28/08/2018, 23:19
Pero su mano no encontró la ropa del Uchiha. No. En contacto con su palma sintió una extraña corriente de energía recorriéndola de abajo a arriba, y entonces comprobó que ni siquiera había llegado a tocarle.
—¿Qué...?
Una pared de chakra se elevaba entre ella y su oponente. Suponiendo una técnica defensiva, Ayame se apresuró a retroceder; sin embargo, nada podría haberla preparado para lo que encontró cuando lo hizo. La sangre se le congeló en las venas cuando alzó la mirada recorriendo la supuesta técnica defensiva. No era una simple pared de chakra lo que envolvía a Datsue. Se trataba del busto de una figura humanoide constituida por chakra. Gigante. Dantesca. La contemplaba con ojos malévolos desde un rostro que parecía haber salido del mismísimo Yomi y Ayame se quedó paralizada en el sitio, con las piernas temblándole de puro terror.
—¿Qué... es eso...? —balbuceó, con un hilo de voz, olvidándose ya del sello que había dejado pegado en el torso de aquella criatura.
Casi a cámara lenta, vio cómo el gigante alzaba uno de sus brazos.
«¿Cómo puedo enfrentar algo así?» Chillaba su mente, aterrorizada.
Una gota de sudor cayó por su sien al mismo tiempo que el titán dejaba caer su mano sobre ella. Como si no fuera más que un molesto mosquito al que aplastar. Y Ayame apenas supo cómo reaccionar. Cruzó los brazos por delante del cuerpo en un inútil y ridículo intento por protegerse de la ira del coloso y aunque sí consiguió licuar todo su cuerpo en el momento del impacto, fue como si acabaran de aplastarla con un pilar de hormigón. Todo su ser retumbó con violencia. Sus sentidos se apagaron momentáneamente. Perdió la noción del espacio y el tiempo. Y todo dejó de tener sentido a su alrededor. Aún necesitó de varios segundos para recomponerse de nuevo, y lo hizo de forma lenta, temblorosa, mientras el agua volvía a tomar su forma. Ahora de rodillas, jadeando ligeramente y con el corazón palpitándole en las sienes, Ayame volvió a alzar la mirada hacia aquel ser. Se sentía como una hormiga. Una pequeña e indefensa hormiga frente la figura de un dios. ¿Qué clase de poder era aquel? ¿También era cosa del Sharingan? ¿Pero qué clase de poderes infernales otorgaban aquellos ojos? ¿Cómo iba siquiera a hacerle frente?
Un pinchazo entre los omóplatos le hizo contraer el gesto.
«No. No así...»
Le había subestimado. Había subestimado a Uchiha Datsue y ahora pagaba el precio de su osadía. Por un momento incluso tuvo la terrible tentación de alzar la mano y rendirse...
—¿Qué...?
Una pared de chakra se elevaba entre ella y su oponente. Suponiendo una técnica defensiva, Ayame se apresuró a retroceder; sin embargo, nada podría haberla preparado para lo que encontró cuando lo hizo. La sangre se le congeló en las venas cuando alzó la mirada recorriendo la supuesta técnica defensiva. No era una simple pared de chakra lo que envolvía a Datsue. Se trataba del busto de una figura humanoide constituida por chakra. Gigante. Dantesca. La contemplaba con ojos malévolos desde un rostro que parecía haber salido del mismísimo Yomi y Ayame se quedó paralizada en el sitio, con las piernas temblándole de puro terror.
—¿Qué... es eso...? —balbuceó, con un hilo de voz, olvidándose ya del sello que había dejado pegado en el torso de aquella criatura.
Casi a cámara lenta, vio cómo el gigante alzaba uno de sus brazos.
«¿Cómo puedo enfrentar algo así?» Chillaba su mente, aterrorizada.
Una gota de sudor cayó por su sien al mismo tiempo que el titán dejaba caer su mano sobre ella. Como si no fuera más que un molesto mosquito al que aplastar. Y Ayame apenas supo cómo reaccionar. Cruzó los brazos por delante del cuerpo en un inútil y ridículo intento por protegerse de la ira del coloso y aunque sí consiguió licuar todo su cuerpo en el momento del impacto, fue como si acabaran de aplastarla con un pilar de hormigón. Todo su ser retumbó con violencia. Sus sentidos se apagaron momentáneamente. Perdió la noción del espacio y el tiempo. Y todo dejó de tener sentido a su alrededor. Aún necesitó de varios segundos para recomponerse de nuevo, y lo hizo de forma lenta, temblorosa, mientras el agua volvía a tomar su forma. Ahora de rodillas, jadeando ligeramente y con el corazón palpitándole en las sienes, Ayame volvió a alzar la mirada hacia aquel ser. Se sentía como una hormiga. Una pequeña e indefensa hormiga frente la figura de un dios. ¿Qué clase de poder era aquel? ¿También era cosa del Sharingan? ¿Pero qué clase de poderes infernales otorgaban aquellos ojos? ¿Cómo iba siquiera a hacerle frente?
Un pinchazo entre los omóplatos le hizo contraer el gesto.
«No. No así...»
Le había subestimado. Había subestimado a Uchiha Datsue y ahora pagaba el precio de su osadía. Por un momento incluso tuvo la terrible tentación de alzar la mano y rendirse...