22/08/2018, 19:48
Oh, aquella fugaz y antigua sensación. Un año más tarde, la tenía de nuevo. Trató de atraparla con las manos y no dejarla marchar. Pero era inútil, inútil, como tratar de contener el agua. Siempre había más de una gota que se escurría entre el hueco de los dedos.
En su lugar, mejor saborear el momento. El suave rumor del público antes de abrir las puertas. La expectación. Los nervios. La gloria al alcance de sus manos. La tenía, la tenía…
Escuchó un nombre. No se sorprendió. Era su destino. Era lo que los Dioses, desde lo alto, querían ver. Sentía cómo movían los hilos —incluso los de él mismo— para que aquel combate se diese. Y no ofreció resistencia. No les negó el espectáculo.
Se abrieron las puertas y el calor le inundó las venas. Lo tenía, lo tenía. Lo sentía, lo sentía.
Era la sangre de Izanami clamando venganza. Era el fuego de Amateratsu quemándole por dentro. Era Shukaku ofreciendo ayuda. Era Watasashi Aiko recordándole la última burla que había sufrido. Era Aotsuki Ayame. Era su destino.
Adelantó un paso, se abrió de brazos, y su figura formó una cruz. Su cabeza, echada hacia atrás; sus ojos, cerrados. Lo tenía, lo tenía. Lo sentía, lo sentía.
Era excitación y furia al mismo tiempo. Era júbilo e irritación a la misma vez. Eran cosquillas y eran punzadas simultáneas. Era una risa, aguda y chirriante como un arañazo en la pizarra; era un grito, intenso y grave como un cuerno de guerra anunciando batalla. Era Uchiha Datsue en estado puro.
Alzó una mano a las gradas. A las gradas repletas de uzujines, pidiendo silencio.
—¡¡¡Compatriotas!!! —gritó, y cuando abrió los ojos, el público pudo ver el Sharingan brillando en la oscuridad. Literalmente, pues Datsue se había pintarrajeado de negro los párpados, los pómulos, el principio de la nariz y parte de la sien. Una pintura de guerra fiera y medidamente tosca, como ese peinado que consiste en lucir despeinado sin realmente estarlo—. ¡Sé que no todos estáis conmigo! —Cuánto daño había hecho Zoku. Cuánto daño había hecho Shukaku. Cuánto daño había hecho él mismo. Odiado y querido a partes iguales, como su Hermano. Pero, aquel día… Aquel día se le brindaba la oportunidad de revertir la situación. De ganarse el corazón de todos ellos—. ¡Pero hoy —avanzó hacia sus gradas mientras se desgañitaba, olvidándose de su contrincante—, hoy no os pido que estéis conmigo! —alzó una mano al cielo mientras se llevaba la otra al corazón—. ¡¡¡HOY OS PIDO QUE ESTÉIS CON SHIONA!!! —Sus cuerdas vocales dijeron: basta. Él les respondió: sacrificaos—. ¡Porque sé que ella está conmigo ahora! ¡¡¡Ella me acogió como a un hijo, como a muchos de vosotros!!! ¡¡¡Me dio un hogar y una familia por la que luchar!!! ¡¡¡Sé que no siempre he estado a la altura!!! ¡¡¡Pero hoy —se clavó el pulgar en el pecho, mientras miraba a todos y a nadie en concreto—, hoy no lucharé por mí!!! ¡Ni por el Chūnin! ¡¡¡Hoy lucharé por su memoria!!!
Dejó que su voz reverberase por las gradas en un eco sepulcral.
—¡El mundo sabe que hemos pasado por momentos difíciles! ¡¡¡Pero hoy, hoy sabrá también que seguimos en la cúspide!!! ¡¡¡Que el nombre uzujin no puede ser nombrado en vano!!! —Datsue se movía de un lado a otro como un león enjaulado. Rugiendo, saltando a cada bramido que daba y tensando cada músculo de su cuerpo en cada movimiento. Era un actor de teatro consagrado en el escenario de toda su vida—. ¡Justo un año atrás, Uchiha Akame lo demostró aplastando a cada contrincante y trayéndose el trofeo a casa! ¡Hoy, yo lo ratificaré —alzó una mano y apuntó a Ayame—, derrotando a la subcampeona del Torneo de los Dojos!
«Vamos, contagiáos... ¡Estad conmigo!»
—¡¡¡Larga vida a Uzushiogakure no Sato!!! —saltó y con un vigoroso movimiento alzó ambas manos al cielo, buscando la complicidad del público, buscando que se levantasen de sus asientos y coreasen con él—. ¡¡¡UZU, UZU, UZU!!! —se desgañitó, sacudiendo tres veces el puño en el aire. Solo entonces, de un fuerte tirón, se quitó la camisa que llevaba dejando que el público viese el enorme símbolo de Uzushiogakure tatuado en su espalda. Un tatuaje temporal, cabe decir—. ¡¡¡UZU, UZU, UZU!!! —y de nuevo tres puños al aire.
Y lo siguió sacudiendo mientras se daba la vuelta, esperando que el cántico inundase las gradas como un fuerte tsunami y siguiesen por él. Su Sharingan se clavó en Ayame, que si no se había movido estaba a unos quince metros de su posición. No necesitaba menos.
Formó dos sellos rápidos, clavó una rodilla en el suelo, y escupió una bala de francotirador de cuarenta centímetros de diámetro que avanzó directa a los pies de la amejin. Sin saludo previo. Sin sello de confrontación. Sin las típicas palabras cordiales antes de empezar. En definitiva, sin tonterías.
El combate había empezado.
En su lugar, mejor saborear el momento. El suave rumor del público antes de abrir las puertas. La expectación. Los nervios. La gloria al alcance de sus manos. La tenía, la tenía…
Escuchó un nombre. No se sorprendió. Era su destino. Era lo que los Dioses, desde lo alto, querían ver. Sentía cómo movían los hilos —incluso los de él mismo— para que aquel combate se diese. Y no ofreció resistencia. No les negó el espectáculo.
Se abrieron las puertas y el calor le inundó las venas. Lo tenía, lo tenía. Lo sentía, lo sentía.
Era la sangre de Izanami clamando venganza. Era el fuego de Amateratsu quemándole por dentro. Era Shukaku ofreciendo ayuda. Era Watasashi Aiko recordándole la última burla que había sufrido. Era Aotsuki Ayame. Era su destino.
Adelantó un paso, se abrió de brazos, y su figura formó una cruz. Su cabeza, echada hacia atrás; sus ojos, cerrados. Lo tenía, lo tenía. Lo sentía, lo sentía.
Era excitación y furia al mismo tiempo. Era júbilo e irritación a la misma vez. Eran cosquillas y eran punzadas simultáneas. Era una risa, aguda y chirriante como un arañazo en la pizarra; era un grito, intenso y grave como un cuerno de guerra anunciando batalla. Era Uchiha Datsue en estado puro.
Alzó una mano a las gradas. A las gradas repletas de uzujines, pidiendo silencio.
—¡¡¡Compatriotas!!! —gritó, y cuando abrió los ojos, el público pudo ver el Sharingan brillando en la oscuridad. Literalmente, pues Datsue se había pintarrajeado de negro los párpados, los pómulos, el principio de la nariz y parte de la sien. Una pintura de guerra fiera y medidamente tosca, como ese peinado que consiste en lucir despeinado sin realmente estarlo—. ¡Sé que no todos estáis conmigo! —Cuánto daño había hecho Zoku. Cuánto daño había hecho Shukaku. Cuánto daño había hecho él mismo. Odiado y querido a partes iguales, como su Hermano. Pero, aquel día… Aquel día se le brindaba la oportunidad de revertir la situación. De ganarse el corazón de todos ellos—. ¡Pero hoy —avanzó hacia sus gradas mientras se desgañitaba, olvidándose de su contrincante—, hoy no os pido que estéis conmigo! —alzó una mano al cielo mientras se llevaba la otra al corazón—. ¡¡¡HOY OS PIDO QUE ESTÉIS CON SHIONA!!! —Sus cuerdas vocales dijeron: basta. Él les respondió: sacrificaos—. ¡Porque sé que ella está conmigo ahora! ¡¡¡Ella me acogió como a un hijo, como a muchos de vosotros!!! ¡¡¡Me dio un hogar y una familia por la que luchar!!! ¡¡¡Sé que no siempre he estado a la altura!!! ¡¡¡Pero hoy —se clavó el pulgar en el pecho, mientras miraba a todos y a nadie en concreto—, hoy no lucharé por mí!!! ¡Ni por el Chūnin! ¡¡¡Hoy lucharé por su memoria!!!
Dejó que su voz reverberase por las gradas en un eco sepulcral.
—¡El mundo sabe que hemos pasado por momentos difíciles! ¡¡¡Pero hoy, hoy sabrá también que seguimos en la cúspide!!! ¡¡¡Que el nombre uzujin no puede ser nombrado en vano!!! —Datsue se movía de un lado a otro como un león enjaulado. Rugiendo, saltando a cada bramido que daba y tensando cada músculo de su cuerpo en cada movimiento. Era un actor de teatro consagrado en el escenario de toda su vida—. ¡Justo un año atrás, Uchiha Akame lo demostró aplastando a cada contrincante y trayéndose el trofeo a casa! ¡Hoy, yo lo ratificaré —alzó una mano y apuntó a Ayame—, derrotando a la subcampeona del Torneo de los Dojos!
«Vamos, contagiáos... ¡Estad conmigo!»
—¡¡¡Larga vida a Uzushiogakure no Sato!!! —saltó y con un vigoroso movimiento alzó ambas manos al cielo, buscando la complicidad del público, buscando que se levantasen de sus asientos y coreasen con él—. ¡¡¡UZU, UZU, UZU!!! —se desgañitó, sacudiendo tres veces el puño en el aire. Solo entonces, de un fuerte tirón, se quitó la camisa que llevaba dejando que el público viese el enorme símbolo de Uzushiogakure tatuado en su espalda. Un tatuaje temporal, cabe decir—. ¡¡¡UZU, UZU, UZU!!! —y de nuevo tres puños al aire.
Y lo siguió sacudiendo mientras se daba la vuelta, esperando que el cántico inundase las gradas como un fuerte tsunami y siguiesen por él. Su Sharingan se clavó en Ayame, que si no se había movido estaba a unos quince metros de su posición. No necesitaba menos.
Formó dos sellos rápidos, clavó una rodilla en el suelo, y escupió una bala de francotirador de cuarenta centímetros de diámetro que avanzó directa a los pies de la amejin. Sin saludo previo. Sin sello de confrontación. Sin las típicas palabras cordiales antes de empezar. En definitiva, sin tonterías.
El combate había empezado.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado