5/09/2018, 15:47
Akame aguantó la diatriba del amejin con envidiable estoicismo; comprendía que estuviera frustrado, e incluso había encontrado gracioso lo de "General Rata". Sin embargo, pronto la voz de Hanabi volvió a resonar en la habitación, y por suerte aquella vez el mandatario no parecía tan agresivo. El asunto tenía mala pinta, pero al menos iba a dar al Uchiha la oportunidad de dialogar.
«Agradece que no te dejé con los grilletes en mitad de las Planicies, Daruu...»
—Hanabi-sama, la jinchuuriki había estado a punto de destruir medio Estadio, asesinando a decenas de ciudadanos del Remolino —empezó Akame, ignorando deliberadamente a Daruu y sus amenazas—. Claramente es muy peligrosa, y los amejin no parecían tener los conocimientos ni los medios para controlarla en ese momento. Juzgué que lo correcto en la situación inmediata era traerla aquí, a nuestro hospital, para mantenerla controlada y darle soporte médico urgente.
Entonces miró de reojo a Daruu. Parecía una bestia furiosa, encadenada sí, pero todavía muy peligrosa.
—No quise dejar a Amedama Daruu en mitad de las Planicies del Silencio, pero tampoco creí que fuese a dejar que me llevase a su jinchuuriki, así que lo engrilletamos como precaución... Como ve, no ha sufrido daño alguno, está sano y salvo.
El Uzukage sugirió entonces que le quitaran las esposas a Daruu. Akame torció el gesto.
—Hanabi-sama, no creo que eso sea buena idea... Claramente Amedama-san no comparte mi proceder en esta situación ni entiende mis motivos —entonces llegó la inevitable pregunta—. ¿Qué haremos con él? ¿Y con la jinchuuriki?
«Agradece que no te dejé con los grilletes en mitad de las Planicies, Daruu...»
—Hanabi-sama, la jinchuuriki había estado a punto de destruir medio Estadio, asesinando a decenas de ciudadanos del Remolino —empezó Akame, ignorando deliberadamente a Daruu y sus amenazas—. Claramente es muy peligrosa, y los amejin no parecían tener los conocimientos ni los medios para controlarla en ese momento. Juzgué que lo correcto en la situación inmediata era traerla aquí, a nuestro hospital, para mantenerla controlada y darle soporte médico urgente.
Entonces miró de reojo a Daruu. Parecía una bestia furiosa, encadenada sí, pero todavía muy peligrosa.
—No quise dejar a Amedama Daruu en mitad de las Planicies del Silencio, pero tampoco creí que fuese a dejar que me llevase a su jinchuuriki, así que lo engrilletamos como precaución... Como ve, no ha sufrido daño alguno, está sano y salvo.
El Uzukage sugirió entonces que le quitaran las esposas a Daruu. Akame torció el gesto.
—Hanabi-sama, no creo que eso sea buena idea... Claramente Amedama-san no comparte mi proceder en esta situación ni entiende mis motivos —entonces llegó la inevitable pregunta—. ¿Qué haremos con él? ¿Y con la jinchuuriki?