4/09/2018, 16:14
(Última modificación: 4/09/2018, 16:16 por Inuzuka Etsu. Editado 1 vez en total.)
—Está bien, está bien... —terminó de aceptar el Inuzuka, ante su pesado hermano —y también me pone un cubo de palomitas extra grande. Éste maldito es un glotón.
Frente al Inuzuka, el encargado del puesto aún no tenía claro cómo o porqué podía hablar con el perro el chico con el que negociaba. Pero bueno, los ingresos son los ingresos. Miró al can, y éste afirmó con un gesto de cabeza, como si estuviese de a cuerdo. Se encogió de hombros, y sirvió también el cubo de palomitas.
—¿Ababaur?
—¿¡EN SERIO!?
Señaló el Inuzuka el mostrador del pequeño puesto, que estaba inundado por la "pequeña" compra, furibundo. No habló, lo señaló. Quitó por un instante el gesto. Intentó calmarse. Volvió a mirar el mostrador, la vena se le hinchó. Volvió a señalar la compra. Miró al can. Miró la compra. Volvió a mirar al can. Volvió a gesticular lo que señalaba, obviamente de nuevo la compra.
—¿¡EN... SERIO!?
El huskie dejó caer un suspiro.
—Si eso es todo, serán 100 ryos —zanjó el tendero, viendo que tras el chico y su perro habían mas clientes esperando.
—Aquí tiene... —respondió el rastas.
Con las mismas, sacó el dinero de su bolsillo, y se lo ofreció al hombre. Éste lo tomó, y se dirigió hacia la caja, en pos de cobrarlo. Entre tanto, Etsu realizó un simple sello, y su hermano tomó su misma apariencia. Obvio que no se iba a librar de llevar todo lo que había pedido por el hecho de tener zarpas.
—Aquí tiene. Muchas gracias, y vuelva pronto.
Ni con su intento de parecer acostumbrado el hombre pudo dejar de lado el hecho de que ahora hubiesen dos rastafaris en su puesto. Se rascó la sien, cansado ya de tratarlo, y volvió la mirada tras éste —el siguiente, por favor.
Entre Etsu y Akane, pillaron el cubo gigante de palomitas, los dos refrescos gigantes, la bolsa extra grande de frutos secos, las 10 chocolatinas, la manzana con caramelo, la botella de agua para el abuelo, y las patatas fritas onduladas que tanto le habían gustado. Cargados hasta las trancas, tomaron camino hacia el estadio. Estaban realmente cerca, en una de las tiendas mas próximas al mismo.
—Espero no perderme el primer combate... vaya ideas las tuya, Akane. Aunque peor es que el abuelo te haya dado la razón. Será porque él no se acordó de pillar una botella de agua y le convenía...
—Bruuuuuuh
El Inuzuka arqueó la ceja, y lo miró descaradamente —¿qué clase de ladrido es ese? ésto está empeorando tío, te estás alejando de los ladridos normales, y de nuestro idioma... ¿no te estarás viendo con alguna caniche extranjera, no?
Su clon asalvajado alzó la mirada, y la torció, aparentemente indignado. Últimamente se indignaba con demasiada facilidad, la verdad. Pero bueno, ya casi habían llegado. Akane tomó un poco la delantera, y abrió la puerta tal y como pudo, empujando con la espalda.
—Gracias.
Entró y tras de él Akane, y comenzaron a andar directos hacia las gradas. Había un poco de revuelo, quizás el combate ya había comenzado. Así pues, comenzaron a andar aún mas deprisa. Ya se encontraban asomando a las gradas cuando de repente...
¡BOOOOM!
Una persona cayó en mitad del estadio como si se tratase de un meteorito. Etsu corrió hacia el primer peldaño de descenso de las escaleras, dejando el resto de lado. Quería ver el encuentro, y llegaba tarde. Sin embargo, no fue lo que él esperaba. Un anuncio tan denso y abrupto como la propia voz inquirió que todos los shinobis de Amegakure se fuesen hacia el barco.
«¿Qué coño...?»
Trató de ver un poco mejor, apartando un poco el enorme cubo de palomitas y el gigantesco refresco. Y pudo verlo. Todo estaba sumido en el caos. La gente corría de un lado a otro, aunque eran muchos los que gritaban aún mas, en pos de mantener la calma. Curioso. En fin, fuese como fuese, no funcionaba del todo, porque el caos reinaba allí.
¡pluf!
Un golpe seco, y toda la compra se fue a la mierda. En realidad solo al suelo. La bebida comenzó a desparramarse, y las palomitas se apoderaron de todo el suelo en casi 1 kilómetro a la redonda.
—¡LA MADRE QUE ME PARIÓ!
Akane, al igual, dejó de lado los caprichos. Frente a ellos, había estallado una guerra o algo parecido. No sabía el porqué, pero los shinobis comenzaban a combatir entre sí, y no parecía ser por cosas del propio examen. No entendía nada, pero... ¿todos eran enemigos ahora?
Tragó saliva, apretó los puños, e intentó sonreír... pero no le salía.
Sus ojos vieron el conflcto mas obvio, uno con espadas. Tras ese, el de unos chicos que... eran de Kusa. Sin duda, la guerra le afectaba... ¿no? Tomó aire de nuevo, y corrió hacia el flanco del estadio. El pecho le ardía, apenas podía respirar en condiciones. La adrenalina le hacía bombear mas sangre de la que debía. Corrió tanto como pudo, y buscó el enfrentamiento de los chicos de su aldea. Obviamente, por el camino estaría atento, no quería ser atacado por otro shinobi. Al estar lo suficientemente cerca —aún en las gradas— y con ojo avizor sobre el resto de los que andaban debajo, pudo verlo.
«¡¡TÚ!!»
Si ya le costaba mantener la calma, aún mas le costaría en ese preciso instante. Uno de los chicos que andaban en la trifulca no era otro si no Datsue, el maldito Uchiha loco. Ni lo pensó, apretó el puño tanto como pudo y mas. Gotas de sangre escaparon del mismo. Saltó, directo y sin titubeos. Si tenía que golpear a alguien en mitad de ésta guerra que se había desatado, sin duda sería a él.
Como un meteorito, fugaz y efímero —pero mortífero— el Inuzuka cayó dispuesto a golpear al Uchiha con su diestra en pleno rostro, cabeza, o lo que pillase de paso. Sin duda, llevaba inercia, y no podría controlar del todo el golpe. Tras de sí, Akane imitó el gesto, sin titubear un solo instante, pero cruzándose tras Etsu.
Lo tenía claro, defendería a los suyos. Aunque, para cuando se quisiera dar cuenta, "los suyos" se habían metido en una burbuja de humo. No quiso darle mayor importancia, seguramente era una labor estratégica.
—¿¡QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO!? —inquirió tras el merecido golpe, como quien había saludado por su casa.
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Frente al Inuzuka, el encargado del puesto aún no tenía claro cómo o porqué podía hablar con el perro el chico con el que negociaba. Pero bueno, los ingresos son los ingresos. Miró al can, y éste afirmó con un gesto de cabeza, como si estuviese de a cuerdo. Se encogió de hombros, y sirvió también el cubo de palomitas.
—¿Ababaur?
—¿¡EN SERIO!?
Señaló el Inuzuka el mostrador del pequeño puesto, que estaba inundado por la "pequeña" compra, furibundo. No habló, lo señaló. Quitó por un instante el gesto. Intentó calmarse. Volvió a mirar el mostrador, la vena se le hinchó. Volvió a señalar la compra. Miró al can. Miró la compra. Volvió a mirar al can. Volvió a gesticular lo que señalaba, obviamente de nuevo la compra.
—¿¡EN... SERIO!?
El huskie dejó caer un suspiro.
—Si eso es todo, serán 100 ryos —zanjó el tendero, viendo que tras el chico y su perro habían mas clientes esperando.
—Aquí tiene... —respondió el rastas.
Con las mismas, sacó el dinero de su bolsillo, y se lo ofreció al hombre. Éste lo tomó, y se dirigió hacia la caja, en pos de cobrarlo. Entre tanto, Etsu realizó un simple sello, y su hermano tomó su misma apariencia. Obvio que no se iba a librar de llevar todo lo que había pedido por el hecho de tener zarpas.
—Aquí tiene. Muchas gracias, y vuelva pronto.
Ni con su intento de parecer acostumbrado el hombre pudo dejar de lado el hecho de que ahora hubiesen dos rastafaris en su puesto. Se rascó la sien, cansado ya de tratarlo, y volvió la mirada tras éste —el siguiente, por favor.
Entre Etsu y Akane, pillaron el cubo gigante de palomitas, los dos refrescos gigantes, la bolsa extra grande de frutos secos, las 10 chocolatinas, la manzana con caramelo, la botella de agua para el abuelo, y las patatas fritas onduladas que tanto le habían gustado. Cargados hasta las trancas, tomaron camino hacia el estadio. Estaban realmente cerca, en una de las tiendas mas próximas al mismo.
—Espero no perderme el primer combate... vaya ideas las tuya, Akane. Aunque peor es que el abuelo te haya dado la razón. Será porque él no se acordó de pillar una botella de agua y le convenía...
—Bruuuuuuh
El Inuzuka arqueó la ceja, y lo miró descaradamente —¿qué clase de ladrido es ese? ésto está empeorando tío, te estás alejando de los ladridos normales, y de nuestro idioma... ¿no te estarás viendo con alguna caniche extranjera, no?
Su clon asalvajado alzó la mirada, y la torció, aparentemente indignado. Últimamente se indignaba con demasiada facilidad, la verdad. Pero bueno, ya casi habían llegado. Akane tomó un poco la delantera, y abrió la puerta tal y como pudo, empujando con la espalda.
—Gracias.
Entró y tras de él Akane, y comenzaron a andar directos hacia las gradas. Había un poco de revuelo, quizás el combate ya había comenzado. Así pues, comenzaron a andar aún mas deprisa. Ya se encontraban asomando a las gradas cuando de repente...
¡BOOOOM!
Una persona cayó en mitad del estadio como si se tratase de un meteorito. Etsu corrió hacia el primer peldaño de descenso de las escaleras, dejando el resto de lado. Quería ver el encuentro, y llegaba tarde. Sin embargo, no fue lo que él esperaba. Un anuncio tan denso y abrupto como la propia voz inquirió que todos los shinobis de Amegakure se fuesen hacia el barco.
«¿Qué coño...?»
Trató de ver un poco mejor, apartando un poco el enorme cubo de palomitas y el gigantesco refresco. Y pudo verlo. Todo estaba sumido en el caos. La gente corría de un lado a otro, aunque eran muchos los que gritaban aún mas, en pos de mantener la calma. Curioso. En fin, fuese como fuese, no funcionaba del todo, porque el caos reinaba allí.
¡pluf!
Un golpe seco, y toda la compra se fue a la mierda. En realidad solo al suelo. La bebida comenzó a desparramarse, y las palomitas se apoderaron de todo el suelo en casi 1 kilómetro a la redonda.
—¡LA MADRE QUE ME PARIÓ!
Akane, al igual, dejó de lado los caprichos. Frente a ellos, había estallado una guerra o algo parecido. No sabía el porqué, pero los shinobis comenzaban a combatir entre sí, y no parecía ser por cosas del propio examen. No entendía nada, pero... ¿todos eran enemigos ahora?
Tragó saliva, apretó los puños, e intentó sonreír... pero no le salía.
Sus ojos vieron el conflcto mas obvio, uno con espadas. Tras ese, el de unos chicos que... eran de Kusa. Sin duda, la guerra le afectaba... ¿no? Tomó aire de nuevo, y corrió hacia el flanco del estadio. El pecho le ardía, apenas podía respirar en condiciones. La adrenalina le hacía bombear mas sangre de la que debía. Corrió tanto como pudo, y buscó el enfrentamiento de los chicos de su aldea. Obviamente, por el camino estaría atento, no quería ser atacado por otro shinobi. Al estar lo suficientemente cerca —aún en las gradas— y con ojo avizor sobre el resto de los que andaban debajo, pudo verlo.
«¡¡TÚ!!»
Si ya le costaba mantener la calma, aún mas le costaría en ese preciso instante. Uno de los chicos que andaban en la trifulca no era otro si no Datsue, el maldito Uchiha loco. Ni lo pensó, apretó el puño tanto como pudo y mas. Gotas de sangre escaparon del mismo. Saltó, directo y sin titubeos. Si tenía que golpear a alguien en mitad de ésta guerra que se había desatado, sin duda sería a él.
Como un meteorito, fugaz y efímero —pero mortífero— el Inuzuka cayó dispuesto a golpear al Uchiha con su diestra en pleno rostro, cabeza, o lo que pillase de paso. Sin duda, llevaba inercia, y no podría controlar del todo el golpe. Tras de sí, Akane imitó el gesto, sin titubear un solo instante, pero cruzándose tras Etsu.
Lo tenía claro, defendería a los suyos. Aunque, para cuando se quisiera dar cuenta, "los suyos" se habían metido en una burbuja de humo. No quiso darle mayor importancia, seguramente era una labor estratégica.
—¿¡QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO!? —inquirió tras el merecido golpe, como quien había saludado por su casa.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~