Su cabeza no paraba de dar vueltas, realmente se había dado un golpe bastante fuerte en la cabeza al caer desde las gradas, pero al menos podía caminar, y aquello era todo lo que necesitaba para poder ayudar en quel momento a las dos personas que más quería y que realmente necesitaban su ayuda, sus padres.
No pararon de caminar, quizás a un ritmo lento, puesto que su padre era de una tamaño bastante mayor al suyo y al de su madre, por lo que cargaban con él con bastante dificultad. El ambiente, además, no ayudaba para nada. Un fuerte olor a hierro inundaba aquel angosto pasillo, proveniente de la sangre que habían derramado la incontable cantidad de cuerpos que allí yacían, unos desmembrados, otros atravesados y otros, simplemente aplastados por enormes pedazos de aquel estadio que se había derrumbado tras la aparición de una enorme criatura. Apenas había podido verla, pero sabía que era enorme, de eso no cabía ninguna duda.
Desde el pasillo en el que se encontraba, podía escuchar todo el alboroto que había montado fuera, probablemente tratando de aplacar la furia de aquel monstruo, aunque había una cosa que lo calmaba, los tres kages estaban allí, seguro que ellos podrían hacerse cargo de eso.
''Pero... ¿Y si no?''
Riko trataba de forjar un plan para poder sacar a su familia de allí, su deber, como buen shinobi era el de ayudar a los demás, pero.. ¿cómo iba a hacerlo un simple niño en una situación como aquella? Si se acercaba al bicho moriría, y si trataba de llegar a la zona de las gradas había un alto porcentaje de acabar muerto también. ¿Qué debía hacer?
''Espera... ¿Eso es la salida?''
Una luz comenzaba a iluminar levemente el pasillo, dejando entrever los alrededores del estadio. Si, lo habían conseguido, podría poner a salvo a su familia, pero...
''¿Qué? Hay un tipo allí, ¿por qué no entra y ayuda a sacar a los heridos?''
Riko y su familia se acercaron un poco más, hasta que pudieron ver con claridad al extraño hombre que se encontraba rebuscando algo en un cuerpo que, desde la distancia a la que se encontraba Riko, parecía inerte.
— El cuerpo... Es... Un ANBU de la Villa... — Dijo su padre, que había podido diferenciar el cuerpo desde una distancia mayor que Riko.
El joven rastas miró a su padre, incrédulo. ¿Qué estaba haciendo un encapuchado rebuscando en el cuerpo sin vida de un ANBU de Uzushiogakure? Tenía que hacer algo, ¿pero qué?
— Vale, no creo que salir los tres sea la mejor idea... — Comenzó Riko mirando a sus padres, que asintieron dándole la razón. — Está bien... Yo salgo, quedaos vosotros aquí, y no dejéis que os vea, ¿entendido?
Su madre iba a rechistar, pero Riko no la dio tiempo, pues soltó el cuerpo de su padre, dejándola sola al cargo, y echó a andar en dirección hacia el extraño encapuchado, rezando y deseando porque aquello no fuera más que un malentendido, aunque no era tan optimista. En apenas varios segundos se plantó en las afueras del estadio, a una distancia prudencial del extraño.
— ¿Qu-Qué estás haciendo? ¿Has matado tú a ese hombre? — Era una pregunta estúpida, claramente no le iba a contestar con la verdad, y si lo hacía, Riko tendría un grave problema, si había matado a un ANBU, no quería ni imaginar lo que podría hacerle a un pobre genin.
No pararon de caminar, quizás a un ritmo lento, puesto que su padre era de una tamaño bastante mayor al suyo y al de su madre, por lo que cargaban con él con bastante dificultad. El ambiente, además, no ayudaba para nada. Un fuerte olor a hierro inundaba aquel angosto pasillo, proveniente de la sangre que habían derramado la incontable cantidad de cuerpos que allí yacían, unos desmembrados, otros atravesados y otros, simplemente aplastados por enormes pedazos de aquel estadio que se había derrumbado tras la aparición de una enorme criatura. Apenas había podido verla, pero sabía que era enorme, de eso no cabía ninguna duda.
Desde el pasillo en el que se encontraba, podía escuchar todo el alboroto que había montado fuera, probablemente tratando de aplacar la furia de aquel monstruo, aunque había una cosa que lo calmaba, los tres kages estaban allí, seguro que ellos podrían hacerse cargo de eso.
''Pero... ¿Y si no?''
Riko trataba de forjar un plan para poder sacar a su familia de allí, su deber, como buen shinobi era el de ayudar a los demás, pero.. ¿cómo iba a hacerlo un simple niño en una situación como aquella? Si se acercaba al bicho moriría, y si trataba de llegar a la zona de las gradas había un alto porcentaje de acabar muerto también. ¿Qué debía hacer?
''Espera... ¿Eso es la salida?''
Una luz comenzaba a iluminar levemente el pasillo, dejando entrever los alrededores del estadio. Si, lo habían conseguido, podría poner a salvo a su familia, pero...
''¿Qué? Hay un tipo allí, ¿por qué no entra y ayuda a sacar a los heridos?''
Riko y su familia se acercaron un poco más, hasta que pudieron ver con claridad al extraño hombre que se encontraba rebuscando algo en un cuerpo que, desde la distancia a la que se encontraba Riko, parecía inerte.
— El cuerpo... Es... Un ANBU de la Villa... — Dijo su padre, que había podido diferenciar el cuerpo desde una distancia mayor que Riko.
El joven rastas miró a su padre, incrédulo. ¿Qué estaba haciendo un encapuchado rebuscando en el cuerpo sin vida de un ANBU de Uzushiogakure? Tenía que hacer algo, ¿pero qué?
— Vale, no creo que salir los tres sea la mejor idea... — Comenzó Riko mirando a sus padres, que asintieron dándole la razón. — Está bien... Yo salgo, quedaos vosotros aquí, y no dejéis que os vea, ¿entendido?
Su madre iba a rechistar, pero Riko no la dio tiempo, pues soltó el cuerpo de su padre, dejándola sola al cargo, y echó a andar en dirección hacia el extraño encapuchado, rezando y deseando porque aquello no fuera más que un malentendido, aunque no era tan optimista. En apenas varios segundos se plantó en las afueras del estadio, a una distancia prudencial del extraño.
— ¿Qu-Qué estás haciendo? ¿Has matado tú a ese hombre? — Era una pregunta estúpida, claramente no le iba a contestar con la verdad, y si lo hacía, Riko tendría un grave problema, si había matado a un ANBU, no quería ni imaginar lo que podría hacerle a un pobre genin.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»