28/06/2016, 18:24
(Última modificación: 28/06/2016, 18:28 por Uchiha Datsue.)
Datsue recibió la bofetada como un jarro de agua fría en pleno sueño, que le despertó, le espabiló y le dejó con la mejilla ardiendo. Eso, y una ligera contractura en el cuello. Menudo bruto estaba hecho Yubiwa.
—¡Joder, tú faltaste al honor de la aldea intentando amañar aquél combate, y ahora lo vas a arreglar convirtiéndote en nuestro preciado jinchuuriki! Quieras o no.
Algo en su mente hizo clic. Era el sonido de un rompecabezas al encajar. Las súplicas de Ayame; los chillidos de Eri pronunciando su nombre; la negación de los Kages a su huida... ahora lo entendía todo. Y, sin embargo, no sabía qué pensar al respecto. Era como si estuviese contemplando una obra de teatro, sentado en una cómoda butaca y a salvo de lo que sucedía en el escenario pese a que algún personaje se empeñase en dirigirse a él.
Pero era ninguna obra de teatro, y el dolor que sentía en su mejilla colorada así se lo recordaba.
Se limpió un hilillo de baba que le caía por la comisura de los labios fruto del vómito y trató de levantarse. Le ardía la boca del estómago y las rodillas le temblaban, pero logró erguirse. Yubiwa se le acercó y bajó la voz:
—Además, Datsue, en serio. Analiza la situación. ¿Por qué Uzushio también tiene ese poder? Esto me huele a chamusquina. He confiado en ellas hasta ahora, pero algo me dice que las lideresitas nos ocultan algo.
No podía estar más de acuerdo. Él mismo había planteado aquellas mismas dudas a Kazuma, días atrás, respecto a la líder de Amegakure. Pero en aquel instante no podía importarle menos todo aquel asunto. ¿Qué eran unas traidoras? Y a él qué le importaba. Estaba a un paso de convertirse en jinchuuriki. A un paso de albergar un jodido monstruo en su interior. Y no quería. ¿Quién en su sano juicio iba a quererlo?
De pronto, todo se precipitó. Alguien acababa de partir por la mitad al Shukaku, en un movimiento espectacular que sin duda sería el culmen de la epopeya que se narraría sobre aquel día. Acto seguido, la Uzukage apremió a Yubiwa y arrojó unas cadenas que surgieron de su propio cuerpo para atrapar al Shukaku, que milagrosamente —o fatídicamente, más bien— se recomponía. Yubiwa no tardó ni un segundo en obedecerla, arrastrando a Datsue junto a él.
Y entonces, por el camino, la vio.
Vio a alguien que se preocupaba por él. Que lloraba por él. Que luchaba por él. Allí, entre el caos, la muerte, y la destrucción, alguien volvía a insistir por su salvación. No era su amada Noemi, ni su socia Anzu, ni la rocambolesca Ritsuko, y ni mucho menos el honorable Tatsuya. No. Era Ayame, la kunoichi a la que peor había tratado en su corta existencia. A la que había engañado, manipulado, utilizado y humillado.
Aquello le resultó tan conmovedor que, si hubiese tenido corazón, ahora estaría roto. Pero la voz de Yubiwa le devolvió a la realidad:
—Por las buenas... ¿O por las malas?
No supo por qué, pero Datsue esbozó una sonrisa. Era una sonrisa triste, eclipsada por sus ojos, brillantes y húmedos. ¿Qué podía hacer? ¿Revelarse contra el Kage de su propia Villa? ¿Revelarse contra el ninja más habilidoso de todo Ōnindo?
A veces cometía estupideces, pero no era estúpido.
—Por las… —Y Ayame respondió por él.
—¡Joder, tú faltaste al honor de la aldea intentando amañar aquél combate, y ahora lo vas a arreglar convirtiéndote en nuestro preciado jinchuuriki! Quieras o no.
Algo en su mente hizo clic. Era el sonido de un rompecabezas al encajar. Las súplicas de Ayame; los chillidos de Eri pronunciando su nombre; la negación de los Kages a su huida... ahora lo entendía todo. Y, sin embargo, no sabía qué pensar al respecto. Era como si estuviese contemplando una obra de teatro, sentado en una cómoda butaca y a salvo de lo que sucedía en el escenario pese a que algún personaje se empeñase en dirigirse a él.
Pero era ninguna obra de teatro, y el dolor que sentía en su mejilla colorada así se lo recordaba.
Se limpió un hilillo de baba que le caía por la comisura de los labios fruto del vómito y trató de levantarse. Le ardía la boca del estómago y las rodillas le temblaban, pero logró erguirse. Yubiwa se le acercó y bajó la voz:
—Además, Datsue, en serio. Analiza la situación. ¿Por qué Uzushio también tiene ese poder? Esto me huele a chamusquina. He confiado en ellas hasta ahora, pero algo me dice que las lideresitas nos ocultan algo.
No podía estar más de acuerdo. Él mismo había planteado aquellas mismas dudas a Kazuma, días atrás, respecto a la líder de Amegakure. Pero en aquel instante no podía importarle menos todo aquel asunto. ¿Qué eran unas traidoras? Y a él qué le importaba. Estaba a un paso de convertirse en jinchuuriki. A un paso de albergar un jodido monstruo en su interior. Y no quería. ¿Quién en su sano juicio iba a quererlo?
De pronto, todo se precipitó. Alguien acababa de partir por la mitad al Shukaku, en un movimiento espectacular que sin duda sería el culmen de la epopeya que se narraría sobre aquel día. Acto seguido, la Uzukage apremió a Yubiwa y arrojó unas cadenas que surgieron de su propio cuerpo para atrapar al Shukaku, que milagrosamente —o fatídicamente, más bien— se recomponía. Yubiwa no tardó ni un segundo en obedecerla, arrastrando a Datsue junto a él.
Y entonces, por el camino, la vio.
Vio a alguien que se preocupaba por él. Que lloraba por él. Que luchaba por él. Allí, entre el caos, la muerte, y la destrucción, alguien volvía a insistir por su salvación. No era su amada Noemi, ni su socia Anzu, ni la rocambolesca Ritsuko, y ni mucho menos el honorable Tatsuya. No. Era Ayame, la kunoichi a la que peor había tratado en su corta existencia. A la que había engañado, manipulado, utilizado y humillado.
Aquello le resultó tan conmovedor que, si hubiese tenido corazón, ahora estaría roto. Pero la voz de Yubiwa le devolvió a la realidad:
—Por las buenas... ¿O por las malas?
No supo por qué, pero Datsue esbozó una sonrisa. Era una sonrisa triste, eclipsada por sus ojos, brillantes y húmedos. ¿Qué podía hacer? ¿Revelarse contra el Kage de su propia Villa? ¿Revelarse contra el ninja más habilidoso de todo Ōnindo?
A veces cometía estupideces, pero no era estúpido.
—Por las… —Y Ayame respondió por él.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado