24/08/2018, 12:09
Y, aunque algo dentro de ella no dejaba de decirle que debería haber esperado algo así, lo cierto fue que se sorprendió.
Uchiha Datsue salió de su puerta con la cabeza echada hacia atrás y los brazos extendidos, como si estuviera ya saboreando una victoria que aún no estaba decidida. Y eso no era lo peor, no. No sólo se había pintado los párpados, los pómulos y el principio de la nariz en negro, como si de un mapache de verdad se tratase. Lo peor estaba por llegar, cuando alzó una mano hacia las gradas solicitando silencio al enjambre del público, que zumbaba expectante.
«¿Pero qué narices está haciendo?» Se preguntó Ayame, relejando momentáneamente la postura.
—¡¡¡Compatriotas!!! —gritó, y Ayame supo ver el color de la sangre en sus iris cuando abrió los ojos. El color de aquel terrible Sharingan al que ya se había enfrentado una vez, con nefastas consecuencias para ella—. ¡Sé que no todos estáis conmigo! ¡Pero hoy...! —resaltó, avanzando hacia las gradas mientras forzaba su voz al máximo para que todos y cada uno de los presentes pudieran escucharle. Y, lo peor, es que pronto Ayame se daría cuenta de que tenía que admitir que tenía buena labia. Demasiada buena labia—. ¡...hoy no os pido que estéis conmigo! —continuó, alzando una mano al cielo y otra al corazón—. ¡¡¡HOY OS PIDO QUE ESTÉIS CON SHIONA!!! ¡Porque sé que ella está conmigo ahora! ¡¡¡Ella me acogió como a un hijo, como a muchos de vosotros!!! ¡¡¡Me dio un hogar y una familia por la que luchar!!! ¡¡¡Sé que no siempre he estado a la altura!!! ¡¡¡Pero hoy...! —volvió a resaltar, clavándose el pulgar en el pecho—. ¡...Hoy no lucharé por mí!!! ¡Ni por el Chūnin! ¡¡¡Hoy lucharé por su memoria!!!
«Cuanta tontería...» Ayame chasqueó la lengua, irritada y cansada de aquel espectáculo sin sentido.
Datsue seguía moviéndose de un lado a otro, contagiando al público con su carisma natural, impregnándolos de su discurso. El público de Uzushiogakure vibraba excitado. Era normal, pues Datsue era uno de los aspirantes de su aldea, pero con sus palabras se estaban emocionando aún más, mientras que el público de Amegakure y Kusagakure se mantenían en un tenso silencio sombrío. Y entonces, en una de las veces que Datsue se dio la vuelta para darle la espalda y seguir con aquel discurso político sin prestarle atención a su oponente, una bomba de agua se abalanzó sobre él. Una jarra de agua fría sobre su discurso de papel.
—¿Te has divertido ya lo suficiente? Estamos en un examen, no en un torneo, idiota —le recordó Ayame desde su posición, sus manos aún formulando el sello del tigre que había disparado el Suiton: Teppōdama contra él.
Uchiha Datsue salió de su puerta con la cabeza echada hacia atrás y los brazos extendidos, como si estuviera ya saboreando una victoria que aún no estaba decidida. Y eso no era lo peor, no. No sólo se había pintado los párpados, los pómulos y el principio de la nariz en negro, como si de un mapache de verdad se tratase. Lo peor estaba por llegar, cuando alzó una mano hacia las gradas solicitando silencio al enjambre del público, que zumbaba expectante.
«¿Pero qué narices está haciendo?» Se preguntó Ayame, relejando momentáneamente la postura.
—¡¡¡Compatriotas!!! —gritó, y Ayame supo ver el color de la sangre en sus iris cuando abrió los ojos. El color de aquel terrible Sharingan al que ya se había enfrentado una vez, con nefastas consecuencias para ella—. ¡Sé que no todos estáis conmigo! ¡Pero hoy...! —resaltó, avanzando hacia las gradas mientras forzaba su voz al máximo para que todos y cada uno de los presentes pudieran escucharle. Y, lo peor, es que pronto Ayame se daría cuenta de que tenía que admitir que tenía buena labia. Demasiada buena labia—. ¡...hoy no os pido que estéis conmigo! —continuó, alzando una mano al cielo y otra al corazón—. ¡¡¡HOY OS PIDO QUE ESTÉIS CON SHIONA!!! ¡Porque sé que ella está conmigo ahora! ¡¡¡Ella me acogió como a un hijo, como a muchos de vosotros!!! ¡¡¡Me dio un hogar y una familia por la que luchar!!! ¡¡¡Sé que no siempre he estado a la altura!!! ¡¡¡Pero hoy...! —volvió a resaltar, clavándose el pulgar en el pecho—. ¡...Hoy no lucharé por mí!!! ¡Ni por el Chūnin! ¡¡¡Hoy lucharé por su memoria!!!
«Cuanta tontería...» Ayame chasqueó la lengua, irritada y cansada de aquel espectáculo sin sentido.
Datsue seguía moviéndose de un lado a otro, contagiando al público con su carisma natural, impregnándolos de su discurso. El público de Uzushiogakure vibraba excitado. Era normal, pues Datsue era uno de los aspirantes de su aldea, pero con sus palabras se estaban emocionando aún más, mientras que el público de Amegakure y Kusagakure se mantenían en un tenso silencio sombrío. Y entonces, en una de las veces que Datsue se dio la vuelta para darle la espalda y seguir con aquel discurso político sin prestarle atención a su oponente, una bomba de agua se abalanzó sobre él. Una jarra de agua fría sobre su discurso de papel.
—¿Te has divertido ya lo suficiente? Estamos en un examen, no en un torneo, idiota —le recordó Ayame desde su posición, sus manos aún formulando el sello del tigre que había disparado el Suiton: Teppōdama contra él.