3/09/2018, 20:57
Pero el segundo frente seguía con las armas levantadas.
Y se entremezclaba con el frente terrenal...
—¿Osas acusarme en público de que te corté el hilo?
Ayame se llevó ambas manos a la cabeza, con un gemido de malestar.
—¡¿Con qué pruebas!?
—Callaos... —suplicó Ayame, temblando.
Pero las palabras de Datsue no hacían más que avivar el fuego que sentía. La rabia... La ira... Ayame cerró los ojos, aferrándose con todas sus fuerzas a los recuerdos de las desgracias que le había traído perder el control: Los férreos ojos de su padre, el secreto que debía mantener para que todos estuvieran a salvo, el aterrorizado gesto de Daruu al contemplarla en su forma salvaje... Tenía que agarrarse a ellos o lo perdería... Lo perdería...
—¡¿Acaso me viste cortarlo?!
Ayame se encogió sobre sí misma, temblando con violencia. Temblando de miedo, de rabia... Pero debía seguir agarrándose a sus recuerdos... Debía hacerlo... Pero, aterrorizada, comprobó que estaban comenzando a diluirse... ¡Ya no podía retenerlos!
—Aléjate... Uchiha... —murmuró entre dientes. La espalda le ardía. Quemaba. La abrasaba...
—¡¡¡Maldita mentirosa!!!
Y aquella fue la gota que colmó el vaso. Intentó agarrar de nuevo el recuerdo del gesto severo de su padre, pero fue como intentar agarrar el agua.
—No quiero volver a verle nunca más... —repitieron sus labios, igual que se lo dijo a Zetsuo. El aire empezó a calentarse a su alrededor. Primero lento, apenas unas pequeñas ondulaciones en el ambiente; pero luego se volvió más rápido, más frenético.
Pero una parte de su cerebro seguía resistiéndose. Daruu. Tenía que pensar en Daruu... ¿El mismo Daruu que la había traicionado para irse con el Uchiha?
El aire en ebullición evaporó sus lágrimas y vibró con fuerza. Sintió un pinchazo en el pecho y Ayame lanzó un desgarrador grito de rabia y dolor contenidos. El suelo debajo de sus patas se quebró, formando un nuevo cráter destinado para ella sola.
Su cuerpo pareció estallar. Energía blanca, pura, que emanaba de cada poro de su piel. Piel que se regeneraba y se quemaba a marchas aceleradas. Pero ella no parecía sentirlo. ¿Pero quién era ella? Su cuerpo había mutado hasta hacerlo irreconocible. Envuelta por completo en aquel halo blanco, extendiéndose sobre su cabeza en forma de cuatro cuernos y ondulando tras su espalda dos colas.
—DESAPARECE.
Y abrió sus fauces, unas fauces surcadas de dientes afilados como navajas, y el aire se volvió aún más pesado cuando una ingente cantidad de energía en forma de bolutas negras y blancas comenzaron a arremolinarse como un enjambre en ellas... Una bala de energía en estado puro que después engulliría y terminaría por estallar hacia delante en forma de láser, dispuesto a borrar de la faz de Onindo al Uchiha y a su gigante.
«Eso es.»
Y se entremezclaba con el frente terrenal...
—¿Osas acusarme en público de que te corté el hilo?
Ayame se llevó ambas manos a la cabeza, con un gemido de malestar.
«LE HIZO ESO Y MUCHO MÁS.»
—¡¿Con qué pruebas!?
—Callaos... —suplicó Ayame, temblando.
Pero las palabras de Datsue no hacían más que avivar el fuego que sentía. La rabia... La ira... Ayame cerró los ojos, aferrándose con todas sus fuerzas a los recuerdos de las desgracias que le había traído perder el control: Los férreos ojos de su padre, el secreto que debía mantener para que todos estuvieran a salvo, el aterrorizado gesto de Daruu al contemplarla en su forma salvaje... Tenía que agarrarse a ellos o lo perdería... Lo perdería...
«¡La deshonró frente a la Arashikage! ¡La hizo ser el hazmerreír de la aldea y de la familia!»
—¡¿Acaso me viste cortarlo?!
Ayame se encogió sobre sí misma, temblando con violencia. Temblando de miedo, de rabia... Pero debía seguir agarrándose a sus recuerdos... Debía hacerlo... Pero, aterrorizada, comprobó que estaban comenzando a diluirse... ¡Ya no podía retenerlos!
¿¡Es QuE No QuIeRe VeRLe
MUERTO!?
MUERTO!?
—Aléjate... Uchiha... —murmuró entre dientes. La espalda le ardía. Quemaba. La abrasaba...
—¡¡¡Maldita mentirosa!!!
Y aquella fue la gota que colmó el vaso. Intentó agarrar de nuevo el recuerdo del gesto severo de su padre, pero fue como intentar agarrar el agua.
—No quiero volver a verle nunca más... —repitieron sus labios, igual que se lo dijo a Zetsuo. El aire empezó a calentarse a su alrededor. Primero lento, apenas unas pequeñas ondulaciones en el ambiente; pero luego se volvió más rápido, más frenético.
Pero una parte de su cerebro seguía resistiéndose. Daruu. Tenía que pensar en Daruu... ¿El mismo Daruu que la había traicionado para irse con el Uchiha?
El aire en ebullición evaporó sus lágrimas y vibró con fuerza. Sintió un pinchazo en el pecho y Ayame lanzó un desgarrador grito de rabia y dolor contenidos. El suelo debajo de sus patas se quebró, formando un nuevo cráter destinado para ella sola.
MATÉMOSLO.
Su cuerpo pareció estallar. Energía blanca, pura, que emanaba de cada poro de su piel. Piel que se regeneraba y se quemaba a marchas aceleradas. Pero ella no parecía sentirlo. ¿Pero quién era ella? Su cuerpo había mutado hasta hacerlo irreconocible. Envuelta por completo en aquel halo blanco, extendiéndose sobre su cabeza en forma de cuatro cuernos y ondulando tras su espalda dos colas.
—DESAPARECE.
Y abrió sus fauces, unas fauces surcadas de dientes afilados como navajas, y el aire se volvió aún más pesado cuando una ingente cantidad de energía en forma de bolutas negras y blancas comenzaron a arremolinarse como un enjambre en ellas... Una bala de energía en estado puro que después engulliría y terminaría por estallar hacia delante en forma de láser, dispuesto a borrar de la faz de Onindo al Uchiha y a su gigante.