23/06/2016, 11:21
La mirada de Eri no perdía de vista la posición de ambos kages que se encontraban cercanos a ella, junto con Ayame, aquella chica que, tan dulce y serena parecía, guardaba algo indescriptible en su interior, y de Datsue, un Uchiha que había compartido con ella una experiencia imposible de olvidar. Sin embargo, ni sus gritos ni el discurso de Ayame pudieron hacer mella en el corazón de ambos líderes, ya que el grito de la Uzukage hizo que su cuerpo entero temblase, olvidando la oportunidad que creía haber tenido.
—Largáos de aquí, genin, no lo repetiré una vez más. ¡¡LARGO!! — Su voz sonó incluso por encima de todo el ruido que se formaba alrededor de ellos, cosa que hizo enmudecer su voz —. ¡¡Y TÚ TE QUEDAS AQUÍ, CHICO DE TAKI!!
Al final, no podría evitar que Datsue recibiese un ''premio'', un ''premio'' que podría causarle sufrimiento, o, ¿quién sabía? Incluso podría costarle la vida. La de ojos verdosos clavó la vista en Nabi, con el pensamiento de que allí lo único que hacía era ser una carga para el Kawakage y la Uzukage, y, aunque no quisiera, debía abandonar el lugar o ayudar a evacuar a la gente de lo que quedaba de aquel estadio ya destruido.
Debía hacerle caso a Nabi por primera vez.
Ajena a lo demás, no se dio cuenta de que ahora era el bijuu quien les miraba, y antes de que pudiese si quiera cerciorarse de que no ocurría nada malo, el grito del líder de Takigakure les alertó, y sin tiempo para asustarse o pensar si quiera en lo que estaba ocurriendo, el cuerpo de la joven se vio apartado del zarpazo dell gran mapache que se alzaba ante ellos contra sus personas, salvada por el mismísimo Yubiwa.
Pero uno de los presentes no corrió la misma suerte.
Y cuando Eri posó sus ojos verdosos en la zarpa que tenía cautiva a la persona más importante de su vida, inmediatamente la pequeña energía que sentía dentro de sí misma, ardiente y melancólica, llena de ira y tristeza a partes iguales, se desbordó, creando alrededor de su pequeña figura una capa de chakra rojido dotándola de algo, algo indescriptible para ella.
Pero no era la única, ya que la chica que había sido su rival se encontraba a su lado, Ayame, la jinchuriki de Amegakure, estaba siendo rodeada por la misma capa rojiza que la envolvía a ella, mientras que ambos Kages y Datsue habían sido arrastrados por una extraña fuerza que ni a Ayame ni a ella le había movido ni un solo centímetro de su posición.
''¿Qué... Es esto?'' Se preguntó a sí misma en su interior, mirándose las manos como si en alguna de ellas fuera a encontrar la respuesta a su pregunta. Pero sabía que de ahí no iba a sacar nada, así que de nuevo mirando hacia el gran tanuki que mantenía preso a su mejor amigo de la infancia, con el ceño fruncido, los dientes apretados y los ojos llenos de algo parecido a rabia, ahí, en ese preciso instante, sentía que podría salvarle, que sería ella por fin la que le rescatase a él y no al revés.
Comenzó a correr hacia la gran bestia de una cola, y, confiando quizás demasiado en su agilidad y fuerza de impulso en sus pequeñas piernas, saltó lo más alto que pudo para llegar a la garra que tenía a Nabi cautivo, agarrándose lo más fuerte que podía a ella para trepar hasta el Uchiha.
— Vamos... — Se alentó en un susurro.
—Largáos de aquí, genin, no lo repetiré una vez más. ¡¡LARGO!! — Su voz sonó incluso por encima de todo el ruido que se formaba alrededor de ellos, cosa que hizo enmudecer su voz —. ¡¡Y TÚ TE QUEDAS AQUÍ, CHICO DE TAKI!!
Al final, no podría evitar que Datsue recibiese un ''premio'', un ''premio'' que podría causarle sufrimiento, o, ¿quién sabía? Incluso podría costarle la vida. La de ojos verdosos clavó la vista en Nabi, con el pensamiento de que allí lo único que hacía era ser una carga para el Kawakage y la Uzukage, y, aunque no quisiera, debía abandonar el lugar o ayudar a evacuar a la gente de lo que quedaba de aquel estadio ya destruido.
Debía hacerle caso a Nabi por primera vez.
Ajena a lo demás, no se dio cuenta de que ahora era el bijuu quien les miraba, y antes de que pudiese si quiera cerciorarse de que no ocurría nada malo, el grito del líder de Takigakure les alertó, y sin tiempo para asustarse o pensar si quiera en lo que estaba ocurriendo, el cuerpo de la joven se vio apartado del zarpazo dell gran mapache que se alzaba ante ellos contra sus personas, salvada por el mismísimo Yubiwa.
Pero uno de los presentes no corrió la misma suerte.
Y cuando Eri posó sus ojos verdosos en la zarpa que tenía cautiva a la persona más importante de su vida, inmediatamente la pequeña energía que sentía dentro de sí misma, ardiente y melancólica, llena de ira y tristeza a partes iguales, se desbordó, creando alrededor de su pequeña figura una capa de chakra rojido dotándola de algo, algo indescriptible para ella.
Pero no era la única, ya que la chica que había sido su rival se encontraba a su lado, Ayame, la jinchuriki de Amegakure, estaba siendo rodeada por la misma capa rojiza que la envolvía a ella, mientras que ambos Kages y Datsue habían sido arrastrados por una extraña fuerza que ni a Ayame ni a ella le había movido ni un solo centímetro de su posición.
''¿Qué... Es esto?'' Se preguntó a sí misma en su interior, mirándose las manos como si en alguna de ellas fuera a encontrar la respuesta a su pregunta. Pero sabía que de ahí no iba a sacar nada, así que de nuevo mirando hacia el gran tanuki que mantenía preso a su mejor amigo de la infancia, con el ceño fruncido, los dientes apretados y los ojos llenos de algo parecido a rabia, ahí, en ese preciso instante, sentía que podría salvarle, que sería ella por fin la que le rescatase a él y no al revés.
Comenzó a correr hacia la gran bestia de una cola, y, confiando quizás demasiado en su agilidad y fuerza de impulso en sus pequeñas piernas, saltó lo más alto que pudo para llegar a la garra que tenía a Nabi cautivo, agarrándose lo más fuerte que podía a ella para trepar hasta el Uchiha.
— Vamos... — Se alentó en un susurro.