21/06/2016, 16:53
—¿Qué clase de broma de mal gusto es esta, Datsuke? —le espetó, con un hilo de voz—. ¿No tuviste suficiente...? ¿Tenías que volver para tomarme el pelo...? ¿Para hundirme aún más en el barro delante de toda esta gente...?
La voz a punto de quebrarse de la kunoichi resonó en la cabeza del Uchiha y su eco bajó hasta el pecho, provocándole una sensación incómoda. Era una sensación familiar. Recordaba haber sentido algo parecido cuando había abandonado a Ayame en aquella taberna de mala muerte. No era algo placentero, tampoco doloroso. Solo algo que le oprimía el corazón y le resultaba agobiante.
¿Acaso eran remordimientos?
Por suerte, como en aquella ocasión, tenía el truco perfecto para quitarse de encima aquel fardo de conciencia que a veces, en su desbordante empatía, se molestaba en cargar. Tan solo tenía que cerrar los ojos y pensar en otra cosa. Luego, todo volvería a la normalidad…
—¿¿NO HAS HECHO YA SUFICIENTE PARA DESHONRAR A LA VILLA, IDIOTA??
¿Hmm? ¿Yubiwa? No, no. Mejor que pienses en algo más alegre, idiota. Por ejemplo, No…
—¡Auch!
Se suponía que su truco era infalible, pero de pronto la nuca le ardió y cayó de bruces contra el suelo. Aquello le dolió mucho más que la dichosa presión en el pecho.
—Pero, ¿qué…?
Datsue se quedó de piedra: Yubiwa-sama en persona se alzaba frente a él. Tras su imponente figura, alguien más acababa de unirse a la fiesta. Una mujer de cabellos rojos y ojos púrpura. ¿La Uzukage? No le dio tiempo a cerciorarse. Yubiwa había vuelto a fijar en él su mirada, tras intercambiar unas breves palabras con la campeona del Torneo.
—¡¡Mira, estaba pensando en tener una charla contigo desde el otro día, pero se me ocurre que te la voy a dar ahora con la suela de mi zapatilla!!
—P-puedo explicarlo, sea lo que sea…
Se quedó con la palabra en la boca. No había creído que lo de la suela de la zapatilla fuese en sentido literal. Craso error. Una lección que esperaba recordar en el futuro: cuando Yubiwa se enfada, sus bromas dejan de ser bromas.
—Primero, pactas un amaño con otro participante, y ahora, ¿qué se supone que es este numerito? ¿¡Es que no ves que no es momento de juegueci...!?
Y el mundo se vino abajo.
Como el rayo que precede al trueno, Datsue sintió un escalofriante temblor en la espina dorsal que fue seguido un instante más tarde por un rugido atronador y desquiciante, tan fuerte que el dolor rebotó por toda su cabeza. La tierra tembló, una grada se convirtió en polvo y el viento ondeó y se arremolinó por todo el estadio, azotando sus ropas y estando a punto de tirarlo al suelo.
Un segundo sonido siguió al primero, mucho menos uniforme. El sonido de una multitud chillando, aterrorizada. Quizá Datsue los hubiese acompañado con su propia voz, de no ser porque se había olvidado hasta de respirar.
Hubo más voces a su alrededor. Órdenes. Intercambio de palabras. Datsue las oía de fondo, distorsionadas, como el sonido de la televisión a la que no prestas atención. Y es que sus sentidos estaban puestos en la enorme bestia que se alzaba frente a él. Un monstruo de tamaño gigantesco y cuyas fauces amenazaban con engullir cualquier esperanza del mundo.
—Eri, Jinchuriki de Amegakure. Haríais bien en buscar a vuestros seres queridos y abandonar este lugar. ¡Rápido! —logró escuchar finalmente, cuando se acordó de coger aire.
Sin embargo, sus palabras apenas cobraron sentido en su paralizada mente. Solo sabía que quería salir de allí. Rápido. Y de una pieza, a ser posible.
—¡Esperad!
Ayame acababa de ponerse entre él y Yubiwa, realizando una profunda reverencia. A Datsue no le parecía el momento de ponerse serios con las formalidades, pero aún le parecía menos momento para sacar su lengua a pasear.
—Po... ¡Por favor, no lo hagáis! ¡Tiene que haber otra manera! —suplicó, hincándose de rodillas de nuevo en el suelo—. ¡No le condenéis de esta manera! ¡No le hagáis lo mismo que me hicieron a mí! ¡Convertir a más personas en jinchūrikis no es la solución!
¿Qué cojones… está diciendo?
—Además... además... Ellos... —añadió, con voz temblorosa—. Ellos también sufren las consecuencias de ser sellados dentro de las personas... ¡Nos tienen miedo! ¡El Ichibi sólo está terriblemente asustado! ¡Quizás más que nosotros mismos! Por favor...
Seguramente por la conmoción que sentía, no entendió nada. ¿Ese monstruo asustado? ¡Él sí que estaba asustado! No sabía ni cómo no se había cagado por los pantalones abajo todavía. Lo que si comprendía Datsue era que estaba en peligro, y en un peligro de tres pares de narices. Y para Uchiha Datsue, ante el peligro solo había una posible reacción. Hinchó el pecho y se llenó de valor:
—¡Y-yubiwa-sama! —logró balbucear—. C-creo que al contrario que Ayame yo no esperaré más e iré en busca de mis seres queridos y esas cosas. —Ya que la Uzukage no lo había incluido en su oferta de salir por patas de allí, ya se incluía él solito. En otra cosa no, pero en echarle cara no le ganaba nadie. Por otro lado, y por suerte, sus seres queridos estaban muy lejos del estadio, de camino a la Ribera del Norte—. Cualquier cosa, ya sabe… Me llama y yo aparezco en seguida. P-por supuesto. Faltaría más, vaya...
— ¡No le hagan nada malo a Datsue-san, por favor!
El chillido de Eri le heló la sangre. ¿Qué demonios se estaba perdiendo?
La voz a punto de quebrarse de la kunoichi resonó en la cabeza del Uchiha y su eco bajó hasta el pecho, provocándole una sensación incómoda. Era una sensación familiar. Recordaba haber sentido algo parecido cuando había abandonado a Ayame en aquella taberna de mala muerte. No era algo placentero, tampoco doloroso. Solo algo que le oprimía el corazón y le resultaba agobiante.
¿Acaso eran remordimientos?
Por suerte, como en aquella ocasión, tenía el truco perfecto para quitarse de encima aquel fardo de conciencia que a veces, en su desbordante empatía, se molestaba en cargar. Tan solo tenía que cerrar los ojos y pensar en otra cosa. Luego, todo volvería a la normalidad…
—¿¿NO HAS HECHO YA SUFICIENTE PARA DESHONRAR A LA VILLA, IDIOTA??
¿Hmm? ¿Yubiwa? No, no. Mejor que pienses en algo más alegre, idiota. Por ejemplo, No…
—¡Auch!
Se suponía que su truco era infalible, pero de pronto la nuca le ardió y cayó de bruces contra el suelo. Aquello le dolió mucho más que la dichosa presión en el pecho.
—Pero, ¿qué…?
Datsue se quedó de piedra: Yubiwa-sama en persona se alzaba frente a él. Tras su imponente figura, alguien más acababa de unirse a la fiesta. Una mujer de cabellos rojos y ojos púrpura. ¿La Uzukage? No le dio tiempo a cerciorarse. Yubiwa había vuelto a fijar en él su mirada, tras intercambiar unas breves palabras con la campeona del Torneo.
—¡¡Mira, estaba pensando en tener una charla contigo desde el otro día, pero se me ocurre que te la voy a dar ahora con la suela de mi zapatilla!!
—P-puedo explicarlo, sea lo que sea…
Se quedó con la palabra en la boca. No había creído que lo de la suela de la zapatilla fuese en sentido literal. Craso error. Una lección que esperaba recordar en el futuro: cuando Yubiwa se enfada, sus bromas dejan de ser bromas.
—Primero, pactas un amaño con otro participante, y ahora, ¿qué se supone que es este numerito? ¿¡Es que no ves que no es momento de juegueci...!?
Y el mundo se vino abajo.
Como el rayo que precede al trueno, Datsue sintió un escalofriante temblor en la espina dorsal que fue seguido un instante más tarde por un rugido atronador y desquiciante, tan fuerte que el dolor rebotó por toda su cabeza. La tierra tembló, una grada se convirtió en polvo y el viento ondeó y se arremolinó por todo el estadio, azotando sus ropas y estando a punto de tirarlo al suelo.
Un segundo sonido siguió al primero, mucho menos uniforme. El sonido de una multitud chillando, aterrorizada. Quizá Datsue los hubiese acompañado con su propia voz, de no ser porque se había olvidado hasta de respirar.
Hubo más voces a su alrededor. Órdenes. Intercambio de palabras. Datsue las oía de fondo, distorsionadas, como el sonido de la televisión a la que no prestas atención. Y es que sus sentidos estaban puestos en la enorme bestia que se alzaba frente a él. Un monstruo de tamaño gigantesco y cuyas fauces amenazaban con engullir cualquier esperanza del mundo.
—Eri, Jinchuriki de Amegakure. Haríais bien en buscar a vuestros seres queridos y abandonar este lugar. ¡Rápido! —logró escuchar finalmente, cuando se acordó de coger aire.
Sin embargo, sus palabras apenas cobraron sentido en su paralizada mente. Solo sabía que quería salir de allí. Rápido. Y de una pieza, a ser posible.
—¡Esperad!
Ayame acababa de ponerse entre él y Yubiwa, realizando una profunda reverencia. A Datsue no le parecía el momento de ponerse serios con las formalidades, pero aún le parecía menos momento para sacar su lengua a pasear.
—Po... ¡Por favor, no lo hagáis! ¡Tiene que haber otra manera! —suplicó, hincándose de rodillas de nuevo en el suelo—. ¡No le condenéis de esta manera! ¡No le hagáis lo mismo que me hicieron a mí! ¡Convertir a más personas en jinchūrikis no es la solución!
¿Qué cojones… está diciendo?
—Además... además... Ellos... —añadió, con voz temblorosa—. Ellos también sufren las consecuencias de ser sellados dentro de las personas... ¡Nos tienen miedo! ¡El Ichibi sólo está terriblemente asustado! ¡Quizás más que nosotros mismos! Por favor...
Seguramente por la conmoción que sentía, no entendió nada. ¿Ese monstruo asustado? ¡Él sí que estaba asustado! No sabía ni cómo no se había cagado por los pantalones abajo todavía. Lo que si comprendía Datsue era que estaba en peligro, y en un peligro de tres pares de narices. Y para Uchiha Datsue, ante el peligro solo había una posible reacción. Hinchó el pecho y se llenó de valor:
—¡Y-yubiwa-sama! —logró balbucear—. C-creo que al contrario que Ayame yo no esperaré más e iré en busca de mis seres queridos y esas cosas. —Ya que la Uzukage no lo había incluido en su oferta de salir por patas de allí, ya se incluía él solito. En otra cosa no, pero en echarle cara no le ganaba nadie. Por otro lado, y por suerte, sus seres queridos estaban muy lejos del estadio, de camino a la Ribera del Norte—. Cualquier cosa, ya sabe… Me llama y yo aparezco en seguida. P-por supuesto. Faltaría más, vaya...
— ¡No le hagan nada malo a Datsue-san, por favor!
El chillido de Eri le heló la sangre. ¿Qué demonios se estaba perdiendo?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado