8/06/2016, 22:39
(Última modificación: 9/06/2016, 00:02 por Sasagani Yota.)
Finalmente había llegado el gran día. La gran final en la que no tomaría parte activa.
La final femenina. Uzushio contra Ame.
Tenía todas mis esperanzas puestas en la determinación y el buen hacer de aquella chica peliazul que se había convertido en apenas un año en uno de mis grandes apoyos, tales y como lo eran mamá o la propia Setsuna-sensei. Hoy el momento de gloria debía ser para Mizumi Eri. Se lo había ganado con creces.
Había pasado tan solo una semana pero recordaba aquel combate con claridad, fui claramente superado por aquella inocente muchacha de ojos esmeraldas.
El cuerpo ya no me dolía como lo hizo hacia unos días. Me recuperé del maldito veneno y de los golpes que me dejaron renqueante, como si fuera un saco de boxeo, vaya.
Por tanto, me faltaron piernas para levantarme como un resorte y echar a correr en dirección al estadio el cual ya desde el exterior estaba adornado con delicadeza para la gran ocasión, además que bien temprano ya habían colas kilometricas. Esta vez no me libraría de la maldita cola de las narices.
Perdí al cuenta cuando llevaba una hora esperando pero al fin me encontraba en mi localidad arropado por mamá y Setsuna esperando que avisasen tanto a Ayame como a Eri a luchar. En el estadio no cabía un alfiler. Se notaba la expectación, la gente tenía ganas de un gran espectáculo.
La organización esperó al momento oportuno. Todo estaba calculado al milímetro pero al fin las llamaron a combatir y entonces el estadio estallo en un profundo y estruendoso griterio repleto de emociones, ¡Joder, se me había puesto la piel de gallina! Posteriormente empezó al pelea, al cosa estaba reñida pues Ayame también era una gran luchadora, por algo estaba en aquella final... Hasta que la de Amegakure usó su carta magna.
*¿Qué coño acaba de hacer?*
Incluso desde mi asiento sentí un poco de mareo y confusión.
clavé la vista en mi compatriota y vi que el terror se iba apoderando de su cuerpo a medida que aquella multitud de copias azabaches se acercaban a ella suplicando su rendición. Una rendición que no tardó en completarse.
-¡No! ¡Lo prometiste! ¡¡¡LUCHAAAAAAAAAA!!!-
Me había levantado de golpe, me había agarrado con fiereza a la barra de protección pero obviamente no pudo escucharme. Ayame entonces enfureció, buscando respuestas, tratando de proseguir con la pelea a su modo, asestándole otro golpe a la peliazul aunque todo pronto tomaría un rumbo muy distinto ya con la pelea finalizada de la peor forma posible.
Sin saber exactamente qué mierdas acababa de pasar, aquel estallido proveniente de los mismísimos infiernos me hizo despegar de mi localidad golpeándome con los demás espectadores de forma violenta.
-Me cago en mi puta vida-
Una vez todo sucedió empecé a asimilarlo como buenamente pude. Un maldito peñasco se había desprendido, ¿O quizás había sido golpeado por algo? Aquel rugido pareció cualquier cosa menos algo dócil y tranquilo. Unos centímetros hacía mí y habría sido sepultado bajo aquel montón de roca, supongo que debía dar las gracias. Pero gente inocente acababa de morir y fruto del golpe yo había salido despedido y golpeado varias cabezas, o costillas o vete a saber qué, pero la cabeza me retumbaba como si estuviera inmerso en una procesión de fin de año.
Y para colmo había perdido de vista a mamá y a Setsuna.
Empezaba a perder el norte fruto de los nervios. necesitaba localizarlas.
*¿Han muerto?*
Agité la cabeza ipsofacto de lado a lado, negandolo en primera instancia. Me negaba ante la simple posibilidad la cual era más que factible.
Traté de levantarme entre varios tembleques. Una vez más, los nervios pasaban factura y las piernas fallaron, cayendo nuevamente al suelo mientras trataba de levantarme.
-¡Mamá! ¡Setsuna!-
Quizás con la voz lograse localizarlas pero no recibí respuesta, lo cual contribuyó a alterarme todavía más. Los cuerpos de la gente herida, que también trataba de reincorporarse me rozaban, aumentando el malestar hasta que los aparté de mi espacio vital con rapidez y malas maneras.
-¡Quita coño!-
La situación lo había logrado, estaba fuera de mis casillas, descontrolado, completamente nervioso y en mi cabeza solo estaba el localizar a mamá y Setsuna-sensei. Era lo único que quería. Ya ni siquiera pensaba en lo que sucedía en la arena, pero fue entonces cuando vi como los peores presagios posibles se hicieron realidad.
Un bicho de proporciones descomunales estaba situado en la zona de combate, enorme, de un marrón claro como la maldita arena del desierto y lucía una cola de sus mismas proporciones, seguramente buscando sus tributos en forma de bocado. carne humana fresquita. Allí tenía toda la que quisiera para saciarse.
-Mierda..- dije, pensando en voz alta.
-¡Mamá!-
Volví a intentarlo esta vez levantándome con éxito volviendo a apartar a la gente de mi alrededor, la cual me dirigió alguien que otro insulto de desaprobación.
-¡Setsuna-sensei!-
Nada. Ni una sola respuesta.
Pero mis ojos inyectados en sangre buscaban sin cesar.
Maldita sea, no podía estar demasiado lejos. ¿Dónde narices estaban? La gente trataba de huir del lugar como podía y era cierto que era lo más sensato pero no iba a permitir que me arrebatasen a Setsuna y a mamá tal y como me arrebataron a papá.
De hecho llegué a recordar su cuerpo inerte sin vida y ensangrentado sobre mis brazos aquel amargo día de otoño.
Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas, humedeciéndolas, ante el miedo de perderlas, pese a negarme a creer aquello.
Finalmente me acerque al peñasco, quizás caminando y acercándome a aquello lograba encontrarlas, quizás me encontraba con un destino fatal pero necesitaba respuestas y cuanto antes mejor.
-¡¿Donde cojones estáis?!-
La final femenina. Uzushio contra Ame.
Tenía todas mis esperanzas puestas en la determinación y el buen hacer de aquella chica peliazul que se había convertido en apenas un año en uno de mis grandes apoyos, tales y como lo eran mamá o la propia Setsuna-sensei. Hoy el momento de gloria debía ser para Mizumi Eri. Se lo había ganado con creces.
Había pasado tan solo una semana pero recordaba aquel combate con claridad, fui claramente superado por aquella inocente muchacha de ojos esmeraldas.
El cuerpo ya no me dolía como lo hizo hacia unos días. Me recuperé del maldito veneno y de los golpes que me dejaron renqueante, como si fuera un saco de boxeo, vaya.
Por tanto, me faltaron piernas para levantarme como un resorte y echar a correr en dirección al estadio el cual ya desde el exterior estaba adornado con delicadeza para la gran ocasión, además que bien temprano ya habían colas kilometricas. Esta vez no me libraría de la maldita cola de las narices.
Perdí al cuenta cuando llevaba una hora esperando pero al fin me encontraba en mi localidad arropado por mamá y Setsuna esperando que avisasen tanto a Ayame como a Eri a luchar. En el estadio no cabía un alfiler. Se notaba la expectación, la gente tenía ganas de un gran espectáculo.
La organización esperó al momento oportuno. Todo estaba calculado al milímetro pero al fin las llamaron a combatir y entonces el estadio estallo en un profundo y estruendoso griterio repleto de emociones, ¡Joder, se me había puesto la piel de gallina! Posteriormente empezó al pelea, al cosa estaba reñida pues Ayame también era una gran luchadora, por algo estaba en aquella final... Hasta que la de Amegakure usó su carta magna.
*¿Qué coño acaba de hacer?*
Incluso desde mi asiento sentí un poco de mareo y confusión.
clavé la vista en mi compatriota y vi que el terror se iba apoderando de su cuerpo a medida que aquella multitud de copias azabaches se acercaban a ella suplicando su rendición. Una rendición que no tardó en completarse.
-¡No! ¡Lo prometiste! ¡¡¡LUCHAAAAAAAAAA!!!-
Me había levantado de golpe, me había agarrado con fiereza a la barra de protección pero obviamente no pudo escucharme. Ayame entonces enfureció, buscando respuestas, tratando de proseguir con la pelea a su modo, asestándole otro golpe a la peliazul aunque todo pronto tomaría un rumbo muy distinto ya con la pelea finalizada de la peor forma posible.
Pero... Daré lo mejor de mí.
BOOM.
¡¡GRROOOOOOAAAAARR!!
Sin saber exactamente qué mierdas acababa de pasar, aquel estallido proveniente de los mismísimos infiernos me hizo despegar de mi localidad golpeándome con los demás espectadores de forma violenta.
-Me cago en mi puta vida-
Una vez todo sucedió empecé a asimilarlo como buenamente pude. Un maldito peñasco se había desprendido, ¿O quizás había sido golpeado por algo? Aquel rugido pareció cualquier cosa menos algo dócil y tranquilo. Unos centímetros hacía mí y habría sido sepultado bajo aquel montón de roca, supongo que debía dar las gracias. Pero gente inocente acababa de morir y fruto del golpe yo había salido despedido y golpeado varias cabezas, o costillas o vete a saber qué, pero la cabeza me retumbaba como si estuviera inmerso en una procesión de fin de año.
Y para colmo había perdido de vista a mamá y a Setsuna.
Empezaba a perder el norte fruto de los nervios. necesitaba localizarlas.
*¿Han muerto?*
Agité la cabeza ipsofacto de lado a lado, negandolo en primera instancia. Me negaba ante la simple posibilidad la cual era más que factible.
Traté de levantarme entre varios tembleques. Una vez más, los nervios pasaban factura y las piernas fallaron, cayendo nuevamente al suelo mientras trataba de levantarme.
-¡Mamá! ¡Setsuna!-
Quizás con la voz lograse localizarlas pero no recibí respuesta, lo cual contribuyó a alterarme todavía más. Los cuerpos de la gente herida, que también trataba de reincorporarse me rozaban, aumentando el malestar hasta que los aparté de mi espacio vital con rapidez y malas maneras.
-¡Quita coño!-
La situación lo había logrado, estaba fuera de mis casillas, descontrolado, completamente nervioso y en mi cabeza solo estaba el localizar a mamá y Setsuna-sensei. Era lo único que quería. Ya ni siquiera pensaba en lo que sucedía en la arena, pero fue entonces cuando vi como los peores presagios posibles se hicieron realidad.
Un bicho de proporciones descomunales estaba situado en la zona de combate, enorme, de un marrón claro como la maldita arena del desierto y lucía una cola de sus mismas proporciones, seguramente buscando sus tributos en forma de bocado. carne humana fresquita. Allí tenía toda la que quisiera para saciarse.
-Mierda..- dije, pensando en voz alta.
-¡Mamá!-
Volví a intentarlo esta vez levantándome con éxito volviendo a apartar a la gente de mi alrededor, la cual me dirigió alguien que otro insulto de desaprobación.
-¡Setsuna-sensei!-
Nada. Ni una sola respuesta.
Pero mis ojos inyectados en sangre buscaban sin cesar.
Maldita sea, no podía estar demasiado lejos. ¿Dónde narices estaban? La gente trataba de huir del lugar como podía y era cierto que era lo más sensato pero no iba a permitir que me arrebatasen a Setsuna y a mamá tal y como me arrebataron a papá.
De hecho llegué a recordar su cuerpo inerte sin vida y ensangrentado sobre mis brazos aquel amargo día de otoño.
Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas, humedeciéndolas, ante el miedo de perderlas, pese a negarme a creer aquello.
Finalmente me acerque al peñasco, quizás caminando y acercándome a aquello lograba encontrarlas, quizás me encontraba con un destino fatal pero necesitaba respuestas y cuanto antes mejor.
-¡¿Donde cojones estáis?!-
![[Imagen: K1lxG4r.png]](https://i.imgur.com/K1lxG4r.png)
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