5/09/2018, 16:20
Daruu entrecerró los ojos. A medida que los minutos se sucedían, la ira descontrolada iba dejando paso al frío odio paciente y calculador. Podría haber matado a Akame ahí mismo, en ese preciso instante, pues ni siquiera se había dignado a pensar que no tenía trucos bajo la manga. Podría haber intentado acabar con la vida de Hanabi. Pero cualquiera de las dos cosas sólo le habría traído el doble de problemas.
A él y a Ayame.
La prioridad era ella. Tenía que configurar la situación de modo que Hanabi confiase en él y en su capacidad para valorar positivamente que el mandatario le hubiera liberado ante su propia líder, allá lejos en la Tormenta.
Confiaría en la diferencia entre el peso de sus voces. Respiró hondo y trató de relajarse.
Akame era un shinobi de Uzu y él sólo un extranjero, pero de cualquier forma intentó sonar más convincente él:
—Akame y Eri habían salvado la vida de Ayame, que es la persona que más quiero en este mundo —dijo, con cuidado—. Yo les agradecí que me hubiesen ayudado. Todavía lo hago. Cuando le estaba diciendo a Akame que dado lo sucedido puede que el Pacto estuviera roto, él me paralizó con un Genjutsu y me mandó esposar.
»¿Cree de verdad que yo estaba dispuesto a negarme a que curasen a Ayame? Podría haberla dejado aquí y avisar a Shanise de que todo había sido un malentendido. Pero si me esposaron después de haber colaborado juntos, desde luego es que la intención de Akame no iba por ahí. Incluso si usted tiene buena voluntad, Hanabi-dono, creo sinceramente que su ninja oculta algo o le está mintiendo.
»Puede comprobar que lo que le cuento es verdad metiéndose en mi cabeza si es necesario. No me resistiré. Y si me suelta, lo único que haré será buscar a Ayame y largarme de aquí con los demás de mi aldea. Tenemos médicos que pueden encargarse de ella hasta llegar a un sitio con más medios.
A él y a Ayame.
La prioridad era ella. Tenía que configurar la situación de modo que Hanabi confiase en él y en su capacidad para valorar positivamente que el mandatario le hubiera liberado ante su propia líder, allá lejos en la Tormenta.
Confiaría en la diferencia entre el peso de sus voces. Respiró hondo y trató de relajarse.
Akame era un shinobi de Uzu y él sólo un extranjero, pero de cualquier forma intentó sonar más convincente él:
—Akame y Eri habían salvado la vida de Ayame, que es la persona que más quiero en este mundo —dijo, con cuidado—. Yo les agradecí que me hubiesen ayudado. Todavía lo hago. Cuando le estaba diciendo a Akame que dado lo sucedido puede que el Pacto estuviera roto, él me paralizó con un Genjutsu y me mandó esposar.
»¿Cree de verdad que yo estaba dispuesto a negarme a que curasen a Ayame? Podría haberla dejado aquí y avisar a Shanise de que todo había sido un malentendido. Pero si me esposaron después de haber colaborado juntos, desde luego es que la intención de Akame no iba por ahí. Incluso si usted tiene buena voluntad, Hanabi-dono, creo sinceramente que su ninja oculta algo o le está mintiendo.
»Puede comprobar que lo que le cuento es verdad metiéndose en mi cabeza si es necesario. No me resistiré. Y si me suelta, lo único que haré será buscar a Ayame y largarme de aquí con los demás de mi aldea. Tenemos médicos que pueden encargarse de ella hasta llegar a un sitio con más medios.