28/06/2016, 14:54
(Última modificación: 28/06/2016, 18:41 por Uzumaki Eri.)
La huérfana escalaba la garra que mantenía preso a un inconsciente Nabi, pero sin quererlo ni desearlo, el Tanuki creó montones de arena por entre los dedos de su garra, como otras dos extremidades superiores, agarrándola para impedir que siguiera desplazándose por su cuerpo a libre voluntad. ¿Habría, también, capturado a Ayame? No lo sabía, no sabía nada, solo era una niña que intentaba hacerse la heroína con esa fuerza revitalizadora desconocida.
Pero, era eso, solo una niña.
Y ahora su esperanza de salvar al chico que más quería se veía reducido a arena fina, como la que estaba atrapándola, ahogándola... Y lo único que pasaba por su mente en aquellos instantes eran los momentos de su niñez junto al Uchiha que estaba tan cerca y tan lejos a la vez.
Hasta que un destello grisáceo descendió sobre el bijuu, tan rápido que Eri ni se dio cuenta de lo que ocurría. Escuchó un grito, ¿una técnica, quizás? Pero ese grito hizo que la kunoichi del remolino cayese al suelo, llenando sus pulmones del aire que se encontraba a su alrededor, cogiéndose el pecho para que su corazón no saliese de él. Tenía miedo, mucho miedo, su cuerpo entero se sentía aterrado, temblaba, y ya ni sabía si la fuerza que le había hecho tirarse al suicidio seguía dentro de ella o le había abandonado cuál perro pulgoso.
''Nabi... ¡¿Y Nabi?!'' Su cabeza pareció reaccionar mucho antes que su cuerpo, haciendo a éste último saltar y ponerse de pie para buscar con la mirada el cuerpo del rubio, encontrándolo a poca distancia de su propia posición. Sin fijarse si el mapache arremetía contra ellos, si los Kages estaban lidiando contra él, o si Datsue estaba siendo usado como contenedor para el bijuu.
Ya solo le importaba Nabi.
Y eso le hacía sentir como una egoísta.
Pero una egoísta preocupada por uno de sus pocos seres queridos.
Corrió lo más rápido que pudo al cuerpo de Nabi, tirado en el suelo.
—Nabi... Nabi, por favor... — Zarandeó el cuerpo del chico. Las lágrimas acudieron a sus orbes verdosos cuando observó que no estaba consciente, ¿seguiría vivo? No... No podía pensar que había muerto, porque no había muerto... ¿Verdad? Sus manos temblorosas viajaron hasta su tronco, girando su cuerpo y se dio cuenta de que sus ojos, cerrados, estaban manchados de sangre, y un olor a putrefacción se apoderó de sus fosas nasales, así, intentando evitar respirar por la nariz, llevó su oído al pecho del rubio, comprobando que el joven todavía respiraba, y eso llenó de alivio el corazón de la huérfana, mezclándolo con el terror que sentía, dejándola con un sentimiento agridulce en él. Eri frunció el ceño, ¿qué le había hecho el Ichibi? ¿Era tan poco el precio de una vida humana?
Echó una rápida ojeada a su alrededor: Shiona estaba ocupada encadenando a la bestia, Yubiwa agarraba a Datsue, una silueta más se alzaba junto a ellos, un pelirrojo había caído del interior del mapache... ¿O aquello era fruto de su imaginación? Pero no lograba divisar a Ayame... Y ella, ella estaba ahí parada, aterrada, junto al cuerpo inerte del Uchiha.
Ya era momento para dejar a los expertos actuar, y que ella se apartase del escenario.
tomó su cabeza con delicadeza, y gracias a la ayuda de su kit médico limpió la sangre que había salido por los ojos del muchacho, sin saber qué le había ocurrido. Con manos temblorosas terminó por vendarle los ojos, para evitar más daños. Con dificultad se echó el cuerpo del chico a la espalda, intentando no respirar el olor que éste desprendía, porque hacía que la pequeña se marease con facilidad, y con pasos rápidos y torpes intentó alejarse del lugar. ¡La prioridad ahora era que Uchiha Nabi volviese a estar bien, que abriese los ojos y la reprendiera por hacer algo indebido! ¡Lo que fuera! Solo... Quería volver a escuchar su grave voz... Una vez más...
Pero, era eso, solo una niña.
Y ahora su esperanza de salvar al chico que más quería se veía reducido a arena fina, como la que estaba atrapándola, ahogándola... Y lo único que pasaba por su mente en aquellos instantes eran los momentos de su niñez junto al Uchiha que estaba tan cerca y tan lejos a la vez.
Hasta que un destello grisáceo descendió sobre el bijuu, tan rápido que Eri ni se dio cuenta de lo que ocurría. Escuchó un grito, ¿una técnica, quizás? Pero ese grito hizo que la kunoichi del remolino cayese al suelo, llenando sus pulmones del aire que se encontraba a su alrededor, cogiéndose el pecho para que su corazón no saliese de él. Tenía miedo, mucho miedo, su cuerpo entero se sentía aterrado, temblaba, y ya ni sabía si la fuerza que le había hecho tirarse al suicidio seguía dentro de ella o le había abandonado cuál perro pulgoso.
''Nabi... ¡¿Y Nabi?!'' Su cabeza pareció reaccionar mucho antes que su cuerpo, haciendo a éste último saltar y ponerse de pie para buscar con la mirada el cuerpo del rubio, encontrándolo a poca distancia de su propia posición. Sin fijarse si el mapache arremetía contra ellos, si los Kages estaban lidiando contra él, o si Datsue estaba siendo usado como contenedor para el bijuu.
Ya solo le importaba Nabi.
Y eso le hacía sentir como una egoísta.
Pero una egoísta preocupada por uno de sus pocos seres queridos.
Corrió lo más rápido que pudo al cuerpo de Nabi, tirado en el suelo.
—Nabi... Nabi, por favor... — Zarandeó el cuerpo del chico. Las lágrimas acudieron a sus orbes verdosos cuando observó que no estaba consciente, ¿seguiría vivo? No... No podía pensar que había muerto, porque no había muerto... ¿Verdad? Sus manos temblorosas viajaron hasta su tronco, girando su cuerpo y se dio cuenta de que sus ojos, cerrados, estaban manchados de sangre, y un olor a putrefacción se apoderó de sus fosas nasales, así, intentando evitar respirar por la nariz, llevó su oído al pecho del rubio, comprobando que el joven todavía respiraba, y eso llenó de alivio el corazón de la huérfana, mezclándolo con el terror que sentía, dejándola con un sentimiento agridulce en él. Eri frunció el ceño, ¿qué le había hecho el Ichibi? ¿Era tan poco el precio de una vida humana?
Echó una rápida ojeada a su alrededor: Shiona estaba ocupada encadenando a la bestia, Yubiwa agarraba a Datsue, una silueta más se alzaba junto a ellos, un pelirrojo había caído del interior del mapache... ¿O aquello era fruto de su imaginación? Pero no lograba divisar a Ayame... Y ella, ella estaba ahí parada, aterrada, junto al cuerpo inerte del Uchiha.
Ya era momento para dejar a los expertos actuar, y que ella se apartase del escenario.
tomó su cabeza con delicadeza, y gracias a la ayuda de su kit médico limpió la sangre que había salido por los ojos del muchacho, sin saber qué le había ocurrido. Con manos temblorosas terminó por vendarle los ojos, para evitar más daños. Con dificultad se echó el cuerpo del chico a la espalda, intentando no respirar el olor que éste desprendía, porque hacía que la pequeña se marease con facilidad, y con pasos rápidos y torpes intentó alejarse del lugar. ¡La prioridad ahora era que Uchiha Nabi volviese a estar bien, que abriese los ojos y la reprendiera por hacer algo indebido! ¡Lo que fuera! Solo... Quería volver a escuchar su grave voz... Una vez más...