9/09/2018, 01:04
—¡Mierda! —espetó, en cuanto sintió el abrazo del abismo envolviéndole a él y a Keisuke. Una enorme pantalla de humo negro se levantó al ras de su combate, y que les nubló la vista a la par de que dificultaba la respiración—. ¡eh, a dón-d cough!
No iba a poder hablar. No iba a poder maldecir. Así que lo único que podía hacer era salir de ahí, tal y como lo habría querido hacer Inoue Keisuke poco después. Kaido, a conciencia, trató de seguir hacia adelante, con un par de saltos atléticos durante el tiempo suficiente como para que la cortina de humo no le hiciera mayor mella. Sabía más o menos cuánto era la extensión de una Kemuridama, así que procuró avanzar hasta que ésta fuera apenas un presagio del movimiento de su oponente.
Tosió un par de veces más y trató de abrir los ojos, engarrutados. Allá, a la distancia —unos cuatro metros probablemente— yacía un muy borroso Keisuke sobándose los párpados y tratando de recuperar el aliento.
Se le veía maltrecho. Magullado.
Nokomizuchi había hecho un buen trabajo.
A Kaido el esfuerzo no le pasaba desapercibido, sin embargo. El que su Kage Bunshin aún no hubiera desaparecido le preocupaba en demasía a la par de que le quitaba la oportunidad de reponer las reservas que había gastado en su creación. Era esa la razón principal de que hubiera decidido hacer de aquel combate un enfrentamiento físico constante, para no tener que hacer uso descomedido de su chakra.
Empezó a andar a paso lento hacia Keisuke nuevamente, dando grandes bocanadas de aires. Una tras otra.
—Has peleado bien, Inoue Keisuke. Pero una sentencia es una sentencia —dictó, al llegar frente a él—. está bien si dejas de luchar. Nadie te va a ver. Nadie te va a llorar. Es hora de descansar, ¿no crees, Keisuke-san?
Kaido le pegó una patada frontal a la altura del estómago cuando estuvo frente a él.
No iba a poder hablar. No iba a poder maldecir. Así que lo único que podía hacer era salir de ahí, tal y como lo habría querido hacer Inoue Keisuke poco después. Kaido, a conciencia, trató de seguir hacia adelante, con un par de saltos atléticos durante el tiempo suficiente como para que la cortina de humo no le hiciera mayor mella. Sabía más o menos cuánto era la extensión de una Kemuridama, así que procuró avanzar hasta que ésta fuera apenas un presagio del movimiento de su oponente.
Tosió un par de veces más y trató de abrir los ojos, engarrutados. Allá, a la distancia —unos cuatro metros probablemente— yacía un muy borroso Keisuke sobándose los párpados y tratando de recuperar el aliento.
Se le veía maltrecho. Magullado.
Nokomizuchi había hecho un buen trabajo.
A Kaido el esfuerzo no le pasaba desapercibido, sin embargo. El que su Kage Bunshin aún no hubiera desaparecido le preocupaba en demasía a la par de que le quitaba la oportunidad de reponer las reservas que había gastado en su creación. Era esa la razón principal de que hubiera decidido hacer de aquel combate un enfrentamiento físico constante, para no tener que hacer uso descomedido de su chakra.
Empezó a andar a paso lento hacia Keisuke nuevamente, dando grandes bocanadas de aires. Una tras otra.
—Has peleado bien, Inoue Keisuke. Pero una sentencia es una sentencia —dictó, al llegar frente a él—. está bien si dejas de luchar. Nadie te va a ver. Nadie te va a llorar. Es hora de descansar, ¿no crees, Keisuke-san?
Kaido le pegó una patada frontal a la altura del estómago cuando estuvo frente a él.