Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Juro avanzó con precaución, siguiendo el extraño brillo rojo. En algún momento, el brillo le adelantó, pues se alejo bastante de él. Juro se vio tentado de correr, pero decidió no hacerlo. Correr hacia el lugar sin tomar precauciones habría sido una locura, teniendo en cuenta su situación.
Entonces, llegaron los efectos especiales. Un relámpago se vio -y sobretodo, se escuchó - al fondo, no muy lejos suyo. Juro supo que la luz había provocado eso, de alguna forma.
Dudo en acercarse o no. Pero entonces, descubrió que no tenía elección. En su bolsillo, algo reaccionó. La media gema negra se movía. Como si hubiese alguna clase de imán, le llevaba hasta el lugar donde había sucedido los acontecimientos. Juro pensó en soltarla, dejarla ir, escapar. Pero recordó las palabras de la nota.
"Tu equipo morira si no te apresuras. él necesita esta joya. O sera el fin de su existencia..."
La joya le indicaba el camino. La agarró con fuerza... y pronto descubrió que practicamente la gema le llevaba a él y no al reves. Acabo recorriendo el camino a una velocidad considerable, evitando chocarse con nada en su extraño descenso. Al acercarse, escuchó voces. Trató de esconderse, pero la gema no le iba a dejar, claro. Salió de los arbustos de una manera bastante ruidosa.
En ese momento, lo que vio le dejó de piedra. A un lado, estaba Nabi, en contraposición de dos siluetas. Una estaba prácticamente encapuchada, y parecía estar enfrentándose a su compañero. En el momento en que llegó, esta figura se quitó la capucha, y mostró que no tenía brazos. La otra sostenía un especie de orbe extraño, que parecía manipular.
"¿Eso me ha traído?¿Ha sido su chakra?" - se preguntó, tratando de ver el imán. Y solo veía eso, la verdad.
Sorprendemente, su media gema se había quedado quieta en cuanto había llegado, como si su función hubiese sido llevarle ante su compañero y ya esta. Dudaba que fuese así.
Por el estado del lugar, pudo ver que algo había pasado, seguramente relacionado con el relámpago de antes y el ruido. Nabi no parecía estar en muy buen estado, y a su lado había otra persona, de espaldas a él, que parecía semiinconsciente. Los dos hombres desaparecieron, uno mágicamente, otro con un pilar de fuego. La verdad es que parecían peligrosos, muy peligrosos.
Antes de hacer mucho, más gente apareció. Pudo ver a Eri, que rápidamente se lanzó hacia un cuerpo. Juro abrió los ojos, conocía a esa persona. Le recordaba del pasado invierno, era el viajero que habían salvado Blame y él. Se sorprendió aun más de que Eri también estuviese ahí. Otro chico surgió entonces, uno rubio, que parecía ser compañero del viajero. Al salir a la misma velocidad que Juro, este no pudo escuchar lo que decía, enfrascado en sus propias palabras.
- ¡Nabi, Eri! - corrió hasta acercarse un poco más a ambos - ¿Estáis bien? ¿Quienes eran esos tipos?
Juro no hizo la pregunta que tenía en mente en ese momento. Si Nabi estaba ahí, y estaba bien. ¿Era Kazuma el que estaba en peligro? ¿Había sido una mentira?
Fue a unos cincuenta metros de su ubicación donde aquel brillo cogió vida. El mismo parecía pavonearse seductivamente ante sus ojos, momento en el que se sintió obligado a avanzar hasta ese punto en particular, quizás; influenciado por la imperiosa necesidad de saciar la expectativa del momento. Porque además, la idea de que aquel retazo de luz apareciese justo cuando su azulado trasero alcanzase los Templos abandonados del país del Río se antojaba bastante curioso, teniendo en cuenta que él no estaba allí porque le agradase visitar un par de edificios en ruinas.
Todo recaía sobre aquella carta, su contenido y el efecto que la presencia de la gema había provocado. Porque si el objetivo era que el tiburón picara la carnada —con la ironía que amerita tal afirmación—, pues quien fuera la mente maestra del plan podía ya ir dándose un par de palmaditas en la espalda.
Lo había logrado. Pero tales dubitativas ya no eran de importancia. Kaido nunca se retractaría de su decisión de acercarse hacia el brillo titilante a pesar del posible peligro que pudiera encontrar una vez la alcanzara.
No obstante, las señales se volvieron más obvias. Repentinamente, el cielo pareció arrojar su ira concentrada en forma de rayo, iluminando con su centella un radio importante de la zona y destruyendo con su poderío los resquebrajados edificios que ya padecían el intolerable mal del tiempo. La onda expansiva recorrió los pocos metros que le faltaban por recorrer y logró arrebatar la capucha que llevaba sobre su cabeza a modo de protección. La lluvia ahora no sólo se adueñó de su cuerpo sino también de la frondosa cabellera azul, sostenida por la bandana que llevaba amarrada en su frente.
Pero detrás de semejante teatralidad siempre había una estrella que buscaba beneficiarse de ello. La impresión, el impacto; todo para reforzar la idea. Y en ese instante, todo estaba enfocado en aquella gema rojiza que parecía tener vida, contagiosa incluso para la mitad del zafiro que él tenía en su posesión. Porque éste cobró voluntad y se movió a diestra hacia su destino, como ansiosa de acercarse hasta la extraña fuente de poder que flotaba tímidamente frente la presencia de lo que parecían ser un pequeño grupo de visitantes.
Kaido se sintió obligado a pensar que no era el único. Las coincidencias no existían en circunstancias tan extrañas como esa.
«¿Pero ésto que coño es?»
Los siguientes acontecimientos contestarían a medias su vulgar interrogante. Dos jóvenes heridos, una valiente muchacha cuyo cabello le recordaba mucho a alguien que había conocido hace un tiempo y uno que otro espectador; entre ellos las siluetas de un par de hombres que demostraron tener una especie de poder bastante surrealista, desapareciendo segundos después y no sin antes dejar una buena impresión a los presentes.
De todos ellos Kaido era el menos rarito. Ya eso decía bastante de lo que allí estaba pasando.
Pero en fin, que el tiburón no parecía decidirse de cómo reaccionar. Ya incluso se sentía desmotivado, como si le hubiesen engañado para ver una obra de teatro barata. Así que decidió esperar, con algo de paciencia, a ver cómo avanzaba la situación. Y fue su calma lo que le permitió tomar su termo con agua y darle un par de sorbos sonoros mientras su espalda reposaba sobre una de las estructuras cercanas. Se le podía ver, desde luego, y no es que su piel azul no llamase bastante la atención. Pero con todo lo que se suscitaba en ese momento no era del todo errado pensar que la menor de las preocupaciones de todos los presentes era un fenómeno hombre-pez.
Un relámpago, un destello y estruendo. Aquello destrozo la quietud de aquel lugar tan lúgubre. Lo primero que acudió a la mente del joven, es que se trataba de una batalla. Sabía que no podía acercarse de manera descuidada, por lo que primero decidió observar un poco. Subió a la cima de una estructura cercana y desde ahí observo los alrededores.
«Esto es inútil, hay demasiada lluvia y está oscuro.» —pensó mientras bajaba.
En cuanto se calmo un poco, lo pudo sentir. La piedra que había llevado con el parecía haber tomado vida propia. Vibraba y se estremecía en el bolsillo de su capa, como tratando de tirar en dirección de la reciente explosión. Al principio se mostraba renuente a seguirla, pero al no tener una idea mejor se decanto por seguir la dirección que le indicaba.
«La gema parece calmarse, debe ser por aquí»
En cuanto camino un poco más, se encontró frente a una estructura parcialmente demolida. En su interior pudo ver que había cierto alboroto, pero no podía distinguir a las figuras presentes. Se acercó un poco más, silenciosamente y escudándose con las paredes semi caídas. Al estar más cerca, reconoció rostros que sin duda eran de sus compañeros. También estaban otros tres se que le hacían desconocidos, sin embargo parecían solo estar ahí sin representar ninguna amenaza.
Entró al lugar como una figura vestida de negro. Inmediatamente reconoció a sus dos compañeros y también a Eri la ninja médico de la que se había hecho amigo hacía tiempo.
—Al fin les encuentro —fue lo que dijo mientras se quitaba el sombrero.
La joven Hyuga apenas se había acomodado contra la roca cuando de repente, entre el sonido de la lluvia, escuchó como la llamaba una voz familiar que parecía acercarse. Aquello la hizo incorporarse, apoyando su rodilla izquierda contra el suelo mientras la derecha permanecía elevada. Disimuladamente dejo que su mano derecha bajase tras su espalda en busca del mango de su kodachi, aunque había reconocido la voz no estaría tranquila hasta estar segura de que era quién ella esperaba.
Tan sólo tardo un instante en aparecer frente a ella, sin embargo se le hizo eterno. Notaba como el agua escurría por su rostro desde los cabellos mojados que caían sobre su rostro, como su respiración se había acelerado y sus manos comenzaban a sudar. No era la primera vez que se veía en problemas, pero esta vez tenía visos de que los problemas habían sido planeados o al menos eso le hacia sospechar la extraña luminaria que había observado anteriormente. Por suerte para la joven, esta vez se trataba del extraño chico pelirrojo de Uzushiogakure.
El chico tenía ánimos hasta para bromear o eso, o no era consciente en la situación que podía encontrarse. Mitsuki dejó escapar un suspiro de alivio, antes de que las preguntas comenzasen a acumularse en su mente. Era demasiada casualidad encontrarse en aquel lugar perdido de la mano de Fuujin a alguien de su aldea... había tardado bastante en llegar y en aquel emplazamiento en principio no había nada de interés que pudiese justificar un viaje, menos con aquel tiempo.
La Hyuga se incorporó —Yo también espero que la próxima vez que nos encontremos sea en mejores circunstancias— la peliblanca decidió dejar las preguntas para más tarde —Será mejor que tú también te pongas a cubierto, Yota— le recomendó la muchacha que aprovechaba que estaba de pie para echar de nuevo un vistazo al bosque, temía que el efusivo saludo de su compañero hubiese delatado su posición a alguien no amistoso. Eso le preocupaba.
Yota se acababa de tener cuando pareció recordar algo, el chico rebuscó en sus bolsillos y sacó la mitad de una piedra que le resultaba extrañamente familiar. Mitsuki no pudo evitar una mueca de asombro, sus ojos se abrieron de par en par mientras en su mente comenzaba a desencadenarse un torrente de suposiciones y preguntas. Sin embargo, antes de poder abrir la boca un fuerte estruendo la hizo agacharse de forma instintiva. Al fondo, pudo vislumbrar un nuevo brillo y tras esto algunas voces lejanas, sonidos de combate, una nueva explosión y una fuerte luz de nuevo. Justo en ese instante, notó como algo en su portaobjetos comenzaba a moverse, la piedra del pelirrojo brillaba y parecía querer moverse también, ambas en la misma dirección.
—¡Vamos Yota!— la Hyuga se bajó de un solo salto, agarrando el brazo que el chico tenía extendido mostrando la piedra por la muñeca y de un fuerte tirón trato de arrastrar a su compañero tras ella con esa indicación. Tras esto soltó a su compañero y se lanzó hacia delante, cubriendo el pequeño claro que la separaba del linde de árboles que daba paso al bosque que se interponía entre ellos y las extrañas luces que ahora parecían no extinguirse.
De nuevo la invadía esa sensación de nerviosismo, en su garganta podía notar un nudo. Corría y no sabía muy bien por qué, solo sabía que debía de llegar hasta aquel lugar a pesar de que no tenía ni la más remota idea de lo que podía encontrarse. Quizás estaba corriendo hacia su muerte, pero eso no parecía importarle a sus piernas que no se rendían ante las tribulaciones de su mente.
Jamás había corrido tan rápido como aquel día, bajo aquella incesante lluvia, evitando charcos y ramas caídas.
El bosque acabó bruscamente, revelándole una escena que la hizo detenerse en seco. La joven notó como su ropa y cabellos, totalmente empapados ondeaban tras el parón. Mitsuki resopló para apartarse un mechón de cabello que caía sobre su nariz, mientras pasaba la vista de una a otra figura. Un chico en el suelo era atendido por una chica que creía recodar haber visto en Uzu, aunque desde su posición no lograba terminar de identificarla. En pie, dos figuras más, un chico rubio de espaldas ensombrecido por la potencia de las llamas que recortaban su silueta, junto a él había otro muchacho que no podía identificar tampoco. Recorrió con la mirada el resto del paisaje y pudo ver dos figuras más que aguardaban desde la distancia, igual que hacia ella.
"Demasiadas personas..." fue lo primero que atisbó a discernir en su mente. La peliblanca dudó un instante, pero al final decidió avanzar hacia las figuras que parecían estar en apuros.
Mitsuki avanzó a pasos largos, con decisión, sin tener muy claro si Yota estaba tras sus pasos.
—¿Estaís todos bien?— una vez estuvo más cerca pudo ver claramente que sus sospechas eran ciertas, tres de las cuatro figuras pertenecían a miembros de su aldea y el cuarto, el herido, parecía ser de taki. La peliblanca se aproximo hasta el lugar donde —¿Qué ha ocurrido aquí?— Mitsuki se aproximo donde estaba siendo atendido el herido que no tenía muy buena cara, de hecho yacía en el suelo inconsciente —¿Es grave?— pregunto mientras se quitaba su capa de viaje negra, para depués agacharse con cuidado y usar la prenda a modo de manta para cubrir al convaleciente, justo por debajo de donde tenía las manos apoyada Eri —Toma, no se si servirá de mucho pero creo que la necesita más que yo— le dijo a Eri justo antes de recuperar la verticalidad y prepararse para encarar las respuestas de sus compañeros
La kunoichi de cabellos rojizos ardía de ira mientras se dirigía a las construcciones más grandes que conocía gracias a un viaje pasado en el que recorrió gran parte de las ruinas, solo tenía que seguir en línea recta y tener cuidado con el terreno que con la pésima iluminación y la lluvia se había vuelto bastante traicionero. ~ Espero que esté ahí adentro… ~ Decía para si misma mientras mantenía ambas manos fuertemente cerradas además de la mandíbula casi haciendo que los dientes le rechinaran.
- Ritsu tranquilizate… - Pidió una madre preocupada a su hija que no estaba en sus cabales. - Y una mierda… - Sentenció mientras mantenía la marcha hacia el lugar en cuestión, no corría solamente por querer reservar sus energías para la función principal que parecía ser no tardó demasiado en hacerse presente. Un fuerte estallido se hizo presente, como si un trueno hubiese caído justo frente a ella y algunas ruinas se desplomaron y unas luces adicionales se hicieron presentes, a simple vista de la kunoichi estas últimas fueron causadas por fuego aunque con la lluvia esto no debería de haber sido posible.
La realidad era que Ritsuko se negaba a aceptar que había sido un shinobi el que escribió la nota, además que ella no tenía absolutamente nada lo suficientemente extravagante como para que alguien la fuese a buscar de esa manera a excepción del kekkei genkai que claro, no era la única en el mundo que pudiese manipular la lava así que carecía de sentido en especial considerando lo inexperta que era ella.
De cualquier manera, la chica ya estaba corriendo en la dirección que la gema azulada de su mano le estaba indicando, parecía querer ir en dirección al fuego y ella no le negaría ese privilegio, con un poco de suerte se encontraría con el autor de la nota pero no, era demasiado pedir. Para cuando ella llegó solamente se encontró con una serie de shinobis de los cuales solamente reconocía a unos cuatro, Datsue, Haruto, Juro y Mitsuki, destacando que el primero de ellos estaba echo un trapo en el piso. ~ ¿Qué hacen ellos aquí...? ~ Fue la primer incógnita de la kunoichi que lejos de esbozar una sonrisa se acercó hasta sus compañeros de aldea con cara de pocos amigos suponiendo que si su rubio compañero no estaba haciendo nada era porque los demás no eran enemigos.
- Cómico… La carta no se equivocaba… - Dijo de mala gana mientras observaba como una chica de cabellos claros estaba tratando a su compañero y por ende era de suponer que seguía vivo, devastado, pero vivo.
Siendo que había tantos shinobis allí que en teoría no eran enemigos, Ritsuko se guardó el baikunai y relajó la zurda mantenindo la gema atrapada entre su dedo índice y pulgar. - Haruto… ¿A ti también te dejaron una carta con una gema...? - Preguntó al rubio sin dar importancia si alguien más la escuchaba, es más, esperaba que fuera así y con un poco de suerte se enteraba de algo ya que no tenía idea de nada de lo que estaba pasando.
17/01/2016, 12:56 (Última modificación: 17/01/2016, 13:00 por Sasagani Yota.)
-Sí, será lo mejor-
Sin perder más tiempo, hice caso a la indicación de Mitsuki poniéndome bajo techo y dejando de mojarme la ropa la cual empezaba a estar verdaderamente mojada, la cual iba ganando algo de peso y haciendo que la piel empezase a mojarse puesto que ya no era capaz de retener por más tiempo al elemento líquido.
Un destello fugaz.
-¿Una tormen..-
Antes de terminar la frase pudimos oír el derrumbe que se estaba sucediendo unos cuantos metros más allá y una onda expansiva me hizo retroceder dos pasos pese a estar bajo zona cubierta.
-Esto no es una tormenta... Es algo peor-
¿Desde cuando las tormentas daban aquellas sacudidas. No, aquello era distinto, pero desde nuestra posición no se llegaba a discernir nada. La noche era traicionera, como una puñalada trapera, y no se distinguía prácticamente nada más allá de unos pocos metros, producto de la absoluta oscuridad.
De pronto la piedra que sostenía en mis manos empezó a tomar vida propia. Primero fue un magnético brillo el cual hizo que abriese dos ojos como platos.
*Qué cojones*
Instantes más tarde empezó a moverse y aunque hice el movimiento para agarrarla, se movió algo más rápido que mi brazo y empezó a mostrarnos el camino a seguir, o mejor dicho, el camino que quería que siguiéramos.
La hyuga quería comprobar de qué se trataba, aprisiono mi brazo e indicó que fuéramos a ver qué pasaba.
-¡Qué me sueltes, coño!-me paré en seco, bajo la lluvia, y con un rápido movimiento me liberé de sus ataduras pero ella no se detuvo-Podría ser una trampa...
Chasquee la lengua con las manos en la cintura y la cabeza gacha.
*Joder... Menuda colleja tienes*
Maldita inconsciente. ¿Es que no veía más allá de su nariz? Tenía que seguirla, pero desde un lugar a buen recaudo, con que se metiera ella en la maldita boca del lobo era suficiente. Pronto tendría que elaborar un plan para que no acabase muerta. Lo último que me apetecía era tener que dar explicaciones en Uzushiogakure ¡Me tomarían por loco!
Canalizando chakra, escalé uno de los árboles y empecé a moverme, de rama en rama, desde las alturas, siguiendo el foco de los problemas. desde allí podían verse las ruinas que habían sido derrumbadas hacia poco, aunque era de noche, una enblina en forma de polvo se podía vislumbrar, que además era hacia donde había ido la de Uzushio.
-Mierda..- pensé en voz baja.
Aceleré un poco el ritmo hasta que llegué al lugar en cuestión. Ahora se tartaba de no hacer ruido y examinar el nuevo escenario.
Un escenario dantesco.
Sí, ahí estaba Mitsuki, en efecto. Estaba al lado de la chica de conocí en Yachi, la cual estaba ayudando a un joven moreno que estaba tendido en el suelo echo una bazofia. Había chakra en las manos del peliazul. Me puse de cuclillas sobre aquella rama gruesa sobre la que me mantenía quieto, con las manos apoyadas sobre la rasposa corteza.
Al otro lado, había otro tipo, tenía los ojos tintados de sangre, como yo, y estaba cabreado, con los puños cerrados. Pero había más gente ahí. Otro conocido. La sardinita de Amegakure estaba ahí, expectante, sin pronunciar palabra alguna. Otro rubio que estaba hablando con Eri, seguramente interesándose por el estado del que yacía hecho una mierda en el suelo.
*Camaradas..*
Junto al rubio, una pelirroja que también hablaba con ella. Habían dos figuras más. Un chico moreno que parecía normal y otro peliblanco que poseía una katana digna de temer.
Así pues, como decía, una reunión dantesca.
Alcé la vista mientras emitía un suspiro y a través de un muro d llamas, fruto de la evidente pelea que se acababa de producir, pude ver la figura de un tipo que no tenía brazos, huyendo.
Si dos destellos rojizos eran poco espectáculo para una noche fresca y calma siempre se podía conseguir un show de fuegos artificiales más completo. Karamaru había decidido permanecer en la torre donde en un principio tenía pensado pasar la noche. Seguía tratando de ver lo mejor que podía en los dos orígenes de las luces. Cambiaba rápidamente la vista de un punto al otro hasta que en uno de ellos una luz mayor y un destello que podría confundir con un rayo sorprendieron al calvo. Y para agregarle más brillo al asunto, una luz de corta duración cubrió el lugar. El monje lo había visto bien, conocía esa técnica, era la bola de fuego que él también realizaba en algunas ocasiones. Pero esta vez fueron dos, y el calvo sabía lo que eso significaba. Significaba combate, y este se encontraba solamente a unos treinta o cuarenta metros de su posición.
«¿Voy? o ¿No voy?» era el dilema que se le presentaba a Karamaru.
Podían ser combatientes de un mayor nivel y ser peligroso el estar cerca pero su curiosidad lo tentaba a dejar su puesto de vigía de la acción. Si era una pelea de gran envergadura la torre en la que estaba podía caer ya que era tan frágil como el vidrio mismo.
Tal vez solamente es mejor esperar, ser paciente, y ver que sucede. Tal vez la situación calmé antes de que yo llegué a destino y será un gasto de energía en vano.- sí, eran menos de cincuenta metros pero siempre te puedes encontrar algo a lo que defenderte y llevar un simple recorrido a un combate impredecible. El riesgo no valía la pena.
Se quedó en una vieja baranda que rodeaba la cima de la torre cuadrada. Estaba destruida y quedaban pocos pedazos pero era uno de los lugares donde el techo mejor le cubría.
En su espera, pudo ver varios movimientos alrededor de la zona. Vio a un hombre, tal vez a alguien menor, de una notoria cabellera rubia dirigiéndose a la localización de tanta iluminación. Obviamente había llamado la atención de cualquiera que estuviese alrededor. Esas personas eran las que el monje quería evitar. Segundos más tarde pudo ver una sombra, prácticamente irreconocible, que recorría los árboles. No podía distinguir siquiera si era humano, podía suponer, pero no saber con certeza. Cada vez se le hacía mas difícil saber si ir o no pero tal vez esperar alguna que otra acción llamativa era mejor que salir al encuentro de desconocidos.
Lo que Karamaru no sabía, es que en ese lugar se daba una reunión de gennins importante y que no todos eran desconocidos y ni siquiera uno se podría considerar un enemigo. Tal vez era demasiado precavido, pero como el siempre piensa...
«Mejor prevenir que curar ¿No?»
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Kunie no había visto nada más extraño en toda su vida. Y eso, viniendo de una chica que había crecido en las calles de Shinogi-to, no era decir poco. Las brillantes gemas levitando por el lugar, los siniestros personajes que habían venido a reclamarlas y el cuerpo de Datsue, destrozado, sobre el suelo cubierto de polvo y olvido. Las paredes del templo en las que reverberaban los gritos de varias personas. Demasiadas quizás. Como ella, otros shinobi habían llegado hasta allí. Demasiada coincidencia.... Oculta tras una de las columnas que vadeaban la entrada al antaño sagrado lugar, había visto, boquiabierta, lo acontecido. Había llegado hasta allí siguiendo al Uchiha, pero no podía imaginarse qué motivo tendrían todos los demás.
Contuvo el impulso de correr en auxilio del gennin de Taki, que yacía sin consciencia, cuando vio que otra chica se arrodillaba junto a él y empleaba una luminosa técnica. ¿Ninjutsu médico, tal vez? Esperaba que así fuese. Datsue era un chico demasiado divertido como para morir de una forma tan penosa. De repente, alguien gritó. Kunie trató de seguir con la mirada la dirección en la que apuntaba el chico. Una silueta se alejaba, veloz, de tejado en tejado. No iba a ser ella quien se dejara los pulmones corriendo detrás de un shinobi tan poderoso como para ignorar a todos los demás y simplemente hacer lo que había venido a hacer. Porque esa era la cuestión. Tal vez otros chicos, al igual que ella, tuvieran razones vagas para estar allí. Pero los misteriosos agresores parecían saber muy bien lo que buscaban.
De repente notó que alguien se acercaba. Un chico algo menor que ella, de estatura y complexión bien conseguidas. El detalle más significativo era, sin embargo, que aquel tipo parecía sacado de un relato fantástico. Su piel era azul como la de los peces, y a Kunie le pareció distinguir que estaba compuesta de finas escamas. Teniendo en cuenta lo que acababa de pasar, la kunoichi estaba curada de espanto, pero aun así no pudo evitar dirigirse al bizarro ser.
- Y yo que creía que lo había visto todo. - su voz era monocorde, como si estuviese pensando en voz alta.- ¿Sabes qué está pasando aquí, Same-san?
20/01/2016, 01:21 (Última modificación: 20/01/2016, 09:16 por Inuzuka Nabi.)
El hombre manco de ambos brazos se apareció en su escondite por excelencia, donde sus dos secuaces esperaban su aparición. En cuanto se materializó, la mujer habló, sin saludar ni nada.
Ha aparecido un chakra más, otro inesperado.
Joder, Chi, ¡te dije que descansaras!
¿No esperarias que me quedara aqui descansando sin saber qué pasaba?
Sí, lo espero. ¡Porque soy tu maldito superior!
Mientras la pareja de Uchihas discutian, el tercero en discordia estaba sentado entre ellos, justo en el centro de la habitación, con un sello mantenido y totalmente inmerso en su jutsu. Abrió la boca un segundo para informar a su superior.
Está todo listo.
Pues ponlo en marcha. Es hora, de comenzar el juego.
Al pronunciar esas últimas palabras, sus ojos se abrieron de par en par y en la pequeña habitación se pudieron ver dos ojos rojos en la oscuridad, cuya forma interior giraba lentamente hasta volver a su posición original, se trataba de dos triangulos equilateros juntados por un vertice justo en el centro del ojo carmesí. Mientras, el hombre que seguia sentado en el suelo realizó una sucesión de sellos a una velocidad vertiginosa y apoyó las manos en el suelo.
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Nabi fue saliendo poco a poco de su estado de shock mezclado con asco hacia su propia sangre, todo el mal que habia visto sobre la Tierra llevaba su apellido. ¿Como podia estar orgulloso de lo que era? ¿Qué sentido tenia portar el simbolo de su clan? Si este era un clan lleno de maldad, envidia, deshonra y decadente, sin ningún tipo de principio ni dignidad. Una cosa tenia clara, en cuanto llegara a su hogar, cambiaria su ropa. Era hora de dejar de ser Uchiha, y convertirse en lo que de verdad importa, en un Gennin de Uzushiogakure. Si habia algo que debia ser, eso era sin duda, shinobi de su villa, simbolo de prosperidad y justicia.
Levantó la mirada para encontrarse con un escenario más que peculiar. Sobrepeculiar era la palabra. Habian unas diez personas a su alrededor, algunas cerca, otras lejos, algunas en las que no habia ni reparado todavia o que no veia en ese momento. Todos hablaban y Nabi no tenia ni la menor idea de qué hacian todos ahí, incluso Juro y Kazuma se habian presentado en aquel rincon del mundo. Buscó entre la enorme muchedumbre que se habia juntado en aquel lugar en un momento y encontró al otro Uchiha, tirado en el suelo, como lo habia dejado. Eri le estaba proporcionando algún tipo de tratamiento y una chica de ojos blancos tambien estaba ayudando al herido.
Por suerte, Nabi no era medico. Se deslizó por el desnivel que bajaba hasta donde estaba medio muerto el sospechoso. Se acercó y le agitó un poco la cabeza al dormilon ese.
Eh, ¿quien eres? ¿Tienes algo que ver con esos tipos?
Si este no contestaba esperaria a que Eri acabara de tratarle para zarandearle con mayor violencia hasta que despertara y volveria a repetirle exactamente lo mismo.
Aunque puede que ese momento no llegara a suceder. El suelo empezó a temblar, paso de un tembleque leve a un verdadero terremoto en cuestión de segundos. Tanto Datsue como Eri, Mitsuki y él, se encontraban en la bajada de un pequeño terraplen en el que no habia ninguna ruina que pudiera caerles encima. Pero tanto los que se estaban cubriendo como los que estaban subidos a algo apenas tuvieron un instante para asegurar su posición o salir por patas antes de que las pocas estructuras que quedaban se cayeran encima suyo.
La vibración bajo de intensidad a medida que del suelo, a unos cien metros a la redonda alrededor de Datsue, aparecian unas paredes enormes de piedra que se fueron curvando hasta formar una media esfera perfecta que en la parte más alta de la misma debia tener unos cincuenta metros de altura y dejaba un agujero de poco más de un metro para que no murieran ahogados, supusó Nabi. El rubio miro a sus alrededores, y parecia que sin duda Datsue parecia ser el centro de aquella estructura. El agujero del techo estaba justo encima suyo y todas las paredes parecian estar a la misma distancia de él.
Decidió levantarse y ponerse en guardia por lo que pudiera pasar a continuación, en esa noche donde las sorpresas parecian no tener fin. Donde la esfera seguia flotando apareció una pequeña columna que apenas se alzó un metro, y tenia un solo hueco esferico donde la gema se metió ella solita, emitiendo un sonido de clic, pero sin ningún otro efecto percibible. Nabi miro a sus alrededores, y esta vez se quedó con todas las caras y las bandanas visibles. En ningún momento habia desactivado el sharingan, no se habia encontrado con la calma necesaria para hacerlo.
Habia algo raro en el ambiente.
Mitsuki, Kaido, Ritsuko, Kazuma y Juro. Antes del temblor, todos los que tengais la media esfera a la vista, la ocultais. Sentis la necesidad de ocultarla, no podeis confiar en esos conocidos o extraños, solo quieren quitarosla. Vuestra preciada esfera, pero ¡espera! SI ESTA ROTA. OH DIOS MIO. Necesitais la otra mitad, y tiene que ser vuestra, no podeis dejar que ninguna otra persona, bajo ningún concepto, consiga unir las dos mitades. Teneis que ser vosotros. Sois conscientes de que alguien tiene la otra mitad de la vuestra, ¿pero quien?
Ojo, no habeis perdido la cabeza. Podeis pensar, analizar y seguir una estrategia razonable. Pero la otra media esfera debe ser vuestra. Y debeis descubrir quien la tiene y si se niega a darosla LO APUÑALAIS. Podreis seguir la razón un numero de turnos, pero cada vez el deseo sera más y más fuerte.
Los que no teniais desde un principio, o ya no la teneis, es decir, los que no he nombrado, estais exentos de esa ansia.
P.D. La media gema de Yota esta tirada por el suelo.
El dibujo no está a escala y la cupula es más grande que esa, pero no me cabia, asín de claro. Si teneis alguna duda preguntadme por mp.
Los turnos oficiales son: Datsue, Eri, Haruto, Juro, Kaido, Kazuma, Mitsuki, Ritsuko, Yota, Karamaru y Kunie.
Inauguro la norma oficial de las interrupciones. La cosa va así, cada uno teneis una interrupción, si en algún momento de un turno, hayais posteado ya o no, quereis intervenir y postear de nuevo o avanzar vuestro turno, lo podeis hacer. Me avisais, yo aviso a quien le toque y le digo que se espere y ya. Pero solo lo podeis hacer una vez en toda la trama.
Ejemplo: Yota ve que le van a pegar a Eri y quiere interponerse antes que nadie, me lo dice y postea el siguiente, al siguiente turno volvera a tener su posición de posteo original.
Abrió los ojos y se perdió en los suyos. Decir que eran verdes era como decir que las estrellas son simplemente amarillas. No era mentir, pero tampoco ser fieles a la verdad. Los suyos resplandecían como el sol chispeante que brillaba en las olas del mar, y tenían el color de la aurora reflejada en el oscuro océano invernal.
Datsue tomó aire, al darse cuenta que llevaba un buen rato sin hacerlo, y sus labios, pesados por el cansancio, trataron de articular la pregunta inevitable.
—¿Eres un ángel? —Parpadeó con fuerza, como si estuviese viendo un espejismo. Junto a ella, otra chica le miraba, de ojos rasgados y blancos, cuyas formas y líneas evocarían el deseo de cualquier adolescente. Entonces Datsue se vio obligado a realizar la segunda pregunta inevitable del día—. ¿Estoy en el cielo?
Se sentía agotado, como si hubiese gastado la energía de toda una semana en un solo instante. Intentó incorporarse, pero aquel simple gesto le suponía un esfuerzo demasiado grande. ¿En verdad había muerto?
Por lo visto, alguien quiso sacarle de su error, agarrándole por los pelos y zarandeándole la cabeza. Aquel simple movimiento, sumado a la debilidad que sentía, hizo que le entraran ganas de vomitar.
Reprimió una arcada y, de pronto, la tierra se puso a temblar. Algo estaba pasando, pero no podía ver nada. Se sentía mareado por los meneos que le había dado aquel imbécil, y el mundo entero le daba vueltas. Entonces, pese a que seguramente debería preocuparse por otras cosas, sintió como su corazón inundaba sus venas con el veneno de la venganza. Voy a matarte, hijo de la gran puta. Voy a matarte aunque sea lo último que haga en esta vida.
Apretando los dientes, logró ponerse de rodillas y enfocar a su objetivo: el rubio.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Fue terminando lentamente de traspasar su chakra al chico que reposaba en el suelo, cuando en el momento en el que la joven de cabellos azules posó sus orbes esmeralda en los párpados cerrados del joven de pelo moreno éste los abrió lentamente. Dejó entrever una sonrisa de alivio al ver como había podido llegar a tiempo y, además, de como su mera existencia había logrado ayudar otra vida que necesitaba de sus habilidades. Giró un poco la cabeza, lentamente, intentando no desconcentrarse de su tarea para así agradecer a la melodiosa voz que había cubierto el cuerpo magullado del muchacho con una sonrisa y unas palabras tranquilas -Se pondrá bien... Aunque no tiene mucho chakra... - Murmuró para su compañera de villa. Entonces lo escuchó.
—¿Eres un ángel? — La chica viró su mirada rápidamente para observar de nuevo al joven al que trataba con tanto esmero porque no se esperaba que le hablase - y menos para preguntar semejante tontería -, sin embargo sus mejillas se colorearon sin querer de una tonalidad rosada, a contra de su voluntad, cabe decir —. ¿Estoy en el cielo? - Suspiró, seguramente estaba divagando. Sin embargo, antes de terminar con la técnica una profunda voz la sacó de sus pensamientos, a parte de que un cuerpo zarandeó al pobre malherido cuando ni éste se podía mantener en una posición erguida.
- Eh, ¿quien eres? ¿Tienes algo que ver con esos tipos?
La delicadeza de Nabi brillaba por su ausencia. Le fulminó con su verdosa mirada y resopló por lo bajo. Negó con la cabeza y terminó con su cometido. Así, apartó sus manos del cuerpo del chico y los posó en sus rodillas, en las que estaba apoyado su cuerpo desde que había comenzado con la técnica, dispuesta a incorporarse sobre ambas piernas de nuevo, ya que había notado como había llegado mucha gente hasta donde ellos se encontraban, y cuando decía ellos, decía a Nabi, el muchacho que yacía en el suelo, la joven Hyuuga que recordaba haber visto por su villa pero que no recordaba su nombre con exactitud, y ella misma, así que sin esperar mucho más se compuso sobre sus dos piernas y se limpió los restos de barro que podían haberse instaurado en sus botas ninja. No paró a intentar recordar las caras de los recién llegados que desconocía, pero sí frunció el ceño al ver a Juro -al que había oído antes pero había ignorado en contestar centrada en su tarea -, y a Kazuma allí, también notó una presencia familiar, era ese chico tiburón que conoció una vez.
No pudo hacer ni pensar nada más ya que el suelo empezó a temblar de una manera antinatural que hizo que la kunoichi huérfana cayese al suelo gracias a su tan ya tan conocida torpeza. No pudo evitar sorprenderse al ver como una cúpula de piedra los envolvía lentamente, dejando justo encima de ella un agujero, por el que pasaba el agua de la lluvia que se disputaba fuera de aquel lugar. A Eri le recordó como si ahora mismo ellos fuesen animales domésticos a los que encerraban en una jaula y observaban para su propio goce y disfrute, por ello ahogó un gritillo. ¿Es que las desgracias nunca venían solas?
Recordó que en su próxima vida, montaría una estúpida tienda de pasteles, vaya que lo haría.
Notó como Nabi se levantó, y el otro muchacho que yacía cerca de ella intentaba incorporarse apoyándose en su rodilla, también observó como todos los presentes se hacían más fácil de ver en aquel momento, siendo iluminados por la luz que emitía la gema - ésta se había metido en una columna que ni si quiera rondaba el metro de altura -.
''¿Y-y ahor-a qué pasa...? - balbuceó mientras se sentaba sobre el barro.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Si creía que las cosas iban a ser sencillas, estaba equivocado. Aun menos, cuando vio el festival de gente que comenzó a entrar. Ni Nabi ni Eri le hicieron mucho caso. Aparecieron más personas a su alrededor, a algunos les conocía, a otros no. La shinobi que conoció en el museo de armas, de Takigakure , apareció junto con el chico rubio. También había otra chica junto con Eri y el viajero, una chica de pelo blanco que no conocía, pero recordaba con vagueza.
Por último, otra persona se metió en medio. Era Kazuma, su compañero de equipo. Ahora estaban los tres juntos.
Si, algo muy raro estaba pasando.
"La carta... Creo que no he sido el único" - como la otra vez en el jardin de los cerezos, empezó a pensar que esos tipos les habían reunido, por alguna extraña razón.
Pero eso no fue lo más raro. Antes de poder hablar, y contestar a alguien - todo el mundo estaba hablando, cada uno con su propia opinión - sintió algo. Una necesidad fuerte e imperiosa de guardar la gema que sostenía en sus manos. Por alguna razón, lo hizo, la escondió en el fondo de su portaobjetos. Empezó a ver a la gente con otros ojos.
Entonces, sucedió otra cosa aun más. Un gran temblor, una vibración terrestre. Juro se movió, asustado de que algo le cayese encima. Pero no tuvo mucho margen, en ese momento, surgió lentamente una cupula de tierra, que les envolvió sin escapatoria a todos los presentes, dejandoles encerrados, salvo por un pequeño agujero, para respirar.
En mitad de la cúpula, se encontraba el viajero, por alguna razón. Una gema rojiza brillaba en mitad de esta también, y esta se introdujo en cuestión de segundos en una columna que se había formado, sin dejar de emitir su brillo.
Estaba encerrado con numerosos desconocidos en una cúpula extraña. En el fondo, sabía que esa gema tenía algo que ver, sabía que esos desconocidos estaban por alguna parte tratando de hacer algo con ellos. Pero eso no le importó en ese momento. Otra cuestión asaltaba su mente.
"La gema. Me van a quitar la gema... No puedo dejar que se me acerquen..."
Contuvo las ganas de asegurar la gema que estaba escondida, no. No podía denotar su miedo. El sentimiento de encontrar la otra parte de la gema le llenó de lleno, empujando a un lado el resto de sus deseos. Aun tenía algo de razón, sabía que Kazuma, Nabi y Eri eran sus mejores aliados en ese momento. Pero el resto... Tenía que alejarse de ellos.
Examinó mejor a la gente que no conocía, y a los que conocía vagamente. No, no podía dejarse llevar por su lado más humano en ese momento. Trató de ver la posición de sus compañeros, por si tenía que llegar rápidamente. Igualmente, trató de que no estar demasiado cerca de nadie.
No iban a quitarle la gema. No pensaba dejarlo. Lo tenía decidido.
26/01/2016, 07:53 (Última modificación: 26/01/2016, 09:13 por Umikiba Kaido.)
El tiburón contempló la escena con bastante reticencia, permitiéndose mantener la distancia ante una situación que sin duda se salía de los cánones normales en cuanto a las vivencias de un joven genin como él. Todo aquello era cuanto menos sospechoso y a pesar de que Kaido solía verse siempre inmiscuido en todo tipo de problemas, algo le decía que en ese instante no querría hacerlo pues las consecuencias podrían ser catastróficas.
Se preguntó si estaba siendo cobarde o cauteloso, aunque se podría decir que venían siendo lo mismo. Y también le dio mérito a su mentor, pues parecía que las largas charlas que el viejo le impartía cada cierto tiempo estaban dando sus frutos. A cuenta gotas, el gyojin se estaba convirtiendo en una especie de shinobi responsable, todo lo contrario a su usual comportamiento.
«Puto Yarou de los huevos»
De cualquier forma, decidió asumir su decisión con bastante tranquilidad, incluso con gracia. Continuó bebiendo de su termo como si estuviese en una obra de teatro y apostó por esperar a que los acontecimientos se desarrollaran sin que su presencia tuviera que ser parte de los hechos. Pero el destino, tan caprichoso y contradictorio, no parecía dispuesto a dejar a Kaido fuera del plano. Llevó hasta su lado a otro de los invitados, quien se tomó la libertad de interrumpir su ansiada soledad con la interrogante de la noche:
¿Qué coño estaba pasando allí?
Kaido aprovechó para darle un rápido vistazo a su acompañante, sintiéndose gratamente sorprendido por lo que vería a continuación. Cabellos azabache, que se mezclaban con la latente oscuridad de la noche. Ojos color ámbar, una piel tan pálida que parecía destacar aún y cuando parecían estar sumidos en el mismísimo abismo y por último pero no menos meritorio; un rostro cuya belleza rompía los estándares que sus ojos habían podido contemplar hasta ahora.
Un ángel de la noche, podrían decir algunos.
Pero a él poco le interesaban ese tipo de nimiedades. La atracción no era parte de su psiquis y muy bien habían hecho quienes le habían entrenado en el Valle Aodori con blindarle en ese aspecto. De lo contrario, esa muchacha ya tendría control total sobre él, pues su hermosura lo meritaba.
—No lo sé, pero luce como la fantasía de un pedófilo, ¿no te parece? —bromeó, para luego dar un par de sorbos más a su termo—. más de diez críos en un mismo lugar, a la misma hora en una misma noche. Sin duda luce como si alguien se hubiera esforzado bastante en reunirnos a todos aquí y me temo que desconozco el por qué, pero apuesto a que no es para jugar a ponle la cola al burro.
Era un hecho que ni el más despistado podría haber pasado por alto. Que todos los reunidos parecían tener —o aparentaban al menos— una edad anterior a la quincena. Y no estaban allí para disfrutar de la luz de la luna.
Luego escupió al suelo. Y su pie derecho cayó sobre su saliva para borrar el rastro de la tierra, aunque coincidió de forma extraña con lo que pareció ser un temblor que le hizo perder su balance y apoyar su brazo izquierdo sobre el hombro de la muchacha que le acompañaba. Urgido, volteó hacia su alrededor y pudo comprobar como a su alrededor nacía una especie de cúpula que terminó por encerrar a todos los presentes. Escombros fueron de aquí a allá amenazando a un par de los reunidos y otros, como él, no tuvo que hacer demasiado pues se encontraba lejos de algo que pudiera caerle encima y acabar con su existencia. Aunque un par de rocas pasaron muy cerca de sus cabezas, por no decir que estuvieron a punto de dejarles un buen chichón como recuerdo.
—Joder, esto ya no puede ponerse más raro —argumentó, a priori para restar importancia al temblor. No obstante, su mirada yacía fija hacia el epicentro del asunto, donde el joven herido continuaba tendido en el suelo y cuya gema se vio inmersa en una pared naciente por arte de magia —. dime, antes de que pase algo más: ¿cómo coño te llamas?
Luego sintió un cosquilleo en su bolsillo, donde se encontraba su media gema. Parecía intentar decirle algo, y repentinamente se embriagó de una sofocante desconfianza que sin duda le empezaría a comer la cabeza, aunque por ahora continuaría actuando igual pues no era algo de lo que pudiera darse cuenta de forma inmediata.
La situación se tornaba más bizarra a cada instante. En aquel lugar las personas comenzaban a aglomerarse como si de un día de campo se tratara.
«Tanta gente…» —Pensó al verlos a todos.
Pudo ver como Nabi se incorporaba, mientras que Eri parecía haber logrado regresar de entre los muertos a aquel muchacho que yacía inconsciente. También estaba Juro que lucía tan confundido como él. Incluso estaba Mitsuki, la chica que había conocido durante los sucesos en el mar del té. Había otras personas, pero ninguna parecía tener intenciones hostiles, por los momentos.
—Bueno, ya les encontré. Así que ahora podemos marcharnos de aquí. —Dijo para sí mismo y sus compañeros, pues todo aquel asunto le daba mala espina.
Como si sus palabras fueran algún detonante verbal, el suelo comenzó a sacudirse violentamente, tanto así que tuvo que utilizar chakra en sus pies para poder mantenerse erguido. La sacudida provocó que las ya inestable ruinas cercanas comenzaran a desmoronarse. Luego de que el sismo comenzará a mermar, unas paredes de piedra comenzaron a emerger alrededor de ellos, una trampa evidente aún pero el menos brillante de los ninjas. Cuando parecía que el domo iba a completarse y a dejarlos sumidos en la oscuridad, se detuvo formado una especie de agujero en la cima, por donde seguía entrando el agua de lluvia.
—¡Joder Nabi! ¿En qué clase de problema te has metido ahora? —Preguntó a su compañero, mientras este se levantaba y se ponía en guardia, como esperando que pasara algo más.
De repente, cerca de donde se encontraban todos, surgió del suelo una especie de columna donde fue a incrustarse una curiosa gema roja. Pero aquello no fue lo más extraño de todo, pues de la nada el Ishimura comenzó a experimentar una fuerte sensación de ansiedad y aprensión, que se centraban en la piedra preciosa que escondía bajo su capa negra.
«Esto es demasiado extraño… Solo tengo la mitad de una gema que me trajo hasta aquí, y no sé cómo, pero estoy seguro de que si tuviera la parte faltante podría salir —pensó, desafiando su habitual sentido común. Pese a eso, aún conservaba la calma—. Debo permanecer tranquilo. Estoy seguro de que alguien más tiene lo que busco, solo… Solo debo esperar el momento adecuado y no fiarme de nadie.»
No estaba seguro de que pasaba ni porque pensaba de aquella manera, pero todo eso no importaba cuando estaba sumido en una húmeda oscuridad y rodeado de gente que seguramente no querrían darle lo que buscaba. La piedra tenía la respuesta, él lo intuía. Quería que todo saliera lo mejor posible pero... Pero si tuviera que pasarse a alguien por el filo de su espada, pues quizás lo hiciera.