9/06/2016, 22:15
Se habia agenciado uno de los mejores asientos del estadio, o más bien, de la zona reservada para los antiguos participantes de Uzushiogakure y sus allegados, lo cual incluia a sus compañeros de equipo, incluida su sensei, y al nuevo Yota. No queria mediar palabra con ellos, no por ahora. Apenas habian intercambiado saludos y su silencio y aura natural habia dejado claro que no queria saber nada, no de momento. Aún así, no se habia librado de la mirada inquisitiva de la pelirroja, que parecia saber hasta lo que habia desayunado.
Se quedó sentado sin darle ninguna importancia a lo que pasaba a su alrededor, el estadio se fue llenando gradualmente de gente hasta que ahí no se escuchaba una mierda, las conversaciones subidas de tono cada vez estaban más subidas de tono, hasta que parecia una competición de chillidos de gallina. Finalmente, se anunció el inicio de la gran final, y durante un maravilloso segundo, reinó el silencio, hasta que explotó una muchedumbre deseosa de sangre que empezó a vitorear a las dos feminas que se iban a partir los dientes.
Ambas salieron al centro del estadio, pero tras un par de envites y un genjutsu de Ayame, Eri cayó al suelo y parecia estar totalmente fuera del combate, no fisicamente, pero sí psicologicamente. Nabi se encorbó hacia delante, con el sharingan activado intentando leerle los labios a Eri, y lo consiguió vagamente. Sin duda alguna se habia rendido. No tenia muy claro con que palabras exactamente pero todo encajaba. Y ahí deberia haber acabado el combate.
—¡HIJA DE MALA PECORA!
Pero la muy Amegakuriense de Aotsuki Ayame se aprovechó de la joven e inocente Eri, que acababa de finalizar el combate con su rendición. Tras unos gritos que resonaron por todo el estadio y unos sellos que avivaron una llama casi extinta en el corazón del Uchiha, la más negra y putrefacta de todas las llamas, la del odio. Todas sus fuerzas se concentraron en llegar ahí y partirle la boca a la muy cochina.
Sin embargo, la fuerza del destino le impidió levantar el culo del asiento, la fuerza del destino en forma de mujer pelirroja que colocó su mano sobre el hombro del rubio desde atras, presionandole hacia abajo con una fuerza descomunal. El Uchiha se giró, cuando sus ojos rojos chisporroteando de pura ira se encontraron con una pared petrea y fria de color esmeralda supo que no se iba a librar, iba a necesitar una verdadera catastrofe a escala bestial con colas para librarse del sutil yugo de su sensei.
Rapidamente, todos se dieron cuenta de que se habia rendido y procedieron a abuchear a la kunoichi, que ahora yacia desolada en medio del estadio, por suerte, un par de guardias se acercaron a ella para sacarla del foco de atención, que en este momento era el lugar más peligroso en el que se pudiera encontrar. Justo en ese instante, Shiori bajó la presión en el rubio, quien ya se habia planteado levantarse para adentrarse en las entrañas de aquella estructura parecida a las arenas donde se mataban los gladiadores, si esos gladiadores hubieran sido hippies y hubieran construido con madera y hierbitas. Joder que asco de madera.
Sin embargo, el destino tenia algo mucho más gordo y bijuual preparado para ese dia. Justo en el instante en que Nabi despegaba su culo del asiento, una brutal rafaga de aire le echó de nuevo sobre él. Despues de aquello el caos se hizo presente. Acompañado de un fuerte gusto a desesperación y un olor a sangre recien derramada y a... muerte.
Como sacado del más antiguo de los libros con ilustraciones a todo color de bijuus, en medio del paisaje ahora se encontraba el único y legendario Shukaku con los ojos inyectados en sangre, destruyendo todo lo que podia mientras gritaba enfurecido y se deleitaba con el caos que él mismo originaba. Alzandose, nada perezoso y lleno de una energia descontrolada como todo bijuu.
Sin dudarlo un instante saltó de su sitio dispuesto a ir a por Eri y se dispuso a buscarla con la mirada. Aunque un cambio de planos le paso justo por delante suyo, e impactó de lleno en los asientos de su lado lanzandole en dirección contraria. Y entonces se dio cuenta de algo, habia un bicho gigante destruyendo y causando todo tipo de estragos. Aquel enorme trozo de estadio que acababa de aplastar a todo tipo de personas dejando un penetrante olor a sangre y organos internos.
Aquel olor llegó hasta lo más profundo de su cerebro, las imagenes empezaron a amontonarse. Sangre, peligro, sobrevivir. El reguero de sangre que empezaba a encharcar el suelo del estadio le recordó el peligro de estar en una situación en la que la única manera de sobrevivir es ganando. Perder es morir. Aquel muchacho, él lo habia matado. Lo mató por supervivencia. Por volver a ver la sonrisa de la única persona que le importaba en aquel momento, la única persona que importaba ahora y la única persona que iba a tener el honor de recibir la preocupación del rubio. Tragando saliva y algo de vomito que intentaba escapar de su estomago, se levantó.
Las gradas habian caido en el más absoluto caos. El sharingan en sus ojos le traicionaban revelando el aura inhumana que emitia aquel bicho del tamaño de un edificio. Pero ya le era indiferente. Solo habia una razón por la que estaba vivo, y si no actuaba esa razón podia morir, así que sin pensarselo dos veces se lanzó a la boca del loco, plantandose en la arena donde instantes antes aquella maldita Ayame habia traicionado toda moralidad y toda humanidad para atacar a alguien que no tenia intención de pelear, y aún peor, ese alguien era Eri, así que en la puta lista negra mental habia escrito ese nombre. Justo debajo de Hozuki Namiron, Aotsuki Ayame.
Llegó hasta la peliazul justo cuando esta recibia algún tipo de orden de Shiona, aunque era totalmente imposible oir una mierda con tanto grito, gruñido, estruendo, gimoteo, barullo, chillido y llanto. ¿¡Tan dificil era desesperarse en silencio!? Sin esperar ningún tipo de permiso, orden o lo que fuera, agarró el brazo de la kunoichi y tiró en dirección contraria al bijuu.
— ¡Eri, hay que salir de aqui! ¡AHORA!
La imagen del rubio tenia que ser consternadora como poco, tenia las piernas llenas de sangre ajena por haber caido al suelo al lado de un montón de cadaveres aplastados. Las rocas volaban de un lado a otro lanzadas por todo tipo de colisiones con el monstruo, coletazos, manotazos, orejazos... Ademas de que la estructura se desmoronaria en cualquier momento, debian salir por encima de este tan lejos como pudieran.
La única idea que tenia en la mente el muchacho era poner a salvo a Mizumi Eri, lo demas era polvo y ceniza para él. Todos sus compañeros importaban nada, toda su villa importaba nada, su propia vida no importaba. Habia que salvar a la kunoichi Eri.
Se quedó sentado sin darle ninguna importancia a lo que pasaba a su alrededor, el estadio se fue llenando gradualmente de gente hasta que ahí no se escuchaba una mierda, las conversaciones subidas de tono cada vez estaban más subidas de tono, hasta que parecia una competición de chillidos de gallina. Finalmente, se anunció el inicio de la gran final, y durante un maravilloso segundo, reinó el silencio, hasta que explotó una muchedumbre deseosa de sangre que empezó a vitorear a las dos feminas que se iban a partir los dientes.
Ambas salieron al centro del estadio, pero tras un par de envites y un genjutsu de Ayame, Eri cayó al suelo y parecia estar totalmente fuera del combate, no fisicamente, pero sí psicologicamente. Nabi se encorbó hacia delante, con el sharingan activado intentando leerle los labios a Eri, y lo consiguió vagamente. Sin duda alguna se habia rendido. No tenia muy claro con que palabras exactamente pero todo encajaba. Y ahí deberia haber acabado el combate.
—¡HIJA DE MALA PECORA!
Pero la muy Amegakuriense de Aotsuki Ayame se aprovechó de la joven e inocente Eri, que acababa de finalizar el combate con su rendición. Tras unos gritos que resonaron por todo el estadio y unos sellos que avivaron una llama casi extinta en el corazón del Uchiha, la más negra y putrefacta de todas las llamas, la del odio. Todas sus fuerzas se concentraron en llegar ahí y partirle la boca a la muy cochina.
Sin embargo, la fuerza del destino le impidió levantar el culo del asiento, la fuerza del destino en forma de mujer pelirroja que colocó su mano sobre el hombro del rubio desde atras, presionandole hacia abajo con una fuerza descomunal. El Uchiha se giró, cuando sus ojos rojos chisporroteando de pura ira se encontraron con una pared petrea y fria de color esmeralda supo que no se iba a librar, iba a necesitar una verdadera catastrofe a escala bestial con colas para librarse del sutil yugo de su sensei.
Rapidamente, todos se dieron cuenta de que se habia rendido y procedieron a abuchear a la kunoichi, que ahora yacia desolada en medio del estadio, por suerte, un par de guardias se acercaron a ella para sacarla del foco de atención, que en este momento era el lugar más peligroso en el que se pudiera encontrar. Justo en ese instante, Shiori bajó la presión en el rubio, quien ya se habia planteado levantarse para adentrarse en las entrañas de aquella estructura parecida a las arenas donde se mataban los gladiadores, si esos gladiadores hubieran sido hippies y hubieran construido con madera y hierbitas. Joder que asco de madera.
Sin embargo, el destino tenia algo mucho más gordo y bijuual preparado para ese dia. Justo en el instante en que Nabi despegaba su culo del asiento, una brutal rafaga de aire le echó de nuevo sobre él. Despues de aquello el caos se hizo presente. Acompañado de un fuerte gusto a desesperación y un olor a sangre recien derramada y a... muerte.
BOOM.
¡¡GRROOOOOOAAAAARR!!
Como sacado del más antiguo de los libros con ilustraciones a todo color de bijuus, en medio del paisaje ahora se encontraba el único y legendario Shukaku con los ojos inyectados en sangre, destruyendo todo lo que podia mientras gritaba enfurecido y se deleitaba con el caos que él mismo originaba. Alzandose, nada perezoso y lleno de una energia descontrolada como todo bijuu.
Sin dudarlo un instante saltó de su sitio dispuesto a ir a por Eri y se dispuso a buscarla con la mirada. Aunque un cambio de planos le paso justo por delante suyo, e impactó de lleno en los asientos de su lado lanzandole en dirección contraria. Y entonces se dio cuenta de algo, habia un bicho gigante destruyendo y causando todo tipo de estragos. Aquel enorme trozo de estadio que acababa de aplastar a todo tipo de personas dejando un penetrante olor a sangre y organos internos.
Aquel olor llegó hasta lo más profundo de su cerebro, las imagenes empezaron a amontonarse. Sangre, peligro, sobrevivir. El reguero de sangre que empezaba a encharcar el suelo del estadio le recordó el peligro de estar en una situación en la que la única manera de sobrevivir es ganando. Perder es morir. Aquel muchacho, él lo habia matado. Lo mató por supervivencia. Por volver a ver la sonrisa de la única persona que le importaba en aquel momento, la única persona que importaba ahora y la única persona que iba a tener el honor de recibir la preocupación del rubio. Tragando saliva y algo de vomito que intentaba escapar de su estomago, se levantó.
Las gradas habian caido en el más absoluto caos. El sharingan en sus ojos le traicionaban revelando el aura inhumana que emitia aquel bicho del tamaño de un edificio. Pero ya le era indiferente. Solo habia una razón por la que estaba vivo, y si no actuaba esa razón podia morir, así que sin pensarselo dos veces se lanzó a la boca del loco, plantandose en la arena donde instantes antes aquella maldita Ayame habia traicionado toda moralidad y toda humanidad para atacar a alguien que no tenia intención de pelear, y aún peor, ese alguien era Eri, así que en la puta lista negra mental habia escrito ese nombre. Justo debajo de Hozuki Namiron, Aotsuki Ayame.
Llegó hasta la peliazul justo cuando esta recibia algún tipo de orden de Shiona, aunque era totalmente imposible oir una mierda con tanto grito, gruñido, estruendo, gimoteo, barullo, chillido y llanto. ¿¡Tan dificil era desesperarse en silencio!? Sin esperar ningún tipo de permiso, orden o lo que fuera, agarró el brazo de la kunoichi y tiró en dirección contraria al bijuu.
— ¡Eri, hay que salir de aqui! ¡AHORA!
La imagen del rubio tenia que ser consternadora como poco, tenia las piernas llenas de sangre ajena por haber caido al suelo al lado de un montón de cadaveres aplastados. Las rocas volaban de un lado a otro lanzadas por todo tipo de colisiones con el monstruo, coletazos, manotazos, orejazos... Ademas de que la estructura se desmoronaria en cualquier momento, debian salir por encima de este tan lejos como pudieran.
La única idea que tenia en la mente el muchacho era poner a salvo a Mizumi Eri, lo demas era polvo y ceniza para él. Todos sus compañeros importaban nada, toda su villa importaba nada, su propia vida no importaba. Habia que salvar a la kunoichi Eri.
—Nabi—
![[Imagen: 23uv4XH.gif]](https://i.imgur.com/23uv4XH.gif)