7/07/2020, 19:14
Todo se estaba volviendo cada vez más caótico. El poder del Mangekyō de Akame había sido suficiente para destrozarle el brazo derecho a su antiguo Kage, dejándole postrado de dolor y con una horrible hemorragia que amenazaba con desangrarle por completo si no le ponía remedio; y pronto. En mitad de la refriega, un shinobi de Uzu que Akame reconoció como Sasaki Reiji bajó de las gradas para colocarse junto a su mandatario, probablemente dispuesto a morir por protegerle si era necesario. El Uchiha sonrió con cierta amargura: así eran los ninjas. Peones que no dudaban en sacrificarse para proteger al General Dorado. Una existencia que ahora se le antojaba fútil y desperdiciada. Mercenarios al servicio del dinero, al fin y al cabo.
Sus ojos se desviaron entonces hacia Kaido. Amekoro Yui se había abalanzado sobre él, previniendo un remate que había amenazado con dejar a Hanabi definitivamente fuera de combate; y tal vez, del mundo de los vivos. Akame miró al cielo un momento, y luego a Zaide. El retumbar de un trueno hendió el Estadio al tiempo que Kintsugi bajaba de su palco y se colocaba entre los Dragones y los shinobi, realizando una extraordinaria técnica de Doton que levantó un muro a priori impenetrable entre ambos bandos.
«Realmente no tienen ni idea de a qué hemos venido», pensó el exjōnin. Aquel movimiento era, de entre todos, una ventaja para ellos. Una que, probablemente, Zaide ya estaría aprovechando. Akame se alejó hasta poner unos buenos diez metros de distancia entre él y el muro, y luego volvió a mirar a su pariente Uchiha.
—Es la hora...
Sus ojos se desviaron entonces hacia Kaido. Amekoro Yui se había abalanzado sobre él, previniendo un remate que había amenazado con dejar a Hanabi definitivamente fuera de combate; y tal vez, del mundo de los vivos. Akame miró al cielo un momento, y luego a Zaide. El retumbar de un trueno hendió el Estadio al tiempo que Kintsugi bajaba de su palco y se colocaba entre los Dragones y los shinobi, realizando una extraordinaria técnica de Doton que levantó un muro a priori impenetrable entre ambos bandos.
«Realmente no tienen ni idea de a qué hemos venido», pensó el exjōnin. Aquel movimiento era, de entre todos, una ventaja para ellos. Una que, probablemente, Zaide ya estaría aprovechando. Akame se alejó hasta poner unos buenos diez metros de distancia entre él y el muro, y luego volvió a mirar a su pariente Uchiha.
—Es la hora...