera me dirigieron la mirad. Pero cuando ya pensaba que yo debía ser un fantasma o un espíritu y que nadie podía verme y oirme, una voz se alzo entre todos y explico, a su manera, la situación.
— Verás, señor compañero, Aotsuki Ayame, ahora conocida jinchuriki de Amegakure, perdió los papeles, lo cual se traduce en caos y destrucción. Datsue pudo detener la destrucción, pero no el caos. Todos se volvieron locos, algunos (los kuseños) más que otros. Uzumaki Eri, aquí presente, y otro shinobi de nuestro villa, se teletransportaron con la jinchuriki para salvarle el culo a todos, básicamente, pero a las otras villas no les sentó bien que les salvaramos el culo. Shanise se lanzó a por Datsue, Hanabi se lanzó a por Shanise y después, toda Kusagakure se lanzó a por Datsue. Obviamente, yo intervine para salvar a mi compañero. Y aquí estamos.
Aquello, dicho sin pelos en la lengua y con todos los de Kusagakure delante, explicaba gran parte del caos del estadio. Ayame, ese nombre me sonaba de algo, pero yo nunca destaqué por mi buena memoria.
—Es decir, que mientras los de Ame tenían una "excusa" para pensar que les habíamos robado a su jinchuriki, los de kusagakure nos atacaron por que si, por amor a la guerra. Por que ya me dirás tu que sentido tiene si no abalanzarse sobre el tío que pudo parar la destrucción. En fin...— Yo tampoco me corté un pelo la verdad, a ver si al menos al escucharme se avergonzaban de sus poco honorables actos. —Eso solo deja una incognita, cuando nos marchamos del estadio, había un tio azulado de amegakure intentando matar a otro chico de amegakure. ¿Tampoco se fían de ellos mismos y tienen que matarse entre ellos?
Al rato, mientras hablamos, salieron del hospital el uzukage y los dos hermanos del desierto. Ignorando a los de Kusa, pero sobretodo, ignorando a nosotros, que les habíamos acompañado hasta aquí. Vale que yo no había hecho nada de nada, literal, pero Nabi y Eri si. Al menos una orden en plan "Vigilad que los de Kusa se piran de la aldea" o "Bien hecho, podéis retiraros". Pero no, ni siquiera una maldita mirada. Y lo peor: SE ESTABA LLEVANDO MI KATANA.
— Van en dirección al edificio del Uzukage, voy a ir y esperar a que salga Datsue para preguntarle qué cojones ha pasado al final. ¿Venis u os vais?
—Te acompaño, tengo que pedirle a Datsue que me devuelva algo...
6/09/2018, 22:26 (Última modificación: 6/09/2018, 22:42 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
— Verás, señor compañero, Aotsuki Ayame, ahora conocida jinchuriki de Amegakure, perdió los papeles, lo cual se traduce en caos y destrucción. Datsue pudo detener la destrucción, pero no el caos. Todos se volvieron locos, algunos (los kuseños) más que otros. Uzumaki Eri, aquí presente, y otro shinobi de nuestro villa, se teletransportaron con la jinchuriki para salvarle el culo a todos, básicamente, pero a las otras villas no les sentó bien que les salvaramos el culo. Shanise se lanzó a por Datsue, Hanabi se lanzó a por Shanise y después, toda Kusagakure se lanzó a por Datsue. Obviamente, yo intervine para salvar a mi compañero. Y aquí estamos.
Eso no fue del todo así, y ella lo sabía, ella sabía la verdad, pero tampoco estaba de ánimos como para contárselo a nadie. Vio como su Uzukage salió junto a los Hermanos del Desierto y ni si quiera les dijo nada, así que se sintió aún peor si cabía, pero no dijo ni reprochó nada. Miró a Nabi y luego a Reiji, los únicos que quedaban junto a un poco gentío que todavía se arremolinaba por los alrededores, pero no le importó, simplemente miraba a los dos alternando el tiempo entre ellos y el suelo.
—Es decir, que mientras los de Ame tenían una "excusa" para pensar que les habíamos robado a su jinchuriki, los de kusagakure nos atacaron por que si, por amor a la guerra. Por que ya me dirás tu que sentido tiene si no abalanzarse sobre el tío que pudo parar la destrucción. En fin...
Tampoco sentía que eso fuese así del todo, pero, como bien sabía ella, estaba cansada y agotada mentalmente, utilizar tanto chakra de golpe, teletransportarse así, de buenas y después correr de un lado para otro dejó su cuerpo magullado, así que volvió a quedarse callada, mirando al suelo junto a Nabi y a Reiji.
— Van en dirección al edificio del Uzukage, voy a ir y esperar a que salga Datsue para preguntarle qué cojones ha pasado al final. ¿Venís u os vais?
—Te acompaño, tengo que pedirle a Datsue que me devuelva algo...
—Sí, creo que será lo mejor, así nos enteramos directamente y no por terceros como normalmente hacemos. —Sentenció la Uzumaki, comenzando a caminar por donde habían pasado Hanabi, Akame y Datsue, sin decir ni una palabra más.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Ambos aceptaron acompañarme, lo cual fue nuevo para mi. Gente haciéndome caso a mi, sin duda, estaba evolucionando como shinobi, y como persona, tal vez, y solo tal vez, la gente empezaría a hacerme caso una vez al año. ¿O se habían alineado los planetas? ¿La casi guerra había debilitado la maldición que pesaba sobre mi espalda?
En cualquier caso, lideré el camino andando a una velocidad más bien rápida pero sin llegar a correr. Tenía algo de ansiedad post-casi-pelea, pero definitivamente no iba a ponerme de nuevo a correr para arriba y para abajo de tejado en tejado como un loco. Eso lo reservaba para cuando tenía que parar a genins de otras villas sin un solo gramo de conciencia, nunca pensé que Juro fuese así. Bueno, sí, lo pensé un par de veces cuando el cabrón ni se dignó a visitarme. Da igual, ahora, en momentos así, es cuando ves de qué pasta está hecha la gente.
Kusagakure me había decepcionado. A pesar de las bromas de Datsue y de las mías propias, siempre me lo tomé como lo que eran, bromas, falsedades exageradas para tener una buena metáfora a mano cuando se necesita. Amegakure solo había confirmado lo de siempre, casi todos los amenios que había conocido estaban grillados, que no eran muchos, pero sí demasiados. Aotsuki Ayame casi revienta mi villa y la idea de Amedama Daruu fue abrazarla para que no se sintiese sola o algo.
En general, las relaciones exteriores se habían ido a tomar por culo. Y antes de lo esperado estábamos en la puerta del edificio del Uzukage y Akame y Datsue estaban a punto de besarse sosteniendo cada uno un cigarrillo. Posiblemente una de las imágenes más asquerosas que uno podía ver, oler o simplemente imaginar.
— ¿Pero qué coño está pasando aquí?
Hablar de forma un tanto desquiciada se estaba quedando grabado a fuego en mi cerebro ya, el día había sido muy largo, el tabaco olía muy mal y los Hermanos del Desierto estaban en pleno incesto. Ese día no paraba de mejorar.
—Kaido, lleva a Daruu a su habitación y no te salgas del hospital hasta que vuelvan mis dos guardias. Entonces, les dices el número de su habitación y vuelves inmediatamente al barco
Kaido asintió cual soldado obediente, y se dirigió, con Daruu sobre los hombros; hasta la habitación.
De allí en más, tan sólo le quedó esperar.
. . .
Para entonces, ya todo habría terminado. Allá, en el Estadio de la tercera prueba. Ya no habría un Kage Bunshin paseándose por los linderos del hospital. Y quizás, habría un amejin menos en Oonindo.
Ella rechinó los dientes, como si cada palabra formulada estuviera atascada en su garganta:
—No. Lanzaste un láser de energía pero Datsue lo absorbió con una técnica del Sharingan.
Y Ayame se estremeció con violencia. Un láser de energía. Así, sin más. Sentía un verdadero alivio de que aquello no hubiese terminado en una auténtica catástrofe, pero también le aterraba la idea de que Datsue hubiese conseguido absorberlo con sus ojos. ¿Acaso había algo que el Sharingan no pudiese hacer?
—Entiendo... menos mal...
Y, con aquella última pregunta respondida, Shanise y Ayame salieron de la habitación 101. Caminaron por los pasillos y bajaron las escaleras, siempre mirando al frente, sin dirigir ningún tipo de atención a los pacientes, visitantes, médicos o enfermeros que pasaban junto a ellas. Haciendo caso omiso a las miradas sorprendidas que más de uno les dirigió. O al menos Shanise caminaba así, porque Ayame había agachado la cabeza, temblando, consciente de que todos los ojos caían sobre ella. Sobre el monstruo.
Salir al exterior no fue mucho mejor, pero Ayame agradeció enormemente poder respirar aire fresco de nuevo. Se dejó guiar dócilmente hacia el puerto, aunque su mirada vagaba de vez en cuando hacia donde ella creía que estaba el edificio del Uzukage. Era consciente de que la Jōnin estaba tomando todos los atajos posibles, y fue entonces cuando se dio cuenta de que la llevaba agarrada de la mano, sus dedos cerrados con firmeza en torno a los suyos. La mujer iba en serio con aquello, no iba a dejar ningún resquicio a la posibilidad de perderla de vista de nuevo de ninguna manera.
—No sabes lo que me alegro de que no te pasara nada —repitió, como si le hubiera leído el pensamiento—. Después de lo que me costó cogerte cariño, no sabes lo que me habría dolido perderte.
Y aquellas últimas palabras calaron profundamente en Ayame e invocaron los recuerdos de una lejana misión: Shanise, Mogura y ella compartiendo las comidas que el médico había sellado en un pergamino. Shanise soportando todos y cada uno de los inocentes comentarios de Ayame (que sólo quería saber cómo funcionaba el chakra natural). Shanise cargándola sobre su espalda cuando el terror la invadió. Shanise y Mogura salvándola de las garras de Hōzuki Marun... Todos aquellos sentimientos se agolparon en su garganta, y la muchacha no pudo reprimir una sonrisa nerviosa aderezada con lágrimas amargas. Parecía que había pasado una eternidad desde entonces, ¡apenas podía reconocerse a sí misma en sus recuerdos...! ¿Y sólo había pasado un año? ¿Cuándo había comenzado a torcerse todo?
—Lo siento, Shanise-senpai —dijo, justo antes de ceder a su deseo, olvidar cualquier tipo de formalismos, y abrazarse a la Jōnin.
Se separó de manera inmediata, sin embargo. Y cuando el mar quedó a la vista y Ayame reconoció entre sus olas el barco que habría de llevarla de regreso a casa, sintió una extraña mezcla de emociones. Porque su corazón galopaba ante la idea de reunirse de nuevo con los suyos, de volver a ver a su familia, de poder ver a Daruu, de poder ver a su buen amigo Kaido y el resto de sus compañeros de aldea. Pero otra parte de su corazón se estremeció de terror.
Se detuvo en mitad del muelle, dubitativa, con la mirada al frente. Allí, paseando arriba y abajo como un león enjaulado y soltando más de un improperio y maldición al aire, estaba Aotsuki Zetsuo. Cerca de él, apoyado contra la pared del barco y guardando una gélida y falsa calma, Kōri escrutaba las olas como si estuviera esperando verla emerger desde ellas. No tardaron más que unos pocos segundos en sentir su presencia, y ambos se quedaron mirándola durante unos instantes como si estuvieran sopesando la idea de que no fuera más que un fantasma.
—Papá... Kōri... —pronunciaron sus labios.
Y entonces Zetsuo se abalanzó sobre ella. Ayame se encogió sobre sí misma y cerró los ojos, esperando el inminente golpe. Pero lo que sintió fue unos brazos rodeándola y estrechándola con la fuerza del acero.
—Maldita sea, Ayame. Maldita sea... —le oyó decir, y Ayame sintió el sollozo en su voz.
Y todos y cada uno de los fragmentos de su alma rota se recompusieron en aquel abrazo. Ayame respondió al gesto y enterró el rostro en su hombro.
—Lo siento... lo siento... lo siento... —sollozaba amargamente.
Zetsuo la apartó agarrándola por los hombros y le dirigió una larga mirada que ella no tuvo más remedio que sostener. Sus iris aguamarina, duros como el acero, se ablandaban inevitablemente por las lágrimas pero el hombre se esmeraba en mantener su semblante severo.
—Maldita sea, niña... Creía que te había perdido —le tembló la voz, y Ayame se mordió el labio inferior, en un ridículo intento por tragarse las lágrimas que, rebeldes, se negaban a obedecer su voluntad. Los dedos de Zetsuo apretaron el agarre contra sus hombros, como si temiera que fuera a desvanecerse de nuevo en cualquier momento—. No pude hacer nada cuando perdiste el control así... ¡Desapareciste antes de que pudiera llegar a ti! ¡¡Y por si no fuera suficiente después recibo la noticia de que era posible que esos hijos de puta te hubieran secuestrado!! Maldita sea, Ayame... Después de lo que hablamos, ¿cómo te dejaste embaucar por ese Uchiha así?
—Lo sé... Lo siento... Yo... Yo... —lloraba Ayame, con la cabeza caída.
Pero no tenía excusa. No tenía ninguna excusa que ofrecer. Todo había ido de mal en peor desde que había puesto el primer pie en Uzushiogakure.
—Nada me sale bien... No hago nada bien... —culminó, y sus labios temblaron en una sonrisa cargada de amargura.
Zetsuo lanzó un largo suspiro, la soltó y se reincorporó.
—Bienvenida de nuevo, hermanita —dijo Kōri, revolviendo sus cabellos en aquel gesto fraternal tan suyo. Ayame alzó la mirada hacia sus ojos de escarcha, ahora un glaciar derretido por las lágrimas, y le abrazó con fuerza.
—Ya hablaremos por el camino. Ahora abandonemos esta jodida aldea de una puta vez y volvamos a casa —dictaminó Zetsuo, que había recuperado su estoicismo habitual. Ambos asintieron en silencio y Ayame subió al barco escoltada entre su padre y su hermano—. Además, deberías hablar con Amedama —le susurró cuando Ayame pasó junto a él.
Ella le miró con extrañeza, pero él no añadió nada más.
Akame alzó una ceja, inquisitivo, ante la respuesta de su Hermano a la habilidad que escondía en el Mangekyō Izquierdo. Era la típica perorata que Datsue soltaba cuando no quería decir la verdad y simplemente buscaba distraer a su interlocutor para que se olvidase del asunto.
Sin embargo, y antes de que Akame pudiera protestar, Datsue ejecutó magistralmente la segunda parte de su insigne táctica; cambiar de tema. El jōnin hubiera vuelto a la pregunta si no fuese porque aquella revelación era incluso más impactante.
—¿Dices que es capaz de teletransportarse dentro de Uzushio? —cuestionó, verdaderamente atónito. Le parecía inconcebible que alguien no bendecido con la gloriosa línea genética de los Uchiha pudiera emular los poderes del Sharingan de esa forma—. Eso es... ¿¡Por qué demonios no lo dijiste antes!? ¡Eso significa que pueden volver a Uzu cuando quieran!
Incapaz de entender cómo su Hermano se había guardado una información tan crítica para sí mismo durante tanto tiempo, Akame le quitó las manos del cuello de su camisa cuando Datsue se acercó.
—Quita, quita, coño... —respondió, haciéndose el interesante—. Y bueno, pues sí. Pero eso va a quedar entre nosotros, ¿entiendes?
Antes de que pudieran proseguir la conversación, la exclamación de un tercero llamó su atención. Akame se giró para encontrar allí, en el puente, a sus compañeros de Uzu; Nabi, Eri, y aquel muchacho de las espadas.
—Eri-san, Nabi-san, genin-san —les saludó con una ligera inclinación de cabeza—. Me alegra ver que estáis sanos y salvos.
¿Qué por qué todavía no había avisado del poder de Daruu? Bueno, porque tenía ciertos planes en mente. Planes que, entre su Hermano y él mismo, se habían ido al retrete. Pero la revelación de que Akame podía teletransportarse a Kusagakure eclipsó todo lo demás como un trueno al silencio.
Akame se hizo el duro, pidiendo que aquello quedase entre ellos. «Ya veremos…»
—Claro, claro —respondió en su lugar.
Fue entonces cuando vio venir al primer grupo de ninjas aproximándose por el puente. Su rostro pasó de alegría al reconocerlos, una casi indistinguible fase de desconcierto, y el terror más absoluto. ¡No les había avisado de que todo se había solucionado!
Ahora, tendría que enfrentarse a la dura realidad de su desconsideración…
—¡Eri-chan! ¡Nabi-kun! ¡Reiji-kun! Veo que el Kage Bunshin que os envié os ha informado ya de que estábamos aquí, ¿eh?
…con una improvisada mentirijilla.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Finalmente, luego de que todo estuviera a punto de volver a descontrolarse, Yubiwa llegó junto a Shanise para dar la misión de los genin por concluida.
Daigo liberó un suspiro, dejando escapar toda la tensión que sentía para dar paso a la tranquilidad.
«Bien, Yubiwa-sensei ya ha llegado, todo saldrá bien...»
Entonces se limitó a esperar, sin intervenir. Su trabajo ya había terminado y ya no tenían por qué seguir liándola.
Luego de un par de minutos todo parecía haber acabado y ahora los shinobi de Kusagakure se dirigían de vuelta a su barco.
Quizá ya en el barco podría pensar en lo sucedido. De momento solo se alegraba de que todos estuvieran vivos.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Junto con Nabi y Reiji, desaparecieron por las calles de la villa hasta llegar al Edificio del Uzukage, justamente en la puerta, donde Los Hermanos del Desierto se encontraban muy cerca, como sí...
—¿Pero qué coño está pasando aquí?
Y justo cuando Nabi pronunció aquellas palabras fue cuando aquel terrible y horroroso olor se coló en sus fosas nasales, reparando en que ambos Uchihas estaban tranquilamente matándose por dentro mientras inhalaban aquellos nocivos humos. Eri frunció el ceño y se cruzó de brazos, ceñuda.
—Eri-san, Nabi-san, genin-san. Me alegra ver que estáis sanos y salvos.
—Igualmente, Akame-san, Datsue —habló ella, con un tono más serio del que normalmente utilizaba mientras escudriñaba con la mirada a Datsue. ¿Cómo se atrevía? ¡Después de todos los sermones que había escuchado de ella sobre lo malo que era el tabaco, ahora iba y se ponía a fumar! Espantoso, cuanto menos.
—¡Eri-chan! ¡Nabi-kun! ¡Reiji-kun! Veo que el Kage Bunshin que os envié os ha informado ya de que estábamos aquí, ¿eh?
—Pues se habrá perdido por el camino —comentó, con sarcasmo —. ¿Podríais apagar los cigarros, por favor? —pidió, irritada, la verdad es que no soportaba para nada aquello, y si se negaban seguramente ella terminaría por irse sin oír ni una palabra de los que habían allí presentes.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Siguiendo a Nabí y a Eri por las calles de Uzushiogakure acabamos por llegar al edificio del uzukage, salvaguardado ahora por los hermanos del desierto.
—¿Pero qué coño está pasando aquí?
En realidad me daba un poco igual lo que estuvieran haciendo. Su intimidad no era ni mucho menos de mi incumbencia. Como tampoco lo era su salud. Y aunque la cara de Eri decía mucho sobre lo que pensaba de lo que estaban haciendo, mi opinión era que cada uno hiciese con su cuerpo lo que quisiese siempre y cuando no molestase a los demás.
—Eri-san, Nabi-san, genin-san. Me alegra ver que estáis sanos y salvos.
—Igualmente, Akame-san, Datsue
—Si, es un alivio que la cosa se haya calmado hacia el final y no haya terminado en un guerra en el hospital. Por cierto, mi nombre es Sasaki Reiji, disculpa que no me haya presentado antes Akame-san. —Dije cordialmente mientras le tendía la mano, aunque, ¿era esa la forma correcta de presentarse a un superior? Si no, la culpa era de los nervios de la situación...
—¡Eri-chan! ¡Nabi-kun! ¡Reiji-kun! Veo que el Kage Bunshin que os envié os ha informado ya de que estábamos aquí, ¿eh?
—Pues se habrá perdido por el camino
—O se le habrá olvidado como llegar al hospital, ¿quien sabe?, por casualidad no le habrás dado también mi espada a ese Kage Bunshin para que me la devolviera, ¿no?
Yo acompañé el sarcasmo de Eri con el de mi propia cosecha. Le había apoyado, le había prestado mi wakizashi y el tío me lo había pagado marchándose sin despedirse, y lo que es mas importante, pirándose con MI espada. Que vale que la situación había sido un caos y la locura, pero eso no excusa la falta de educación hacia tus compañeros. Creo.
—¡Eri-chan! ¡Nabi-kun! ¡Reiji-kun! Veo que el Kage Bunshin que os envié os ha informado ya de que estábamos aquí, ¿eh?
— Eso sigue sin colar, solo porque ahora sepas hacer un Kage Bunshin no significa que sea más creible.
Era su excusa desde que descubrió que habían clones perfectos. Todo era "¿Pero no te ha avisado mi Kage Bunshin?" "Mandé a mi Kage Bunshin, pero lo atropello una cebra.". Estando en la academia, era de credibilidad cero. Ahora sabía hacerlo, así que era mínimamente factible.
Dejé que todos soltasen sus puyas y sus quejas antes de volver a intervenir.
— Bueno, sería un detalle, un detallazo, hasta un punto, un puntazo, que nos explicases qué demonios ha pasado.
Entonces reparé en Akame, que estaba a su lado, y era Jounin. Era la primera vez que nos veíamos pero era obvio que era él, el segundo hermano del Desierto, el destructor de kages junto a Datsue, eran uña y carne, pala y estiercol, caracol y lluvia. Vamos, que los veías más juntos que no juntos, entre eso y la escena que acababa de presenciar de acercamiento casi erotico, empezaba a dudar de lo mujeriego que pudiese ser Datsue.
— Un placer conocerte, Akame-san. Inuzuka Nabi, para servir a Uzushiogakure cuando haga falta.
Hice una leve inclinación, pero solo porque era Jounin, a un Chunin solo le hago un asentimiento de cabeza y se puede dar con un canto en los dientes.