19/06/2016, 17:42
En la cúspide del torneo se vio de pronto con un sabor agridulce en el paladar. Por una parte, aquella kunoichi de Uzushio de cabello azul parecía rendirse. Por otra parte, deseaba que Ayame ganase justamente, y no por un cúmulo de circunstancias. Estaba pegado a su asiento por pura fuerza de voluntad, pero en realidad quería levantarse y gritar muy fuerte que la batalla continuara.
Eso, claro, es lo que estaba pasando antes de la tragedia.
Un estruendo terrible, una nube de polvo y astillas que le cegó le hirió y le desorientó por completo. Un enorme golpe que le sacudió, el sonido del aire cortando el espacio a su alrededor...
Abrió los ojos y vio que estaba volando. Subió por encima de las gradas y sólo atisbó una parte de lo que aquél monstruo representaba: una gigantesca cola con espinas, marrón y negra.
«¿¡Qué está pasan...!?»
"Rápido, reacciona", le dijo su cabeza, y se agarró a la pierna de alguien que ya luchaba por sostenerse. Era egoísta, pero no pudo pensar en nada más. Ni siquiera sabía quien era. La mano resbaló, sin embargo, y se precipitó irremediablemente a la hierba de fuera del estadio. Algo que no quería saber qué era hizo un fuerte crack cuando aterrizó, y el latigazo de dolor en su pierna le chivó a escondidas y a traición de que efectivamente se trataba de su pierna.
Gritó un improperio más grande que aquella cosa salida de los infiernos y se agarró la extremidad, incapaz de pensar en ese mismo momento más que en lo mucho que le dolía.
Eso, claro, es lo que estaba pasando antes de la tragedia.
Un estruendo terrible, una nube de polvo y astillas que le cegó le hirió y le desorientó por completo. Un enorme golpe que le sacudió, el sonido del aire cortando el espacio a su alrededor...
Abrió los ojos y vio que estaba volando. Subió por encima de las gradas y sólo atisbó una parte de lo que aquél monstruo representaba: una gigantesca cola con espinas, marrón y negra.
«¿¡Qué está pasan...!?»
"Rápido, reacciona", le dijo su cabeza, y se agarró a la pierna de alguien que ya luchaba por sostenerse. Era egoísta, pero no pudo pensar en nada más. Ni siquiera sabía quien era. La mano resbaló, sin embargo, y se precipitó irremediablemente a la hierba de fuera del estadio. Algo que no quería saber qué era hizo un fuerte crack cuando aterrizó, y el latigazo de dolor en su pierna le chivó a escondidas y a traición de que efectivamente se trataba de su pierna.
Gritó un improperio más grande que aquella cosa salida de los infiernos y se agarró la extremidad, incapaz de pensar en ese mismo momento más que en lo mucho que le dolía.