6/09/2018, 16:06
Akame sacó la cajetilla de tabaco que siempre guardaba en su chaleco militar y la abrió con el pulgar. Chasqueó la lengua al ver que le quedaban sólo dos cigarrillos, pero aun así los sacó y le tendió uno a su compadre. Luego, arrugó la cajita de cartón y se la guardó en un bolsillo, mientras con la otra mano sacaba un mechero plateado. Parecía una coreografía sumamente ensayada y repetida mil veces. Después de arrimarse la tenue llama del zippo a su propio tabaco, el mayor de los Hermanos del Desierto le ofreció fuego al otro miembro del dúo. Finalmente, guardó la máquina de prender cigarrillos.
Aspiró hondo y dejó salir el humo poco a poco, carraspeando por el dolor que le producía fumar en la herida del costado. Aun así, lo hizo dos veces más, mientras ponía en orden sus pensamientos.
—Ese hijoputa de Daruu... —masculló entre dientes—. Tendrías que haberle visto, estaba enajenado. Jodidamente enajenado. ¿Te puedes creer que intentó apuñalarme con una hoja oculta delante de Hanabi-sama? No sé ni cómo demonios ha salido vivo de esta.
Luego fumó otra vez.
—Buena técnica, por cierto —agregó luego, soltando una carcajada seca—. Esa con la que te fumaste una maldita Bijuudama.
Aspiró hondo y dejó salir el humo poco a poco, carraspeando por el dolor que le producía fumar en la herida del costado. Aun así, lo hizo dos veces más, mientras ponía en orden sus pensamientos.
—Ese hijoputa de Daruu... —masculló entre dientes—. Tendrías que haberle visto, estaba enajenado. Jodidamente enajenado. ¿Te puedes creer que intentó apuñalarme con una hoja oculta delante de Hanabi-sama? No sé ni cómo demonios ha salido vivo de esta.
Luego fumó otra vez.
—Buena técnica, por cierto —agregó luego, soltando una carcajada seca—. Esa con la que te fumaste una maldita Bijuudama.