La garra del Shukaku se posó al lado de Yota y le rozó un hombro, enganchándose con su trenza. Al Shukaku pareció molestarle, de modo que lo levantó del suelo y lo puso delante de su cara mientras allá abajo en la arena todos discutían y en las gradas todos corrían intentando salvar su vida. El monstruo gruñó y gritó tan cerca de su cara que sus oídos quedaron completamente cegados, y luego... luego...
...se lo comió. Allá dentro todo estaba oscuro, pero Yota se sentía flotar, como si nada pudiera hacerle daño...
A pesar de que intentaba amarrarse al suelo con ayuda del chakra, las cosas no parecían irle bien a Kazuma. La gente quería pasar, y querían pasar antes que el resto de la gente. Puñetazos, codazos, rodillazos... De todo tuvo que aguantar el pobre, hasta el punto de que casi estaba ya sin conocimiento. La concentración le falló un momento, y pronto estaba en el suelo, siendo arrastrado y pateado por la multitud. Un niño saltó justo encima de su cara y le rompió la nariz.
El cabezazo contra Kazuma dejó aturdido el tiempo suficiente como para que perdiera el equilibrio cuando un corpulento hombretón pasara a su lado y lo arrojara encima de su compañero, que al parecer tenía la nariz rota y había perdido el conocimiento. Tres personas más se tropezaron con ellos dos y cayeron encima, pero el miedo que tenían era mucho más fuerte que su empatía. Siguieron pateando y removiéndose, tratando de levantarse, y ellos dos estaban empezando a ahogarse de verdad...
Un ANBU de Amegakure pasó por delante de Mitsuki y se dio cuenta de su presencia.
—¡Vamos, vamos, ven conmigo, sal de ahí, no te quedes mirando a ese bicho! Ayúdame a evacuar a los heridos. —Señaló una zona unos cinco metros más abajo, donde una madre lloraba la pérdida de dos de sus niños. Un cascote había... aplastado sus cabezas. Era una visión horrible.
Como horrible era la herida de la pierna amputada de la madre.
Riko y sus padres avanzaban por el pasillo lleno de pura masacre. Al final del corredor había una abertura que daba afuera del estadio. Si salían, podrían observar a un extraño encapuchado rebuscando en los bolsillos de un ANBU de Uzushiogakure...
Kaido y Karamaru se preguntaban qué hacer en aquella horrible situación mientras Daruu se sujetaba la pierna y chillaba de dolor.
Amekoro Yui, la Arashikage, pasó volando al lado de Katomi y Mogura y se detuvo patinando al lado de ellos. Llevaba un herido a cada hombro. Su fuerza era sorprendente, y que pudiera moverse con aquella agilidad era más sorprendente aún.
Apenas hacía unos días que se habían enterado que esa era su Arashikage de verdad. Y aún así, la contundencia y la imperiosidad de sus palabras sonaron bien claras:
—¡¿Pero qué hacéis, joder?! ¡¡Moved el culo y ayudadme a poner orden y a evacuar a la gente!! ¡Sois shinobi! ¡Vosotros NO HUÍS NI OS QUEDÁIS PLANTADOS COMO UN VEGETAL, MOVÉIS EL CULO Y ARREGLÁIS LA SITUACIÓN!
No les dio tiempo a responder, porque Yui desapareció de su vista de un nuevo salto.
Noemi se llevaba al acomodador y Ritsuko se acercó a un niño que deambulaba, sólo y llorando. El niño, en medio del caos, levantó la mirada y la observó un momento. Luego, empezó a rebuscar en su capa mientras seguía sollozando.
—Lo, lo siento... Yo... lo siento mucho... —sollozó, incomprensiblemente.
Acto seguido, se lanzó contra ella como un animal rabioso, e intentó clavar un puñal en su vientre.
—¡¡LARGA VIDA A KUSAGAKURE!! ¡¡LARGA VIDA AL PAÍS DEL BOSQUE!! ¡¡MUERTE A LAS RATAS DE YUBIWA!!
En la penumbra, y en medio del polvo de los escombros, Anzu y Tatsuya podrían haber pasado desapercibidos para cualquiera. De hecho, pasaron desapercibidos para dos encapuchados que pasaban por el pasillo que había enfrente de los baños. Cuchicheaban, en voz alta. Se sentían seguros: ¿quién iba a estar allá abajo? Afuera reinaba el caos, y el ruido absorbería sus conversaciones.
No para los dos genin.
—Esto es un golpe de buena suerte, sí... Con suerte, si pedimos refuerzos podríamos hacernos con el bijuu, ¿no te parece?
—Tú eres tonto, chaval —Hablaba ahora una voz más aguda, probablemente una mujer—. ¿Cuánto crees que tardarán en encargarse de él? Están aquí los tres kages.
—Si estuviera aquí Namiron-sama, les reventaba a los tres sin despeinarse...
—Espera, ¿has oído algo?
Los encapucharos miraron alrededor, y no tardarían en encontrarlos si no se escondían detrás de alguna cosa. Y rápido.
Otro rugido. La bestia miró a un lado y a otro mientras los Kage que estaban en la arena junto a Eri, Ayame, Datsue y el espontáneo Nabi discutían sobre lo que había o no había que hacer.
Shiona giró la cabeza lentamente mientras Ayame hablaba. Y las pupilas que se clavaban en la jinchuuriki de Ame eran duras, y temblaban de ira. Pero su voz sonó con firmeza cuando dijo:
—Largáos de aquí, genin, no lo repetiré una vez más. ¡¡LARGO!! —El rugido de la Uzukage se levantó por encima de la voz de Ayame, que insistía en unas bobadas que para Shiona, sólo un loco habría osado pronunciar—. ¡¡Y TÚ TE QUEDAS AQUÍ, CHICO DE TAKI!!
—Te tenía más respeto, jinchuuriki de Ame.
—¡Oye, que ese genin es de mi aldea! ¡¡Y TÚ TE QUEDAS AQUÍ, DATSUE!! Eso.
Los gritos de Shiona atrajeron los oídos de alguien... algo más, sin embargo. El bijuu les estaba mirando. Y antes de que pudieran reaccionar...
—¡Cuidado! —advirtió Yubiwa, y con una velocidad francamente impresionante se les echó encima y apartó a los presentes de un garrazo de la bestia. A todos... menos a Nabi, que estaba un poco más lejos.
El mapache consiguió agarrarlo, y ahora lo sostenía entre sus garras.
Cuando los ojos de Eri se cruzaron con lo que había pasado, la extraña energía que surgía en su pecho se vio desbordada...
...y una capa de chakra rojizo la envolvió mientras una sombra rojiza aparecía en sus párpados inferiores. Una fuerza sobrehumana apartó a todos los presentes, menos a Ayame, que pareció nutrirse de la misma fuerza. Las energías resonaron la una con la otra, y pronto las dos estaban envueltas en una capa bestial con dos colas...
...y por primera vez, parecían estar en pleno control de la situación.
—¿Pero qué demonios...?
Shiona se levantó, con dificultad. Lo mismo hizo Yubiwa. Datsue estaba al lado de su kage, todavía en el suelo.
—Pero... ¿La jinchuuriki no era la morena? ¿Qué estás ocultando, Shiona?
—No tengo ni idea de lo que está pasando, pero no voy a pararme a pensar, tenemos que...
Shiona intentó lanzarse hacia adelante, pero la fuerza que emitían las dos muchachas, como un viento fuerte que le empujaba desde allá adelante, le impedía avanzar...
...se lo comió. Allá dentro todo estaba oscuro, pero Yota se sentía flotar, como si nada pudiera hacerle daño...
···
A pesar de que intentaba amarrarse al suelo con ayuda del chakra, las cosas no parecían irle bien a Kazuma. La gente quería pasar, y querían pasar antes que el resto de la gente. Puñetazos, codazos, rodillazos... De todo tuvo que aguantar el pobre, hasta el punto de que casi estaba ya sin conocimiento. La concentración le falló un momento, y pronto estaba en el suelo, siendo arrastrado y pateado por la multitud. Un niño saltó justo encima de su cara y le rompió la nariz.
El cabezazo contra Kazuma dejó aturdido el tiempo suficiente como para que perdiera el equilibrio cuando un corpulento hombretón pasara a su lado y lo arrojara encima de su compañero, que al parecer tenía la nariz rota y había perdido el conocimiento. Tres personas más se tropezaron con ellos dos y cayeron encima, pero el miedo que tenían era mucho más fuerte que su empatía. Siguieron pateando y removiéndose, tratando de levantarse, y ellos dos estaban empezando a ahogarse de verdad...
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Un ANBU de Amegakure pasó por delante de Mitsuki y se dio cuenta de su presencia.
—¡Vamos, vamos, ven conmigo, sal de ahí, no te quedes mirando a ese bicho! Ayúdame a evacuar a los heridos. —Señaló una zona unos cinco metros más abajo, donde una madre lloraba la pérdida de dos de sus niños. Un cascote había... aplastado sus cabezas. Era una visión horrible.
Como horrible era la herida de la pierna amputada de la madre.
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Riko y sus padres avanzaban por el pasillo lleno de pura masacre. Al final del corredor había una abertura que daba afuera del estadio. Si salían, podrían observar a un extraño encapuchado rebuscando en los bolsillos de un ANBU de Uzushiogakure...
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Kaido y Karamaru se preguntaban qué hacer en aquella horrible situación mientras Daruu se sujetaba la pierna y chillaba de dolor.
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Amekoro Yui, la Arashikage, pasó volando al lado de Katomi y Mogura y se detuvo patinando al lado de ellos. Llevaba un herido a cada hombro. Su fuerza era sorprendente, y que pudiera moverse con aquella agilidad era más sorprendente aún.
Apenas hacía unos días que se habían enterado que esa era su Arashikage de verdad. Y aún así, la contundencia y la imperiosidad de sus palabras sonaron bien claras:
—¡¿Pero qué hacéis, joder?! ¡¡Moved el culo y ayudadme a poner orden y a evacuar a la gente!! ¡Sois shinobi! ¡Vosotros NO HUÍS NI OS QUEDÁIS PLANTADOS COMO UN VEGETAL, MOVÉIS EL CULO Y ARREGLÁIS LA SITUACIÓN!
No les dio tiempo a responder, porque Yui desapareció de su vista de un nuevo salto.
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Noemi se llevaba al acomodador y Ritsuko se acercó a un niño que deambulaba, sólo y llorando. El niño, en medio del caos, levantó la mirada y la observó un momento. Luego, empezó a rebuscar en su capa mientras seguía sollozando.
—Lo, lo siento... Yo... lo siento mucho... —sollozó, incomprensiblemente.
Acto seguido, se lanzó contra ella como un animal rabioso, e intentó clavar un puñal en su vientre.
—¡¡LARGA VIDA A KUSAGAKURE!! ¡¡LARGA VIDA AL PAÍS DEL BOSQUE!! ¡¡MUERTE A LAS RATAS DE YUBIWA!!
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En la penumbra, y en medio del polvo de los escombros, Anzu y Tatsuya podrían haber pasado desapercibidos para cualquiera. De hecho, pasaron desapercibidos para dos encapuchados que pasaban por el pasillo que había enfrente de los baños. Cuchicheaban, en voz alta. Se sentían seguros: ¿quién iba a estar allá abajo? Afuera reinaba el caos, y el ruido absorbería sus conversaciones.
No para los dos genin.
—Esto es un golpe de buena suerte, sí... Con suerte, si pedimos refuerzos podríamos hacernos con el bijuu, ¿no te parece?
—Tú eres tonto, chaval —Hablaba ahora una voz más aguda, probablemente una mujer—. ¿Cuánto crees que tardarán en encargarse de él? Están aquí los tres kages.
—Si estuviera aquí Namiron-sama, les reventaba a los tres sin despeinarse...
—Espera, ¿has oído algo?
Los encapucharos miraron alrededor, y no tardarían en encontrarlos si no se escondían detrás de alguna cosa. Y rápido.
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Otro rugido. La bestia miró a un lado y a otro mientras los Kage que estaban en la arena junto a Eri, Ayame, Datsue y el espontáneo Nabi discutían sobre lo que había o no había que hacer.
Shiona giró la cabeza lentamente mientras Ayame hablaba. Y las pupilas que se clavaban en la jinchuuriki de Ame eran duras, y temblaban de ira. Pero su voz sonó con firmeza cuando dijo:
—Largáos de aquí, genin, no lo repetiré una vez más. ¡¡LARGO!! —El rugido de la Uzukage se levantó por encima de la voz de Ayame, que insistía en unas bobadas que para Shiona, sólo un loco habría osado pronunciar—. ¡¡Y TÚ TE QUEDAS AQUÍ, CHICO DE TAKI!!
—Te tenía más respeto, jinchuuriki de Ame.
—¡Oye, que ese genin es de mi aldea! ¡¡Y TÚ TE QUEDAS AQUÍ, DATSUE!! Eso.
Los gritos de Shiona atrajeron los oídos de alguien... algo más, sin embargo. El bijuu les estaba mirando. Y antes de que pudieran reaccionar...
—¡Cuidado! —advirtió Yubiwa, y con una velocidad francamente impresionante se les echó encima y apartó a los presentes de un garrazo de la bestia. A todos... menos a Nabi, que estaba un poco más lejos.
El mapache consiguió agarrarlo, y ahora lo sostenía entre sus garras.
Cuando los ojos de Eri se cruzaron con lo que había pasado, la extraña energía que surgía en su pecho se vio desbordada...
...y una capa de chakra rojizo la envolvió mientras una sombra rojiza aparecía en sus párpados inferiores. Una fuerza sobrehumana apartó a todos los presentes, menos a Ayame, que pareció nutrirse de la misma fuerza. Las energías resonaron la una con la otra, y pronto las dos estaban envueltas en una capa bestial con dos colas...
...y por primera vez, parecían estar en pleno control de la situación.
—¿Pero qué demonios...?
Shiona se levantó, con dificultad. Lo mismo hizo Yubiwa. Datsue estaba al lado de su kage, todavía en el suelo.
—Pero... ¿La jinchuuriki no era la morena? ¿Qué estás ocultando, Shiona?
—No tengo ni idea de lo que está pasando, pero no voy a pararme a pensar, tenemos que...
Shiona intentó lanzarse hacia adelante, pero la fuerza que emitían las dos muchachas, como un viento fuerte que le empujaba desde allá adelante, le impedía avanzar...
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